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Padilla, el regreso de la estrella granate

La vuelta de Juan Ramos Padilla al Cajasur supone el regreso del hijo pródigo al club granate, pero también es una muestra de la durísima situación que atraviesa el balonmano español. De la Asobal a Primera Nacional, del Ars al equipo en el que dio sus primeros pasos, del profesionalismo a casa. Así de sencillo, pero así de duro.

Porque tras el descenso del club palmeño, el talentoso central cordobés podía haber tenido alguna opción de seguir jugando en la máxima categoría, o incluso de seguir formando parte del proyecto del Ars en la DHPlata, pero el horno no está para bollos. Hoy por hoy, comer del balonmano en España es algo reservado para una minoría, mientras los mejores jugadores emigran en busca de las oportunidades que no encuentran aquí. Ése es el panorama de la liga en la que deberían jugar los campeones del mundo, la misma que camina sumida en penurias económicas y que ve cómo sus equipos desaparecen sin remisión. Éste es el escenario que se ha encontrado Padilla, que a sus 25 años se ha visto obligado a darle un inesperado giro a su carrera.

Porque en 2007, el que más y el que menos pensaba que al 63 del Cajasur le esperaba un largo periplo en la elite. El central fue el estilete del equipo que se proclamó campeón de España juvenil, la página más bella de la laureada historia de la cantera granate. Determinante, dominador, con un lanzamiento letal impulsado en su 1,90, carismático... Ese Cajasur era un gran bloque, pero Padilla era la estrella, el señalado para vivir del balonmano, un jugador marcado para la Asobal.

Ese mismo verano tuvo ofertas para salir de Córdoba, pero prefirió seguir en su club de siempre, formándose sin prisa mientras acumulaba presencias en las selección júnior (hasta 18 internacionalidades). Con el Cajasur logró el ascenso a Primera Nacional (07-08) y jugó una temporada en la categoría hasta que la puerta de la DHB pasó por delante del club en la 09-10. Con un equipo jovencísimo, plagado de esos chicos que apenas dos años antes tocaron el cielo como juveniles, el Córdoba BM se enfrascó en la aventura de Plata. Y ahí estaba Padilla, aprendiendo de las derrotas, acumulando experiencias para una carrera que no había hecho nada más que empezar.

El descenso del Cajasur le confirmó que había llegado el momento de hacer las maletas, de evolucionar y crecer fuera de casa. En la temporada 10-11 se marchó junto con Juan Ruano al Pines Badajoz para seguir en la DHB, y allí entendió lo dura que es la vida del jugador profesional. Los problemas económicos empezaron a afectar al conjunto extremeño, pero lo peor llegó en enero, cuando una mala caída en un entrenamiento le provocó una fractura de peroné que le tuvo fuera de combate varios meses. Entonces, el jugador cordobés entendió que la vida no es color de rosa.

Tras la experiencia pacense, Padilla volvió a Córdoba para enrolarse en el Ars, lo que le permitió seguir en la DHPlata con un equipo que partido a partido fue creyéndose sus opciones de ascender a la Liga Asobal. En Palma, el central volvió a sentirse importante, a disfrutar del balonmano, y a ver al fin abiertas de par en par las puertas de la elite.

Con 24 años le había llegado el momento de jugar entre los mejores. Muchos de sus compañeros en las selecciones inferiores ya habían llegado hace tiempo. Podía pensarse que a Padilla le llegó tarde la recompensa, pero era una oportunidad que no podía desaprovechar. Con un proyecto austero, el Ars compitió con tanto amor propio como inferioridad de condiciones. Tras el subidón inicial, los kilómetros y las derrotas se fueron acumulando hasta desembocar en el lógico desenlace del descenso. Pero seguro que había merecido la pena, sólo por el orgullo de saber que, como tantos pronosticaron seis años antes, Padilla tenía capacidad para competir contra los mejores.

Y ahora toca volver a casa, bajar escalones de golpe y replantearse no sólo la carrera deportiva, sino una vida más allá del balonmano. Azotado como pocos por la crisis, este deporte es el vivo ejemplo de cómo las estrellas tienen que bajar al cielo para ganarse la vida. Ése es el nuevo reto para Padilla, el chico que deslumbraba de juvenil, el central que llegó a jugar en la Asobal, el hombre que supo tomar una decisión sin pensar que había sido un error.

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