Lo decimos con tiempo para que las almas taurinas de El Puerto aviven el seso y despierten: el próximo mes de noviembre se cumplen cincuenta años de la muerte de un mago del toreo surgido en las humildes y resbalosas corraletas de la Casa de Matanza de El Puerto de Santa María.
Manolo del Pino no podía ser otra cosa que torero. Hijo de un operario del matadero y en una ciudad como El Puerto, aquel rastro era escuela de tauromaquia, como el del barrio de Santa María de Cádiz, San Bernardo de Sevilla o el del Campo de la Verdad cordobés.
La gente de coleta de El Puerto paraba en aquellas dependencias y ensayaba con bravos y palurdos futuras proezas. Con esa escuela, aquel niño que debutó en la plaza de El Puerto en 1925 con 14 años, no podía llamarse más que "El Niño del Matadero".
Triunfó aquella tarde de 1925 en un modesto festival, hasta el punto de que lo repitieron tres tardes más, alternando con el entrañable Agustín Fernández "Melu" de Cádiz. Había nacido un torero y habían nacido los mataderistas.
Porque el aficionado de El Puerto de hoy debe valorar que el Niño del Matadero es mucho más que un pasodoble del repertorio de la banda de música. Manolo del Pino tiene un recorrido artístico de solo diez años, pero todo un carrerón .
Debutó con caballos en 1928 en Jerez. Matadero tuvo como competencia aquella tarde al gaditano José Jiménez Nondedeu "Rebujina". El de Cádiz iba a ser uno de los oponentes de Manolo del Pino en su carrera novilleril. Rebujina en Cádiz, Perico el Tate -que luego sería cantaor flamenco- y el malogrado Leopoldo Blanco en San Fernando, Pepe Gallardo en Chiclana, Venturita en Jerez... En aquellos años de 1929 a 1935 hubo un ramillete de novilleros defendidos por su respectiva afición.
Precisamente ese fue uno de los brillos de Manolo del Pino: gustaba a todas las aficiones. Aquel toreo tan personal, aquellas verónicas mecidas a manos bajas cuando se daban alzando los brazos, aquella manera de cargar la suerte, ese toreo variado, vistoso y hasta cambiando con la franela... Un mago que entusiasmaba a todos hasta el punto de que ha sido el único torero de El Puerto que ha tenido una peña en Cádiz, en la calle San Francisco. En 1935, con su retirada, se clausuró y luego fue Peña de Cazadores, hasta hace poco tiempo.
Quedan muchos más motivos para poner en valor a este torero que cuando debutó en La Maestranza en 1935, lo cuenta Martínez Alfonso, cortó una oreja y salió por la Puerta del Príncipe.
Un torero que solamente toreó dos novilladas de Santa Coloma, la de su presentación en Madrid -todavía no estaba abierta la plaza de Las Ventas- y otra en Sevilla y ambas veces fue cogido. Manolo del Pino no pasó por Madrid de puntillas: toreó 14 veces en la Corte donde le cortó las dos orejas a un novillo de Pérez Tabernero. Una vez le llevaron a hombros desde la plaza de Tetúan de las Victorias hasta su fonda, en la Gran Vía, ¡seis kilómetros!.
En el tesoro de la Virgen de los Milagros deben estar las dos orejas de plata que ganó, una en El Puerto y otra en Cádiz ¿Vieron a Morante con la silla en la Plaza Real? Matadero fue el primero que hizo esta suerte en la historia de la plaza de Cádiz
Manolo del Pino no podía ser otra cosa que torero pero era un artista nato, con rara habilidad para las artes plásticas. El Puerto tiene muchos motivos para estar orgullo de Manolo del Pino, basta leer a Martínez Alfonso o los anales de Rojas Guillén, donde leemos que la última vez que toreó en El Puerto fue en 1943 y que pocos días después de su muerte, en noviembre de 1964, la Plaza Real acogió un festival en su homenaje.
Que no se olvide a Manolo del Pino. La ciudad taurina tiende sus redes lejos de aquí, con rutilantes capturas y sin embargo los toreros de aquí pueden caer en las redes del olvido.
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