Semana Santa

El Señor de Lucena reconstruye un Viernes Santo perpetuo

  • Desde la madrugada oscura a la luz deslumbrante emanada en el Calvario, los creyentes ratifican su fe y hasta los agnósticos vacilan

Nuestro Padre Jesús Nazareno

Nuestro Padre Jesús Nazareno / M. González

De morado y amarillo, Lucena deshoja sus años por los Viernes Santo vividos. Con aroma a pebete, las promesas se humedecen y las oraciones serpentean. Entre el sonido hondo del tambor y el estadillo del torralbo, nuevo y añejo, perdura el reinado del Señor de un pueblo universal. Desde la madrugada oscura a la luz deslumbrante emanada en el Calvario, los creyentes ratifican su fe y hasta los agnósticos vacilan. Y las bullas incesantes y las orillas estratégicas unen a unos hermanos de Jesús reencontrados por la mecha de una vela que encierra multitud de motivos, nostalgias y deseos.

En Lucena nunca dejó de ser Viernes Santo, a partir de las seis de la mañana, cuando Nuestro Padre Jesús descendía a su final reversible a través del Llanete de la Capillita. Los corazones de sus hijos también se soliviantaron y abandonaron el letargo mientras la pandemia era incipiente y, un año más tarde, entretanto miles de lucentinos se aferraron a las entrañas de San Pedro Mártir y La Capillita.

Lucena, fervorosa o inconsciente, siempre necesita de la Cruz de Nuestro Padre. Ese “¡Viva Jesús por Siempre!” desgarrado por la garganta exuberante de Araceli Campillos, minutos después de la hora de Lucena, sintetiza la emoción esencial de un anclaje que fraterniza sin condiciones.

Jesús Nazareno, con el hábito mecido de las uvas, regresó para predicar que su muerte es vida eterna y, por encima de cualquier mandamiento, pregonaba que nunca se ausentó. Al Padre eterno acuden los jóvenes que le entregan su futuro y esos doctores de nuestra existencia que, en la humildad oculta de un balcón cualquiera, rezan por sus seres queridos sin reparar en un siguiente Viernes Santo.

La luz declinó y en Lucena resplandeció ese fulgor únicamente deparado por el brillo rutilante del trono en movimiento de Jesús Nazareno y unas velas que flamean cera inmortal. Al reencuentro del Señor con la Virgen de la Aurora, el Llanete de San Francisco y la calle Las Torres asistieron cientos, miles, de discípulos y, también, indecisos. Una densidad humana ingobernable plagaba de sentidos ilimitados un recorrido fugaz de tan solo ocho horas.

Lucena se reúne con Lucena cada Viernes Santo. El estandarte del anuncio desvelado, las penitentas enlutadas rodeadas por los santeros del Santo Entierro y los leales a una Virgen del Socorro que escucha otros silencios, tal vez, ávidos de mayor disimulo y discreción.

Antes de la refulgencia de los tronos restaurados de las santas mujeres Verónica y Magdalena y precediendo las enseñanzas bíblicas de San Juan Evangelista, Antonio Algar Sauca extendió un legado familiar labrado en el interior de La Capilla y debajo del timbre de Nuestro Padre Jesús Nazareno. 26 santeros de sentimientos desbordados y fuerzas inacabables. Una cuadrilla bendecida y fajada entre plegarias. Nudos celestiales en pañuelos que empapan súplicas y sacrificios inconcebibles. Portadores del futuro de Lucena y conductores de la esperanza de sus convecinos.

Las varas de la junta de gobierno de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno orientan a un aluvión de exaltaciones brotadas en infinidad de raíces. Lucena ha reedificado un Viernes Santo intocable. Ni una pandemia colmada de dolores, reclusión y soledad, apagó los estadillos resonantes en la mano derecha del Señor. Y el tambor inconfundible de la estirpe Vergara volvió a enseñar ese camino que Lucena conoce desde tiempo inmemorial.

El rezo del Miserere, inmóvil y entre horquillos. La estrechez holgada de las calles Flores o Las Mesas. Las tres bendiciones, idénticas y distintas. Las estaciones medulares en La Purísima, El Casino y la calle El Peso. Y, por la ermita de Dios Padre, Jesús volvió a ser, porque así concebimos su divinidad, con túnica y sin ninguna distinción, de los hermanos del Señor. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios