Semana Santa

Las tiendas cofrades de Córdoba dan la bienvenida a la Semana Santa de la normalidad

Inmaculada Arenas y José Arenas, propietaria y expropietario de la tienda de capirotes de Córdoba.

Inmaculada Arenas y José Arenas, propietaria y expropietario de la tienda de capirotes de Córdoba. / Lilly Rehn

Regresó la semana de la Pasión, de la fe y del arte incontenible que colma todos los rincones de Córdoba de sentimiento y aroma a incienso. La Semana Santa de la normalidad y del fin de las restricciones conquista las calles desde el Domingo de Ramos al de Resurrección. Estos son días de religiosidad popular hechos imagen, días de pasión ferviente entre palios, misterios, cirios, capirotes y levantás, y pocos los esperaban tanto como Inmaculada Arenas, Pepi López o Miguel Gallardo, propietarios de tiendas cofrades de Córdoba que han abierto sus puertas con gran ilusión.

Tras años de limitaciones e inquietud por sobrevivir a la crisis del Covid-19, los comercios relacionados con esta fiesta popular arraigada a nuestra tierra remontan con más fuerza. “Fue realmente triste y muy duro salir adelante… pero ya pasó. Y porque una no tiene una goma de borrar para eliminar todo aquello, que si no...”, lamenta Pepi, dueña de La clámide púrpura, uno de los epicentros cofrades de la ciudad situado en la calle San Pablo. “Todavía el año pasado no me creía que volviésemos. Hasta que no vi la Semana Santa en la calle no me quedé tranquila. Este año parece que hay mucha más alegría y por eso todos los días le doy gracias a Dios”, desvela.

Pepi atiende a clientes de todos los lugares del mundo desde que en 2005 se puso tras el mostrador de este pequeño comercio, que en pocos metros cuadrados reúne réplicas de imágenes cordobesas, escapularios, costales, inciensos y todo lo relacionado con la Semana Santa. “La tienda la llevaban antes unos amigos y a los años me propusieron que me quedase con ella. Yo entonces de atender al público y a las cofradías no tenía ni idea y mírame ahora, que a veces hasta pierdo la cuenta de los años que llevo aquí trabajando”, cuenta emocionada.

Pepi López, propietaria de La clámide Púrpura Pepi López, propietaria de La clámide Púrpura

Pepi López, propietaria de La clámide Púrpura / Lilly Rehn

Irrumpe entonces en la tienda un hombre que viene a recoger dos costales para procesionar estos días y tras su marcha exclama Pepi: “¿Ves? Esto sí que da alegría. Este muchacho viene de Madrid. ¡Imagínate la de gente que conozco de tantas partes del mundo! Ayer vino otro de fuera, que estuvo un tiempo en la ciudad, y probó el incienso mío de la casa y me decía: ¡Que no quiero yo otro que no sea el tuyo! Y ahí lo tengo para mandárselo”.

Miguel Gallardo, copropietario junto a su hermano de Todo cofrade, un incipiente negocio familiar ubicado en la calle María Cristina que apenas cumple cinco años, trabaja cada mañana para hacer crecer este sueño que ambos sostienen. “A mí la Semana Santa me ha entusiasmado siempre, pero esta pasión por las cofradías también nos la inculcaron mis padres desde pequeños”, asegura.

La pandemia les pilló desprevenidos después de llevar apenas tres años de apertura, por ello cuenta que se vieron obligados a subir los precios de sus artículos para poder subsistir: “El año del Covid abrimos. Vendíamos consumibles como incienso, carbón o imágenes con las que les gusta jugar a los niños, pero justo después tuvimos que elevar los precios para persistir en el negocio”, afirma. Ahora son autodidactas y fabricantes del casi 60% de los productos que ofrecen: modelismo cofrade pintado a mano, inciensos por gama de intensidad (como el intenso Cristo de Burgos), escudos bordados en prendas para todas las edades e incluso accesorios litúrgicos.

Miguel Gallardo, propietario de Todo cofrade. Miguel Gallardo, propietario de Todo cofrade.

Miguel Gallardo, propietario de Todo cofrade. / Lilly Rehn

Por su parte, Inmaculada Arenas, tercera generación al cargo de la tienda cofrade más añeja de la ciudad -que lleva su mismo nombre-, garantiza que este año la Semana Santa la están viviendo como de costumbre: “Estos días vienen a la tienda personas desesperadas a última hora porque no tienen el capirote, les queda mal o les han cambiado el cubrerrostro. En estas fechas es cuando surgen los problemas y la emoción en este negocio”, cuenta entre risas.

En la calleja Afligidos, en un estrecho pasaje en pleno Casco Histórico, se descubre este pequeño comercio famoso por haber modelado durante décadas el cartón de los capirotes de nazareno: “Esta tienda tiene 87 años de historia. Mi abuelo la fundó dentro de la vivienda familiar durante la guerra. Aquí se dedicaba a hacer los sobres de racionamiento. Luego mi padre nació en esta misma habitación en la que ahora nos encontramos. Igual que yo me crie entre estas paredes desde recién nacida e igual que ahora se cría mi niña. Por aquí hemos pasado todos”, cuenta Inmaculada.

La tienda parece un museo porque todo allí se ha conservado desde que su fundador, José Arenas, decidió abrir sus puertas a los vecinos de la zona. La tradición y el compromiso continúan y su hijo, padre de la actual propietaria, pese a estar ya jubilado, sigue apareciendo por allí para echar una mano. “De aquí no se va un nazareno sin su capirote”, asegura Arenas.

A pesar de las dificultades del gremio, las tiendas cofrades de la ciudad resisten al compás de las marchas de Semana Santa y brindan su ayuda y negocio a los más devotos de esta fiesta popular tan anhelada por muchos durante el resto del año.

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