Deportes

Los lunes que nos quedan

  • El mazazo fue brutal y el público empezó a buscar culpables La mala situación ha desquiciado a muchos, a Ghilas el primero, que se encaró con la grada al final del duelo

Los lunes que nos quedan fue el nombre con el que terminó una carrera más bien efímera el grupo Los lunes, que se dio a conocer durante la década de los 90 con aquel tema de Los años que nos quedan por vivir. Era un canto a la lucha por mantener algo que estaba ahí (entonces el amor), un mensaje hacia los agoreros que lo ven todo negro cuando el gris ni siquiera ha aparecido a teñir el blanco. O cuando sí lo tiñe, qué más da. Al final todo es una batalla contra todos y, sobre todo, contra uno mismo, contra ese miedo que te bloquea en el momento más inoportuno. Todo se trata, a fin de cuentas, de buscar una forma de liberación emocional y empezar a mostrarse como uno mismo, con sus fallos y sus virtudes. Fuera las caretas. Esto es lo que hay... o lo que puede haber.

La afición del Córdoba recuperó esta temporada su plaza en la máxima categoría tras un paso por el desierto demasiado largo y tortuoso. Durante unas semanas, todo daba igual, todo eran risas y alegrías porque el equipo estaba con los mejores. Hasta que empezaron a caer sopapo tras sopapo, disgusto tras disgusto, sólo salpicado con algún que otro resquicio para la felicidad. Eso ya molaba menos. Y menos aún cuando ahora, que ya ha cambiado el año, que la Liga se consume, el equipo es el colista, el peor de la competición y da unos síntomas preocupantes, que aumentan cada jornada que pasa. Sobre todo porque a nivel mental el vestuario está hundido.

Y eso se transmite. El partido ante el Getafe era una final con mayúsculas y en ningún momento lo pareció. Ni en el campo ni en la grada. Sólo al final, cuando el equipo se puso por delante, la afición dio un paso al frente. Era lo único que necesitaba para estar ahí, para hacer lo que siempre ha hecho, apoyar y estar al lado de los suyos. Sin embargo, el autogol de Fede Vico, por cómo se produjo, por el momento en qué llego también, fue una puñalada trapera, de esas que recorren el cuerpo y te dejan helado. Nadie reaccionó. O muy pocos, y los que lo hicieron empezaron a temer un desenlace tan cruel como el que al final apareció. El segundo tanto azulón fue ya definitivo y encendió la mecha.

El público empezó a buscar culpables y, por raro que parezca, dejó indemnes a Djukic y a Florin, al que volvió a vitorear como había hecho antes. Primero recuperó el hit "González, vete ya" que tantas veces se ha oído por El Arcángel y continuó desempolvando otros cánticos que parecían ya olvidados como "jugadores, mercenarios" o "los jugadores no sienten los colores". Con ese colofón, tristísimo, unos optaron por levantar la cabeza e irse del campo aplaudiendo al respetable, como José Ángel Crespo, profesional íntegro; otros, sin embargo perdieron los papeles, como Ghilas, y se lanzaron hacia la grada para pedir explicaciones, con gestos desafiantes que no se habían visto antes donde debían, que es en el césped. Son detalles que evidencian que esta historia difícilmente pueda tener ya un final feliz, sea con los mismos protagonistas o con otros. Queda claro que si ya de por sí son duros los lunes, ese ponerse a funcionar tras el asueto del fin de semana y viendo todo lo que queda por delante de semana, mucho más lo serán los siguientes. Quedan doce estaciones y diez lunes -hay dos jornadas intersemanales- hasta que la temporada baje el telón. Se harán largos. Eternos. Porque esta historia ha empezado a terminarse demasiado pronto y, aunque la Semana Santa está a la vuelta de la esquina, parece que este año los milagros tocan en otra zona, que Córdoba ya tuvo el suyo en Las Palmas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios