La Sangre

La duda se cierne sobre la plaza de Capuchinos

  • La hermandad de la Sangre pasea por la ciudad después de que del año pasado se volviera a mitad del recorrido

Algo tiene la plaza de Capuchinos que la hace especial, un rincón único en esta Semana Santa cordobesa en la que las horas las marcan la salida de las hermandades y las comidas se hacen aprovechando los tiempos entre paso y paso. La hermandad de la Sangre fue la encargada ayer de abrir por primera vez el portón de Santo Ángel -hoy lo hará la cofradía de la Paz- para ver salir una de las escenas de la Pasión más emotivas, el momento en el que Pilatos ante Jesús y Barrabás pregunta al pueblo a qué preso libera. Una duda que se respondió con la mirada de los cientos de fieles que se congregaron en Capuchinos. Sus ojos de ternura y resignación de Cristo, poco tienen que ver con la mirada acusadora de las imágenes que conforman este misterio y que reflejaba el sentir de ese pueblo que condenó sin piedad al Salvador.

El goteo de los minutos llenan la célebre plaza y los alrededores. El diputado mayor llama al portón sobre las 17:34. Es la hora de que el Señor de la Sangre y la Virgen de los Ángeles se pasee por las calles de la ciudad. Los fieles tienen ganas de ver a sus titulares en la calle después del intento fallido del año pasado, en el que el agua obligó a la hermandad a dar vuelta atrás a mitad del recorrido.

Ha llegado el momento. Un Cristo amarrado y custodiado por dos soldados romanos hace su aparición ante el silencio y algunas lágrimas. Esta es una de las cofradías más jóvenes y eso se refleja en la edad de los fieles que se han reunido para ver salir el cortejo. El suelo empedrado hace más admirable el esfuerzo de la cuadrilla de costaleros que en la primera levantá arrancan el ¡uy! de los presentes porque parece que se va a caer. El barullo da paso al recogimiento y a las plegarias de los devotos en un entorno que ya conoce el sufrimiento, donde la piedra cobra vida y sentimiento en un Cristo de los Faroles que acompaña por momentos a La Sangre.

Rojo sangre, precisamente, el manto de la Virgen de las Angustias, que aparece minutos después acompañada de San Juan. Ambos ya han despejado la duda que sólo un momento antes planteaba Pilatos y su rostro y lágrimas reflejan el dolor de una madre que ha perdido a su Hijo.

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