Semana Santa

El misterio sin tiempo de la noche

SE entra a la plaza entre olores a incienso y panceta. La noche tiene una textura de felpa y en el ambiente hay más masa humana que sonora, una expectación que se prolonga en las calles aledañas con esa condensación emocional de los momentos grandes. La plaza, recién reformada (baldosas de mármol Sierra Elvira, pérgolas con plantas enredaderas de bignonia, jacarandas, damas de noche), es una ecuación de sombras y luces; la plaza, a pesar de la aglomeración de gente, infunde algo parecido a la confianza. Hay un ángulo desde el que emerge una densidad de noche inédita, súbita, infantil y peligrosa. Es de noche en la plaza y ya no cabe más gente y todo el espacio se resume en una aritmética ambigua, oscura y cordial.

Explicaciones, pedagogías, impaciencias. La manera de esperar define una ética. En Reja de Don Gome aguardan jóvenes sentados, estrategas, indecisos, fugitivos, espectadores errantes que desembocaron aquí. Hay una ética de la espera y del comportamiento entre multitudes. Va a salir Nuestra Señora de las Angustias Coronada de la iglesia de San Agustín (desde 1558, Córdoba tiene una cofradía de penitencia bajo la advocación de Nuestra Señora de las Angustias sin que a lo largo de estos más de 400 años se haya visto interrumpida su actividad a pesar de las vicisitudes padecidas). Al lado del templo, frente a la casa número 1 hay un accidente en el piso que provoca el tropiezo de los nazarenos y alguno casi se cae. Era divertido verlo.

Porque a las 20:50 se abrieron las puertas del templo y empezaron a irrumpir los nazarenos con su túnica negra, el cubrerrostro con orla morada y galones de oro, el cirio blanco. Veinte minutos después se hizo el silencio: salía Nuestra Señora de las Angustias Coronada de la iglesia del siglo XIV con la música de la banda de cornetas y tambores de la Coronación de Espinas, novedad este año.

Parada frente al templo, aplauso y giro a la izquierda, viene la Virgen con su Hijo, imagen de Juan de Mesa de principios del siglo XVII, restaurada en 1976 por Peláez del Espino y entre 2010 y 2011 por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Impactante (hasta para un despistado, un agnóstico, un vocal de Podemos) ese primer tramo del recorrido, Ella con sus lágrimas y su espina (como si la acabara de sacar del cuerpo del Hijo), Él con su vientre hundido. La plaza asiste a una conmoción. Se escucha a cada poco "siempre adelante, valientes".

Primera curva de suavidad y demora, ovación y pausa antes de enfrentar Reja de Don Gome, y luego Alfaros, Carrera Oficial, Blanco Belmonte, Conde y Luque, Judería, Catedral, Cardenal González, San Fernando y Juan Rufo. Desde atrás, la imagen estática del paso con la plaza y la ciudad por delante, dispuesto a sumergirse en el misterio sin tiempo de la noche y la madrugada.

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