Toros

Solitaria oreja para Perera con deslucida corrida de Alcurrucén en el cierre de Roquetas

  • Los de Alcurrucén dejan vacía la tarde de fondo bravo. Poco acierto de la terna actuante con los aceros. Sólo Perera fue capaz de cortarle una oreja al cuarto astado del festejo

Definitivamente tres figuras no llenaron ayer el coso salinero. Sorpresa, porque a la tarde de no le faltaban alicientes. Los de Alcurrucén siempre llevan el interés de un animal encastado y el buen momento de Juli y Perera junto a la novedad de la temporada en la persona de Aguado hacia aspirar a algo más. Esto es lo que hay. ¡Pa pensar! Después la tarde no desenvolvió mas que el desánimo que produce una deslucida corrida de Alcurrucén, la impotencia de un Juli desbordado por un imposible cuarto y el mal uso de los aceros por parte de la terna.

De poco le sirvió a Juli el primero, un animal que apenas aportó fortaleza y celo para quedarse inmerso en una lidia que el madrileño necesita imperiosamente que se llene de algún trazo de emoción con la que la emoción llene el tendido. Desde el comienzo en el capote el de Alcurrucén apuntó su falta de fuerza incluso para que la suavidad que quiso imprimir el de Velilla apagase las protestas que tuvo por parte del tendido este toro. En el intento de toreo por ambos pitones se quedó aquello cuando por parte del torero intentó que la continuidad de las series llenase el espacio de cosas más interesantes. Convencido el torero aquello ya no tuvo más sentido que intentar finiquitar con la espada lo que había sido una lidia tediosa y sin interés de ningún tipo. Con la espada tampoco anduvo presto el maestro y el silencio llenó todo.

Se echó en falta más público en una tarde con dos figuras y la novedad de la temporada

Desarrollando querencias para terrenos de adentro el segundo de la tarde libró una lidia costosa para aguantarlo en terrenos propicios para la lidia. Incluso para un avezado maestro del temple que es Curro Javier costo fijarlo para banderillas mostrándose áspero el de Alcurrucén en los tres viajes hacia los de plata. Una serie a pies juntos sin levantar las zapatillas de ese metro cuadrado que Perera eligió bastaron para fijar al toro con cinco naturales majestuosos llenos de templanza de mago haciendo saltar de la chistera de su toreo una faena que después tuvo continuidad de emoción y clase por las series que por ambos lados fijo Perera con un mando absoluto para no desbaratar el ánimo del toro. No fue solo oficio; también brillantez la que Perera se puede arrogar tras dictar una lección de dominio y suavidad a un toro al que era difícil apostar por él en los comienzos de ese segundo acto de la tarde. A la tercera resolvió Perera con un estoconazo de libro que tiró patas arriba a este toro que si tuvo algo fue porque Perera anda con una muleta capaz de suplir todas las carencias de cualquier toro. La tarde no terminaba de arrear de verdad. Todo lo que hubo lo habían puesto los toreros, Mala cosa cuando ya se sabe que esto es cosa de dos.

En eso que ahora llaman algunos la sevillanía se empleó Aguado para adornarle cuatro series de fino trazo al tercero de la tarde. Otro toro que tampoco ayudó a venirse arriba el honor de la casta Núñez del que suelen hacer gala los pupilos de los Lozano. Un toro vulgar empleando más genio que raza para arrancarse a la muleta del esperado Aguado. En el concepto de una faena corta y medida dejó destellos de buen toreo el sevillano mas cuando a un toro no le puede arrear uno cinco muletazos y un remate sin que el bicho se pare aquello no hierve. Bien Aguado y un animal que no se entregó de verdad cuando la muleta de Aguado conjugó la intención de llevar limpio el trazo de su muleta. Menos gracia tuvo aun en su acometida al percal donde poco dejó enseñar de lucido al buen concepto capotero del sevillano. Con los aceros Aguado se solidarizó con sus compañeros de terna y hasta el tercer envite no enfundó el estoque con certera presteza para que doblara el toro.

Juli y el cuarto de la tarde nunca llegarón a entenderse en ese diálogo necesario

Decir que Juli no ha podido con el cuarto quizás suene maximalista pero la realidad es que se han juntado muchas cosas en esa faena que no pudo ser porque los dos protagonistas no hicieron nada por entenderse. Al torero porque no encontró la distancia propicia; el toro porque dentro de esa embestida saboría y corta que llegó a desarrollar rematando con la cara alta las tres series deslavazadas que duró la faena, tampoco ayudó. Se comió la desesperación al torero y tiró por la calle de en medio con un surtido de machetazos para ahormar un poquito y manejar con poco tino la espada. Fin y final de una  tarde que no estuvo de cara para el madrileño. Para mucho y mal, mejor abreviar

.Quedaban dos y la tarde se había puesto pesadita. Espesa a más no poder por cuanto esos cuatro toros habían aportado a los toreros. Sin ser nada del otro mundo el quinto tuvo al menos argumentos de clase y bravura de toro. Lo suficiente para que Perera armara una faena de mucho relieve en cuanto a lo que el torero fue capaz de enjaretar en cuatro series que fueron claves para que en la continuidad que tuvieron y la embestida franca del toro llegara el toreo de más grandeza artística de la tarde. Cuatro series, cuatro, lo suficientemente llenas de compromiso y estética para que el público se diera por aludido por lo que toro y torero ofrecieron. Bien por el izquierdo; mejor por el derecho, el toreo de Perera había calado lo suficiente como para pensar en el primer triunfo grande de la tarde. Soberbio Perera con el capote. Inteligente y torero con esa muleta dominadora. Todo a favor para que llegara esa oreja y la añadida petición de la segunda.

Tampoco iba a añadir gloria a la tarde ese dialogo sin gracia ni ángel que ambos oponente mantuvieron sobre el albero. El de Alcurrucén cabeceando, quedándose corto y reponiendo. Aguado sin encontrar esa distancia donde apuntalar ese toreo que le ha caracterizado esta temporada. Sin llegar a completar una sola serie rotunda, maciza como para pellizcar la faena todo acabo diluyéndose de forma efímera en el recuerdo de una labor que el tendido quiso adoptar como esperanza pero que sólo fue una ilusión volátil para rematar un festejo huérfano de muchas cosas pero sobre todo de toros. A veces también de toreo.

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