Arte

El palacio de Córdoba que alberga dos de los cuadros más misteriosos de Julio Romero de Torres

'Amor místico y amor profano', de Julio Romero de Torres

'Amor místico y amor profano', de Julio Romero de Torres / Palacio de Viana

El Palacio de Viana es, literalmente, un cofre lleno de tesoros naturales, artísticos y bibliográficos. Pero, además, su vinculación con la Fundación Cajasur, propietaria del monumento, posibilita que la entidad exhiba en sus estancias las obras más importantes de su colección pictórica. Las Joyas de la Colección Cajasur, que así se denominan, están expuestas en dos salas: Sala Julio Romero de Torres y Sala Barroca.

La Saeta y Amor místico y amor profano son dos ejemplos del amor de Romero de Torres por el simbolismo y los mensajes crípticos. Ambas cuelgan de la sala dedicada al artista cordobés sita en el Palacio de Viana.  La Saeta data de 1917 y fue pintada en plena etapa de su madurez. Refleja el sentimiento y la esencia de la Semana Santa andaluza. Claramente influida los maestros barrocos, aparece en el centro de la composición piramidal la bailaora Amalia Fernández Heredia 'La Gitana' y, a la sazón, una de sus musas.

Otro de los elementos que más llama la atención del espectador es el reclinatorio, decorado con detalles de La Virgen de los plateros, de genial Valdés Leal. 

La Saeta, de Romero de Torres La Saeta, de Romero de Torres

La Saeta, de Romero de Torres / El Día

La otra pintura, igualmente compleja, es Amor místico y amor profano (1908). Pertenece a la época modernista y simbolista del autor. Sin duda, se deja sentir la influencia del Renacimiento italiano en el cordobés. Evidentemente, una de las obras que más incidieron en esta composición de Romero de Torres fue Amor Sagrado y Amor Profano del maestro Tiziano. El eje del cuadro se vertebra en torno a las figuras de dos enigmáticas mujeres a punto de entrecruzar sus manos. Una va ataviada con ropas negros y la otra de blanco impoluto. De rasgos muy similares, su parecido parece indicar el origen común de uno y otro amor. Escalofriante y revelador, a partes iguales, es el fondo de la composición: un sepulcro como fin único de ambas, sea cual sea la condición del amor. 

La escena está envuelta en un ambiente misterioso, casi onírico, de tonalidades frías, casi tanto como los moradores del camposanto que se convierte en escenario del momento. 

Fue expuesto por primera vez en la Exposición Nacional de 1908. Curiosamente, Romero de Torres ganó la primera medalla de la muestra pero no con éste sino con otro cuadro. 

No obstante, la Sala Julio Romero de Torres del Palacio de Viana, también alberga dos retratos llevados a cabo por el insigne cordobés. Corresponden a empresario cordobés don Antonio Muñoz Gassín y su esposa, doña Salvadora Pérez Ortí. Ambos datan de comienzos del siglo XX, (hacia 1900), coincidiendo con una de las épocas menos prolíficas del pintor. 

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