Bilbao | Cuarto festejo de las Corridas Generales

El clasicismo de Diego Urdiales

  • El diestro riojano consigue el único trofeo del festejo en el segundo toro de la tarde

  • Ponce y Marín, de vacío en una corrida de presentación y juego desigual de Zalduendo

Diego Urdiales saluda tras una oreja al segundo toro en la plaza de Bilbao.

Diego Urdiales saluda tras una oreja al segundo toro en la plaza de Bilbao. / Miguel Toña / Efe

El retorno de Enrique Ponce, que es un ídolo en Bilbao, junto a Diego Urdiales, quien ha cuajado obras maestras en los últimos años en el ceniciento ruedo vasco, y al joven Ginés Marín apenas concitó media entrada en la plaza de toros de Vista Alegre, que continúa acusando una preocupante fragilidad en la taquilla.

Desde luego, la corrida de Zalduendo se encontraba bastante lejos en presentación, en su conjunto, de esos toros serios que hemos visto lidiar en esta plaza. Es algo que se debe cuidar para que no continúe el goteo de abandono de aficionados. Corrida de desigual presentación y juego, marcada por la flojedad y en la que a la postre salió como triunfador Diego Urdiales, espada que consiguió el único trofeo de la tarde del segundo del festejo.

Diego Urdiales realizó una soberbia faena en su primero, protestado por su mal trapío y falta de fuerzas. El toro, con nobleza, fue a más. Y Urdiales, dentro del clasicimo que le caracteriza, deleitó tanto con la diestra como al natural, con una serie en el epílogo de frente, en una faena enmarcada en la naturalidad en la que no faltaron bellos remates, como trincherillas y pases de la firma. Mató de estocada desprendida para ganar una oreja.

Con el manejable y parado quinto Diego Urdiales pergeñó una labor sin transmisión.

Enrique Ponce, con el que abrió plaza, que derribó en dos ocasiones en varas a Manuel Quinta –afortunadamente sin consecuencias– realizó un trasteo con temple y bien planteado técnicamente a un toro sin franqueza, que soltaba la cara. Estocada al primer envite y petición de oreja que no fue concedida. El torero saludó tras ser ovacionado.

El cuarto, noble, perdió de inmediato gas y Ponce extrajo algún derechazo con gusto en una labor voluntariosa.

Ginés Marín, con el tercero, que se rajó pronto, realizó un trasteo sin apenas eco en los tendidos.

El que cerró plaza, serio, bajo, perdió las manos varias veces de inicio. El toro, con fondo, fue a más y Ginés Marín, que jugó bien los brazos en un recibo a la verónica, realizó una faena con garra y soltura con muletazos con ambas manos que calaron en los tendidos y que cerró con bernadinas. El problema llegó en la suerte suprema: dos pinchazos, media y descabello le dejaron sin el trofeo que el público estaba a punto de solicitar.

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