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Un desenlace esperado, pero duro

  • El descenso del Ars es el resultado lógico de un proyecto austero en lo económico y también en lo deportivo zarandeado además por las leyes no escritas de la competición

No por esperada dolió menos la certificación del descenso del Ars, un final anunciado y quizás contemplado desde el primer día, un epílogo lógico al paso del equipo palmeño por la máxima categoría.

Porque si algo tuvieron claro los rectores de la entidad desde que se consumó el ascenso era que el sueño de un año no podía poner en peligro la estabilidad de cuatro décadas de historia. Por eso el Ars se la jugó a la baza de la austeridad. No había otra. Por eso y porque pese a los denodados esfuerzos de la directiva fue imposible encontrar un patrocinador que apostara por el único equipo andaluz en la Asobal. Manuel Cumplido y sus compañeros se rompieron las manos llamando a puertas, pero sólo recibieron negativas, alguna especialmente dura. Sin dinero, con un presupuesto incompleto en torno a los 350.000 euros y el incierto panorama de no saber si las cuentas llegarían hasta el final de la temporada, el Ars se lió la manta a la cabeza y se lanzó al ruedo.

Con esas limitaciones y una economía de guerra se confeccionó una plantilla en la que se mantuvo el bloque de la pasada campaña, se renovó a César Montes (no sin una larga demora) y se repescó a cordobeses con experiencia en la categoría como Paco Bustos y Luisfe. No había para más. Se asumía que el equipo estaba muy justito, con la permanencia como único objetivo y preparado para sufrir. Pero quizás no tanto.

Pero los problemas empezaron incluso antes de que comenzara la Liga. Primero, la Asobal puso todos los impedimentos del mundo a El Pandero, y luego se enrocó en el pago del dichoso canon de 50.000 euros a fondo perdido que exige a todos los clubes que quieran entrar en la asociación. El Ars se negó y formó un trío de rebeldes junto al Cangas y el Villa de Aranda, los otros recién ascendidos. El conflicto llegó hasta tal punto que la Asobal realizó el sorteo sin incluirlos en la primera jornada, aunque finalmente el Ars llegó al estreno del 7 de septiembre ante el CAI Aragón. Al fin, tras un verano de dudas y gestiones, el balonmano Asobal regresaba a Córdoba 16 años después de aquella temporada del Prasa entre los grandes.

Ahora tocaba competir. De inicio, el cuadro palmeño se topó con un calendario infernal en el que se enfrentó de forma consecutiva con todos los grandes. Barça, Atlético, Ademar, La Rioja… Un regalo envenenado, un duro comité de bienvenida a la competición. El equipo competía, pero perdía. Lógico. Pese a que todo entraba dentro de la normalidad, los nervios afloraron hasta el 13 de octubre, el día de la primera victoria en la Asobal ante el Guadalajara (28-26). Ahí se supone que empezaba la auténtica liga del Ars, la pelea contra los iguales, la lucha por la salvación. Pero ésa fue una de las pocas alegrías en una temporada dura, quizás más de lo esperado. Derrotas por la mínima ante rivales directos, nulos resultados a domicilio (también habría que ver las condiciones de los viajes), arbitrajes infames… Apenas un par de triunfos más en El Pandero y un empate en Huesca fueron todo el rédito de una primera vuelta que colocó al Ars colista con 7 puntos y con un pie en la DHPlata.

El segundo tramo de la competición no cambió el decorado. La situación económica se hacía cada vez más agobiante y el equipo seguía perdiendo partidos desesperantes, muchos de ellos inmerecidos. Manuel Cumplido explotó y llegó a denunciar la "mafia y corrupción" existente en la Asobal, con un plan definido por parte de la Liga para que los clubes que no habían pagado el canon perdieran la categoría.

Un solo punto (en un cruel empate en casa ante el Sagunto) fue todo el rendimiento en la pista, un balance que condenaba al descenso sin remisión. Incluso en la web de la RFEBM se llegó a dar por hecho cuando aún no era matemático, la última de una serie de faltas de respeto que han hecho del sueño de la Asobal una pequeña pesadilla. Nunca fue más cierto aquello de que entre todos lo mataron, y él solito se murió.

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