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El asesinato de Ruth y José
La mirada vacía de José Bretón, el vecino de Córdoba condenado a 40 años de prisión por asesinar a sangre fría a sus dos hijos, Ruth y José, de seis y dos años, como venganza hacia su exmujer, ha marcado a una generación de periodistas. Quienes tuvieron la obligación profesional de seguir los pasos del asesino, cruzarse con su mirada muerta, como si al otro lado no existiera ningún sentimiento más que la nada, resultaron señalados para siempre.
En los 20 años de vida de este periódico, la crónica negra ha alumbrado titulares escabrosos y noticias sobrecogedoras. Pero ninguna historia ha resultado tan desgarradora como la de José Bretón, responsable de un crimen atroz, un monstruo tras la máscara de un hombre respetuoso, trabajador y honorable, padre responsable, que mantuvo en vilo a todo el país durante meses con sus silencios y sus mentiras.
En octubre de 2015, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ponía punto y final a la resolución de un caso que se alargaba demasiado, desde que el sábado 8 de octubre de 2011 desaparecieron los pequeños Ruth y José, dos hermanos onubenses de solo seis y dos años. Fue el propio padre de los menores, José Bretón –más tarde sería condenado a 40 años de prisión por doble asesinato–, quien aquel día denunció la pérdida y en esta redacción, precisamente, se realizaron las primeras fotocopias del cartel que llamaba a la colaboración ciudadana para dar con el paradero de los pequeños.
En las primeras horas, la búsqueda se centró en el circuito deportivo del Parque Cruz Conde y en la Ciudad de los Niños, con una reconstrucción a la que pertenece la fotografía superior y que fue seguida en tiempo real por los medios de comunicación. De hecho, ningún acontecimiento que haya tenido lugar en Córdoba desde que este periódico se edita ha centrado tanto la atención mediática nacional como el asesinato de Ruth y José.
Tras los primeros titubeos, muy pronto la Policía Nacional centró el caso en una finca propiedad de la familia del progenitor situada en Las Quemadillas, a las afueras de la ciudad, donde Bretón había estado con los pequeños aquel mismo día y donde había encendido una hoguera para, según su versión, quemar recuerdos de su mujer, con la que estaba en proceso de separación.
Las evasivas del padre, sus reacciones frías, su falta de concreción y sus respuestas contradictorias pusieron a los agentes desde el principio en alerta sobre Bretón, envuelto en una tormentosa separación con la madre de los pequeños, Ruth Ortiz, que no lograba superar. Pero los meses de laboriosas reconstrucciones, comprobaciones insistentes y exhaustivos registros solo dejaban pruebas que apenas aportaban indicios incriminatorios contra Bretón, que no obstante fue apresado por detención ilegal y simulación de delito e ingresó en la cárcel el 21 de octubre de 2011.
Casi un año después, a finales de agosto de 2012, el procedimiento daba un giro de 180 grados. Todas las contradicciones vertidas por el sospechoso en sus numerosas declaraciones y sus incongruencias quedaron en evidencia después de que un científico de reputado prestigio, Francisco Etxeberria, muy reconocido por sus trabajos en fosas de la Guerra Civil, llegara a la conclusión de que los restos óseos hallados en una hoguera prendida por el mismo Bretón en la parcela de sus padres pertenecían a seres humanos.
Tanto el juez instructor del caso, José Luis Rodríguez Lainz, como el Cuerpo Nacional de Policía se mostraban convencidos de que la finca a la que Bretón acudió el día en el que sus hijos desaparecieron encerraba las claves del caso. Una perito judicial había inspeccionado los restos de la hoguera la misma semana en que se abrió la investigación, pero llegó a una conclusión errónea al afirmar que eran huesos de animales.
Al informe de Etxeberria le sucedieron otros igual de contundentes: uno elaborado por el antropólogo José María Bermúdez de Castro –concretó, incluso, que los restos pertenecían a dos niños de las edades de los hijos de Bretón– y otro por una comisión mixta de expertos de la Universidad Complutense y de científicos ajenos a esta institución académica.
Estas pruebas ayudaron a formar el rompecabezas que los investigadores intentaban completar desde hacía casi dos años. Los datos aportados permitieron conformar una contundente acusación que convenció al tribunal popular que juzgó los hechos.
Fue el 12 de julio de 2013 cuando llegó el momento del veredicto. El jurado lo tuvo claro y falló por unanimidad: Bretón mató a sus hijos por venganza. Días más tarde, el presidente del tribunal, el magistrado Pedro José Vela Torres, ahora en el Tribunal Supremo, lo sentenció a 40 años de cárcel por doble asesinato –entonces, no había entrado en vigor la perpetua en el Código Penal–. La condena social no tendrá límite.
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