El monumento de Córdoba que fue cárcel, cuartel, aduana y cuyos muros aún albergan metralla napoleónica

Desde la Torre de la Calahorra se puede disfrutar de una de las mejores vistas del 'skyline' de la ciudad

El bello pueblo, a una hora de Córdoba, que se convierte en un jardín navideño

Vista del Puente Romano y la Torre de la Calahorra
Vista del Puente Romano y la Torre de la Calahorra / Juan Ayala

Desde la Torre de la Calahorra las vistas del skyline de Córdoba son privilegiadas. Este emblemático monumento domina la Ribera desde la margen izquierda del río Guadalquivir a su paso por la ciudad. Desde el siglo XIII ha sido testigo y custodio de la historia de la capital.

Durante siglos tuvo un papel determinante en el control y defensa. No en vano, ya aparece mencionada en alguna fuente árabe sobre Al-Ándalus, y en no pocos relatos relativos a la Reconquista en tierras cordobesas.

De hecho fue un auténtico quebradero de cabeza para Fernando III, pues dificultó la entrada por el puente del rey de Castilla en la conquista cristiana de Córdoba.

Pero los enfrentamientos no sólo fueron entre musulmanes y cristianos. En la segunda mitad del siglo XIV Pedro I y Enrique de Trastámara batallaron en sus proximidades en su lucha por el trono castellano.

El ganador fue Enrique II, que mandó reparar la Calahorra. En el proceso se le añadió una torre, con foso y puente levadizo. De su paso, quedó un escudo de armas de Castilla y León en la fachada oriental. También desde el siglo XIV al XIX la Torre de la Calahorra funcionó como aduana y puesto de control fiscal, aunque no siempre con la misma afluencia ni estructura administrativa.

El aspecto del monumento evolucionó gracias al desarrollo de la artillería y la aparición de la pólvora. Desde finales del siglo XV se hicieron necesarias troneras "de orbe y cruz", desde donde disparar con pólvora.

Aunque siempre estuvo bastante aislado del conjunto de la ciudad, su entorno fluvial y agro-ganadero estuvo ocupado por los corrales. También hubo por esos lares algún mesón y puestos de venta de productos locales.

Juana I de Castilla, más conocida como Juana La Loca, mandó instalar a comienzos del siglo XVI una barbacana defensiva, que le dio un aspecto muy parecido al actual.

Cinco siglos que han dejado huella

Desde entonces, fueron muchos y muy variados los usos que se le dieron a la robusta torre: cárcel de la nobleza cordobesa, cuartel y posteriormente escuela de niñas en el siglo XIX.

Sin embargo, uno de los datos menos conocidos de su 'biografía' es que en sus muros quedan impactos de metralla napoleónica. Proceden de los bombardeos y combates que tuvieron lugar entre 1808 y 1812. Córdoba fue sometida, saqueada y liberada varias veces y la zona del Puente Romano fue determinante por ser uno de los accesos a la ciudad.

A principios del siglo XX fue declarada monumento histórico artístico.

Desde 1985 la titularidad pasa a manos del Ayuntamiento de Córdoba, que dos años después confía el edificio a la Fundación Roger Garaudy, actualmente Fundación Paradigma Córdoba. Y será ésta la que lo convertirá en sede del Museo Vivo de al-Andalus, una oda a la interculturalidad y la convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes.

Se distribuye en ocho salas. Un auténtico viaje por la cultura en al-Andalus y por todo lo positivo derivado de la colaboración entre cristianos, judíos y musulmanes.

Una muestra, sin duda, donde imperan los valores pedagógicos, y del entorno natural y urbano que lo rodean.

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