La Estrella

El orgullo de Huerta de la Reina

  • Los vecinos de San Fernando se vuelcan con una hermandad a la que acompañan por las calles del barrio hasta que el desfile llega a la avenida del Brillante y cruza el Pretorio en dirección al Centro

Los Llanos del Pretorio son como una frontera, un muro que a algunos vecinos de Huerta de la Reina no les gusta traspasar en la tarde del Lunes Santo. Los vecinos acogen con orgullo a la hermandad de la calle Joaquín Sama Naharro, la acompañan a través de la calle Goya, la saludan con balcones recargados y la despiden con un "ya ha pasado" cuando el misterio del Cristo de la Redención toma El Brillante en busca de la Carrera Oficial.

La Huerta de la Reina cambia su faz de grúas, solares en obras y bloques de ladrillo al paso del misterio barroco de la Redención, con la música de la banda y el chisporroteo de las velas. Los vecinos se arremolinan con orgullo en el portón de San Fernando, que por un día se convierte en el epicentro de la vida del barrio. Son cerca de las seis y, mientras el tráfico impone su realidad en la avenida de la Libertad, a pocos metros la cruz de guía avisa del inicio del desfile. La Estrella exhibe su oro tallado paso a paso, saliendo de la iglesia con esmero, recreándose en las dificultades, reencontrándose con quienes la acogieron después de buscar cobijo en el Parque Figueroa y Cañero.

El público aplaude el esfuerzo de los costaleros, sigue con la mirada cada mecida al ritmo de su banda y, cuando el trono gira por la calle Goya, el vecindario corre a reencontrarse con su Señor en cualquier otra esquina, en busca de detalles imperceptibles en la primera mirada: el gesto dolido de Jesús, el aspaviento déspota de Caifás...

Hay nazarenos que en la calle Goya buscan el reconocimiento de algún amigo mientras rocían de cera una zona poco transitada por los rituales religiosos. Los costaleros aprovechan el descanso para saludar, se distancian momentáneamente por las calles cercanas y vuelven sobre sus pasos en el momento de exhibir sobre el hombro el orgullo de San Fernando.

A su regreso al filo de la medianoche, los vecinos la volverán a recibir, la recogerán de nuevo en el Pretorio y la acompañarán por Doña Berenguela mientras la muchedumbre se agolpa en el Centro bajo la luz tenue de Ánimas, como si el cordón umbilical que los ata al barrio les impidiera sortear un pasado en el que las vías del tren sí imponían una férrea barrera.

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