Córdoba

El río inunda todo lo inundable

  • Los responsables de la cuenca estiman que se llegará a los 3.000 metros cúbicos por segundo · Sólo la mitad de esa caudal llena todas las zonas de la ribera generando un espectáculo pocas veces visto

Quien no vivió la gran riada de los 60, esa en la que -según la mitología cordobita- la gente sacaba el cuerpo por el Puente Romano y tocaba la lámina de agua, ya sabe por qué el Guadalquivir se llama como se llama, río grande, según su etimología árabe. El desbordamiento de todos los pantanos producto de las persistentes lluvias llevó el caudal en la ciudad hasta los 1.800 metros cúbicos por segundo durante el día de ayer, cuando aún se estimaba que la cuestión podía crecer. Las autoridades municipales recibieron, durante la tarde de ayer, la advertencia de que la madrugada sería dura y que se esperaba que el caudal rozara los 3.000 metros cúbicos por segundo, que es como si se vertieran tres millones de botellas de agua de un litro del tirón.

El Betis romano, de los tartesos de los iberos, se comió ayer todas y cada una de las zonas marcadas como inundables en el mapa de la ciudad sin que se tenga constancia de que hayan sucedido problemas en el casco urbano, fuera de las cuestiones suscitadas en la periferia. En realidad, se trata de unas inundaciones grandes, importantes, pero no las más relevantes que se han vivido en la ciudad. El modelo estadístico realizado por el Ministerio de Medio Ambiente estima que la avenida máxima posible registrada hasta el momento llega hasta los 5.000 metros cúbicos por segundo, que es el cauce que fijó la altura del puente de Miraflores para que nunca se quede bajo el agua la zona central del tablero. El caso de la gran avenida que se produce cada medio milenio se ha calculado para una cuestión verdaderamente desastrosa, con todas las zonas bajas del término municipal (la Fuensanta, Miraflores, el Sector Sur) completamente anegadas.

La riada de ayer mostró un espectáculo inédito del Guadalquivir con los pilares del Puente Romano -un monumento que fue literalmente destrozado por varias de las riadas más importantes- estaban cubiertos de agua hasta el nivel de los tajamares, con el agua rodeando la torre de la Calahorra al modo de un foso medieval y las zonas inundables de las márgenes del Guadalquivir efectivamente bajo el agua.

Sólo la visión de ayer permite hacerse una idea del trabajo y el dinero que va a costar el día después de este proceso, que obliga inevitablemente al Ayuntamiento a acogerse a las figuras de financiación que se van a disponer al efecto por las distintas instituciones. Las labores de limpieza y restauración abarcan a una decena de sectores y de obras, algunas de reciente construcción, y que van a exigir recursos.

El río saltó ayer los límites habituales y se comió literalmente el paseo bajo de Miraflores, comprobando el diseño que se efectuó en su día de dejar esta parte de la ribera ante las más que previsibles inundaciones que iban a llegar. Ayer, los caminos de madera que se utilizan para la práctica deportiva estaban bajo el agua. Cuando se calme el cauce, todo lo que ayer era agua será barro agravando una situación creada tras dos meses largos de lluvia, que han convertido la parte baja de la Ribera en un cenagal con depósitos de basuras arrastrados por la fuerza del Guadalquivir.

Otra de las estampas que dejó ayer el río a su paso por Córdoba fue hacerse una idea de cuál fue la función de los molinos del Guadalquivir antes de que el hombre dominara la ingeniería y le diera por hacer pantanos. Todos los molinos del cauce, desde el de Martos hasta la Alegría, estaban ayer parcialmente inundados, como corresponde a su diseño, aunque los fines a los que ahora se dedican obliguen a realizar labores de limpieza una vez que bajen las aguas. De la Isla de las Esculturas no se tienen noticias, los Sotos de la Albolafia están parcialmente bajo el agua y los dos embarcaderos construidos por el Consistorio se encuentran literalmente tragados por el cauce.

Los problemas acontecidos en la zona consolidada en Alcolea tienen una raíz parecida aunque una causa inmediata bastante distinta. En ese caso, se produjo el desbordamiento del arroyo Guadalbarbo como consecuencia del gran caudal que llevaba el Guadalquivir, del que es afluente. La imposibilidad de desaguar fue la que generó las inundaciones de la calle de La Barca así como problemas en parcelaciones del entorno, como el Pilar de la Vega, donde también tuvieron que desalojarse viviendas por prevención y ante la posibilidad de que el agua siguiera creciendo durante la noche.

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