Semana Santa

Y Jesús yace ya muerto para resucitar en Santa Marina

  • Córdoba vuelve a volcarse con sus hermandades en su día más grande, el que ha puesto casi el colofón a una más que impresionante y sobresaliente Semana de Pasión.

MAÑANA de visita a los monumentos, mañana de sentido vía crucis. Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera: soy un novio de la muerte que va a unirse en lazo fuerte con tan leal compañera. El Tercio Gran Capitán, primero de la Legión, canta el himno de este cuerpo militar mientras porta al Cristo de la Caridad en su recorrido del Viernes Santo hasta la Santa Iglesia Catedral. Hace más de medio siglo el Tercio Gran Capitán fue nombrado hermano mayor honorario de La Caridad. Desde entonces, ha participado casi todos los años en el desfile de la hermandad del Jueves Santo, y el Viernes Santo. Se repite la tradición. Los legionarios, junto a un nutrido grupo de cofrades de la Caridad, reviven en 14 estaciones el camino de Cristo hasta el Calvario.

Un Cristo que a las cuatro y media de la tarde parece transformarse en el de la Clemencia cuando parte desde Capuchinos junto a la Señora de Córdoba, la Virgen de los Dolores. Para ella no es una estación de penitencia más, es la de su Año Jubilar, el año en el que se conmemora el 50 aniversario de su coronación canónica -momento histórico que se produjo el 9 de mayo de 1965-. Los aplausos no cesan en su primera levantá, mientras las monjas y mayores de San Jacinto no pierden detalle de cómo la Señora de Córdoba y el Santísimo Cristo de la Clemencia avanzan lenta pero decididamente sobre el empedrado de la plaza creando un clima de respeto y devoción al compás de la Banda de Música Nuestra Señora de la Estrella y de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Redención, respectivamente.

Justo cuando la estación de penitencia de Los Dolores está a punto de entrar en la Judería, las calles de Córdoba reciben -a las seis de la tarde- al Santísimo Cristo del Descendimiento y a Nuestra Señora del Buen Fin, el orgullo del Campo de la Verdad. Cuatro nuevas bocinas con sus paños bordados en oro abren el cortejo al tiempo que también brillan con luz propia las diez varas de presidencia que la hermandad, la del Descendimiento, estrena. En el Misterio -dirigido como capataz por Rafael Casado-, la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora de la Fuensanta pone el toque musical, mientras que en el palio -cuyo capataz es Andrés Moya- hace lo propio la Banda de Música María Santísima de la Esperanza. Los flashes de los fotógrafos no paran; sobre todo, al paso por el Puente Romano, cuando detrás del Misterio del Descendimiento se aprecia la Torre de la Calahorra de fondo. También de regreso ya en la oscuridad del Sábado de Gloria destaca la belleza de los dos pasos teniendo como fondo la iluminada Mezquita-Catedral y el Arco del Triunfo. El paso previo por las angostas calles de la Judería es otro de los puntos brillantes del recorrido, así como el reencuentro de vuelta con su barrio, arropada por el calor de su gente que se quiere despedir de ella, de Su Hermandad con mayúsculas, hasta el año próximo.

Un cuarto de hora después de que las calles le den la bienvenida al Descendimiento, Santiago se torna en doloroso silencio. María Santísima de la Soledad calla Agustín Moreno en su cortejo franciscano en el año en que se cumplen 40 años de la fundación de su hermandad por un grupo de cofrades de la Hermandad de La Paz y Esperanza. La Santísima Virgen mira atormentada delante de la Cruz en la que ya no está clavado su hijo, cuya corona de espinas lleva en las manos, "aliviando el dolor de quienes se han encomendado a ella", como susurra en voz baja mientras la observa con dulzura y esperanza una de las muchísimas fieles que se han concentrado a las puertas de Santiago. María Santísima de la Soledad parece devolverle la mirada a esa fiel, Paqui, mientras se encamina hacia la Santa Iglesia Catedral como si en el primer templo de la Diócesis fuera a encontrarse con Jesús.

Justo cuando La Soledad entra en Carrera Oficial -a las siete y media de la tarde-, muy cerca de allí, desde San Pablo, parte La Expiración, que no falta a una cita con el Viernes Santo desde el siglo XVII, a no ser que las inclemencias meteorológicas lo impidan. El Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del Silencio van acompañados por el trío de capilla. Nuestra Señora del Rosario en sus Misteriosos Dolores Coronada desfila con la ecijana Agrupación Musical Amueci. Imponente se muestran los alrededores de San Pablo, tan imponente como se ve el paso de palio de Nuestra Señora del Rosario, conjunto diseñado originalmente por Fray Ricardo de Córdoba, que fue bordado en la pasada década de los 70 por las religiosas filipenses de Sevilla y que este Viernes Santo presenta un frontal renovado que ha modificado en parte la imagen de sus caídas delantera y trasera. En esta ocasión el encargado del bordado ha sido el hermano de La Expiración Antonio Villar. "La segunda fase de la mejora del palio la podrá contemplar la gente en junio", apunta a un amigo Juan Sánchez, uno de los jóvenes que se han congregado en la salida, tras echar un vistazo a una pequeña guía de la Semana Santa 2015. "Es que la Virgen del Rosario participará en junio en la Magna Mariana", añade Juan.

Esa misma guía les recuerda a los dos jóvenes que la Hermandad de la Expiración, "desde su reorganización de 1918, radica en San Pablo, antiguo convento fundado por Fernando III en 1237 tras la Puerta de Hierro de la ciudad, situada donde hoy está el inicio de la calle Alfonso XIII, y que perteneció a la Orden de Predicadores de Santo Domingo hasta final del siglo XIX cuando los misioneros claretianos Hijos del Corazón de María llegaron a la ciudad", lee Juan. "Vamos, que con un poco de suerte pillamos al Santo Sepulcro por la Catedral", le insiste en ese momento a Juan su amigo. "Son algo menos de las ocho menos cuarto de la tarde, el Santo Sepulcro salió a las siete y aquí pone que llegará al interior de la Catedral a las ocho y media. Nos da tiempo", contesta el joven. No obstante, se aventuran a acercarse hasta la plaza de la Compañía -donde hace ya más de una hora que no cabe un alfiler. Por la puerta de la iglesia está apareciendo el paso de palio de Nuestra Señora del Desconsuelo en un momento en el que Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro ha dejado ya la plaza y se encamina hacia Blanco Belmonte. Cristo yace, el luto se palpa, se siente, se respeta. Tanto las numerosas personas que permanecen en la plaza como aquellas otras que van recibiendo por las calles a Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro y a Nuestra Señora del Desconsuelo no pueden evitar sentir muchísimo respeto gracias también al esmero de la hermandad, muy cuidadosa con todos los detalles de su estación de penitencia, impresionante, sobre todo, en su recorrido por el interior de la Santa Iglesia Catedral, tan impresionante como el trabajo de los costaleros del Santo Sepulcro a la hora de las salidas y entradas procesionales de ambos pasos. Jesús yace ya muerto en Córdoba para resucitar mañana en Santa Marina.

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