Descendimiento

Pasión y orgullo de barrio

  • Cientos de vecinos de El Campo de la Verdad se dan cita en San José y Espíritu Santo para arropar a su hermandad.

Alrededor de las 17:30 el entorno de la Mezquita-Catedral y de la Ribera -lugar de paso para los que van desde el Centro al barrio del Campo de la Verdad- se encuentra aún más abarrotado que de costumbre. Los encantos de la Semana Santa y el puente festivo han atraído a una cantidad ingente de personas y muchas de ellas pasean mientras tratan de captar con sus dispositivos electrónicos todos los detalles de este emblemático lugar. Varios guías turísticos se encargan de que el viajero conozca los recovecos de la Judería, algún que otro músico a pie de calle se intenta ganar la vida interpretando varias piezas junto a la Puerta del Puente -y confiere de esta forma un matiz bohemio al paseo-, una pareja se hace un selfie con los Sotos de la Albolafia como fondo paisajístico y otra, por cuyo acento debe vivir por encima de Despeñaperros, traza sobre un mapa de la capital los lugares ideales para ver las procesiones de este Viernes Santo.

Mientras todo este ocurre, a la otra orilla del Guadalquivir hay un barrio que ha paralizado sus actividades cotidianas y se ha volcado a la calle en una manifestación conjunta de devoción, religiosidad, cultura y tradición. Esperan a su Cristo -ya muerto- y a su Virgen. Los vecinos aguardan a la última cofradía que saldrá en esta Semana Santa de la otra vera del río. El Campo de la Verdad, aquel antiguo arrabal, espera impaciente. Luce brillante y bullicioso, con vida propia.

Son las 18:00 y con la más absoluta puntualidad se abren las puertas de la parroquia de San José y Espíritu Santo y la cofradía planta su cruz de guía en el paseo Cristo del Descendimiento, como ya lo hizo el pasado Lunes Santo la hermandad de la Vera Cruz, con la que comparte sede canónica. Los penitentes que tienen previsto salir detrás del paso se apartan para dejar paso al cortejo, la banda de música espera junto a la pared de la iglesia, algunos de los nazarenos saludan a los vecinos y los padres se preocupan para que a las esclavinas no les falta de nada en las casi ocho horas de recorrido que tienen por delante. Pasados diez minutos de las seis, el dorado misterio del Cristo del Descendimiento se descubre ante la multitud. Tras la primera revirá, y antes de la primera levantá, uno de los vecinos regala desde un balcón situado junto al templo una saeta que consigue interrumpir todas las conversaciones. Suena la primera marcha y el paso es lento. El barrio no pierde detalle de cada una de las figuras que componen el misterio. A los diez minutos, el palio de Nuestra Señora del Buen Fin, bajo el acompañamiento musical de María Santísima de la Esperanza de Córdoba, baja la cuesta del Paseo del Descendimiento para dirigirse al Puente Romano. Allí, el cortejo, escoltado por la Calahorra, recibe el cariño de una multitud. A la cofradía aún le quedan por delante más de siete horas para mostrar a Córdoba el orgullo y la pasión de su barrio.

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