Toros | Feria de San Isidro

Castella, revalorizado en Madrid

  • El francés pagó con sangre el formidable San Isidro que ha cuajado y con Uceda Leal obtuvo el premio de una oreja

  • Morante sale de Las Ventas con el increíble balance de no haberle colaborado ninguno de sus seis toros

Sebastián Castella fue cogido de fea manera por el astado que cerraba plaza cuando lo intentaba torear al natural.

Sebastián Castella fue cogido de fea manera por el astado que cerraba plaza cuando lo intentaba torear al natural. / kiko huesca / efe

Va buscando las tablas la Feria de San Isidro y en este último viernes volvía a colocarse el cartel de no hay billetes al conjuro de la tercera comparecencia de Morante de La Puebla en el coso venteño. Junto a él hacían el paseo uno de los triunfadores del ciclo, el francés Sebastián Castella, y un torero madrileño muy querido por el público de Las Ventas, José Ignacio Uceda Leal. Y serían estos dos últimos los que saldrían bien parados del evento, pues ambos tocaron pelo mientras que Morante se encontraba con otro lote imposible para salir de la feria de vacío.

Increíble el infortunio del orfebre cigarrero en esta feria, pues ni uno solo de los seis toros que ha matado han tenido una sola posibilidad de éxito. Y eso que en esta tercera corrida, Morante hizo concebir ilusiones con un ramillete de verónicas de manos bajas y tiempo detenido. Falsa ilusión, ya que Vivaracho, el primero de los cinco cinqueños de El Torero no sólo no iba a colaborar, sino que hacía honor a su nombre sabiendo siempre qué se dejaba atrás. Mirón y sin fijeza, ante eso Morante tiró por la calle de en medio y mató con brevedad. Era su quinto toro en este San Isidro y todo se fiaba a ver si en su segundo...

Pero que si quieres arroz y un más de lo mismo se presiente cuando los tendidos pretenden que se devuelva a un toro que no sirve. Los esfuerzos por tirarlo empiezan en Pedro Iturralde, su picador, que le pega con saña a ver si suena la flauta y el tal Remero se cae. Y el público continúa exigiendo pañuelo verde, pero reglamentariamente no hay motivo para su devolución. Es un toro malo y Morante intenta inventarse esa faena que tantas veces se sacó de la manga, pero no hay manera, se va por la de verdad y lo mata como buenamente puede, más bien malamente.

Vano intento de toreo con la diestra de Morante de La Puebla a su primero. Vano intento de toreo con la diestra de Morante de La Puebla a su primero.

Vano intento de toreo con la diestra de Morante de La Puebla a su primero. / kiko huesca / efe

Madrid esperaba al genio de La Puebla con más ilusión que nunca, pues el rabo de Sevilla lo ha convertido en el torero que más expectación despierta en el buen aficionado. Y Madrid lo despedía enfadado y a almohadillazo limpio, pero no es normal tanto infortunio en los sorteos y quizás debiera relevar al que mete la mano en el sombrero porque tanta mala suerte no suele darse. Y como tantas veces dijo Curro Romero, la gente se enfada por lo que deja de ver y no por nada más; en fin que otra vez será.

Abría plaza José Ignacio Uceda Leal, un torero ya veterano que torea muy poco, que siempre se distinguió por lo bien que ejecuta la suerte suprema y en esta ocasión si no le falla la espada en su primero habría abierto la Puerta Grande de su pueblo. Con un terno precioso de clara inspiración decimonónica, Uceda anduvo con mucha torería toda la tarde. Al primero, un toro castaño de nombre Vigilante, lo trató como si fuese mejor de lo que era, pues tenía boyantía, pero embestía a media altura y eso le quita transmisión. Y estuvo tan por encima Uceda del toro que si no se le encasquilla la escopeta hubiera tocado pelo. Sí lo consiguió en el cuarto, Salinero de nombre y con unos pitones terroríficos. Uceda lo entendió y lo mató de una estocada para el recuerdo que de por sí mereció la oreja.

Y el tercer hombre iba a erigirse en el héroe de la tarde. Sebastián Castella sale de este San Isidro muy revalorizado. Tras la Puerta Grande del pasado viernes quiso repetir la hazaña y lo pagó con su sangre. Tras haber cortado una oreja en su primero salió a por todas en el sexto y fue cogido muy feamente toreando al natural. Hasta entonces, Castella llevaba la tarde sobre ruedas y evidenciando que el bache mostrado en Sevilla ha sido pasajero. Al de José Vázquez, primero de su lote, llamado Pinturero, le cuajó una faena de mucho mérito al natural, luchando con el toro y con el fuerte viento que saltó en ese momento.

Y viendo que la puerta triunfal estaba a tiro de una sola oreja, Castella brindó la muerte del toro Jopillo a la plaza y, aunque apenas humillaba, Sebastián le dio trato de toro colaborador. Y no lo era, pues en el inicio de un natural se lo echó a los lomos infiriéndole una cornada en cada muslo. Sebastián ni se miró al levantarse, siguió toreando con la sangre empapando la taleguilla, lo mató de una estocada y sale de San Isidro con el cartel al alza, muy revalorizado.

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