Toros

La toreria y la clase de Juan Ortega tambien cala en Sacedón

a torería y la clase del toreo de Juan Ortega encadiló a los tendidos de Sacedón (Guadalajara) merced a una preciosa faena premiada con las dos orejas, en una tarde en la que los otros dos actuantes, Sánchez Vara y Filiberto, pasearon un apéndice dada uno.

Algunas cosas en la vida ocurren por casualidad, y otras no. Según lo realizado por Juan Ortega hoy en Sacedón, lo que ocurrió el pasado 15 de agosto en Las Ventas, donde el torero sevillano cuajó una importante actuación, pertenece a lo no casual, porque aunque haya sido en una plaza de pueblo, Sacedón, la dimensión de torero mostrada por Ortega no está al alcance de cualquiera.

Fue en el quinto de la tarde, con a un toro tan noble como soso, frente al que Ortega empezó a dejar carteles de toros ya de capote en un arrebatado recibo a la verónica y, sobre todo, en una sensacional media de remate en el quite que realizó.

Ya con la muleta hubo armonía, encaje, gusto sin afectación, ajuste y aplomo. Además, mató a la primera y se le abrió la puerta grande de la plaza alcarreña. Nada pudo hacer frente al brusco segundo.

Sorprendieron también las buenas maneras de Filiberto, un torero que apenas torea pero que frente al noble tercero dejó una impronta más que interesante por templado y aparentemente tranquilo. Se le pidieron las dos orejas pero el premio quedó en singular, sin tener opción de cortar el segundo trofeo que le hubiera abierto la puerta grande al toparse con un sexto toro reservón y deslucido.

Sánchez Vara se mostró profesionalmente solvente. Anduvo muy a gusto con su primero, con el que destacó la templanza con la que condujo sus enclasadas embestidas antes de que buscara la querencia a chiqueros de manera descarada en el tramo final de faena. Perdió trofeo o trofeos al fallar con el descaballo.

Acostumbrado a bregar con oponentes más complicados, el torero alcarreño volvió a disfrutar del toreo con el cuarto, un ejemplar reparado de la vista aunque de gran calidad al que llevó a media altura con temple y longitud, terminando su labor rodilla en tierra buscando el calor de los tendidos, que premiaron su labor con una oreja.

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