Semana Santa

Una estampa por la que no pasa nunca el tiempo

  • l pasiónLa cofradía de San Basilio tiene un recorrido que, salvo la carrera oficial, está declarado Patrimonio de la Humanidad

Del padre Borrego nos ha llegado su imagen a través de una litografía dieciochesca que nos lo representa regordete, cabizbajo, con el hábito basilio de mangas perdidas, ante la iglesia de su convento. Cuenta la historia que él fue el encargado de llevar a los vecinos del barrio la devoción a Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Este Nazareno enjuto, encorvado, de pesada cruz arbórea salió ayer en procesión sobre su noble paso de madera oscurecida de súplicas sobre un refrescante y a la vez penitente tapiz de iris morado. Daba igual que fuera hacia la carrera oficial que a bendecir las huertas del extrarradio, como antaño.

Los escenarios que recorrió ayer esta procesión de San Basilio son los mismos que conociera el inefable fray Agustín Borrego. Un contraguía del paso, Paco Gómez Sanmiguel, lo confirmó: "Todo nuestro recorrido, salvo la carrera oficial, es Patrimonio de la Humanidad". Los naranjos, las palmeras y los cipreses parecen que están en este entorno desde el siglo XVIII.

Esto demuestra la vinculación de siglos entre la ciudad y su Semana Santa. Los nazarenos blancos y morados recorrieron las mismas casas blancas de San Basilio, con acaso los mismos geranios; los solemnes muros del Alcázar, del Seminario, del Palacio Episcopal, de la Mezquita-Catedral. Los enormes sillares de calcarenita arrancada de las faldas de la Sierra y las gradillas de las casas, de piedra de mina traída desde el Rodadero de los Lobos, son aquéllas que un día viera el padre Borrego y acaso se sentara en ellas.

La estampa inmutable de esta procesión es su paso por el Arco de Caballerizas, pero también lo es por Amador de los Ríos, Cardenal González o la calle de la Feria. El cortejo de la Pasión efectivamente, no sale de la zona Patrimonio de la Humanidad y eso se nota. Salvo en la carrera oficial. Cualquier instante de su recorrido se puede inmortalizar en un grabado, como si hubiese ocurrido hace doscientos o trescientos años.

Lo mismo pasa con María Santísima del Amor. Cuando su paso se giró ante el Seminario y sonó la Salve se revivieron momentos de otros tiempos, cuando la polífonía vocal acompañaba a las imágenes en la Semana Santa. La Virgen del Amor, con su perfil a lo Gómez de Sandoval, ofrecía en esos momentos la imagen más de moda, la de la moda del siglo XVIII.

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