Pasión en Sepia

Gloria Nazareno

El paso de Jesús Nazareno, que antes procesionaba el Martes Santo, entrando por Claudio Marcelo.

El paso de Jesús Nazareno, que antes procesionaba el Martes Santo, entrando por Claudio Marcelo. / Ricardo / Fundación Cajasur

El Martes Santo, tras la desaparición de la hermandad del Huerto en los años sesenta del pasado siglo, fue un día exiguo de cofradías por las calles cordobesas. Los años setenta fueron de revitalización cofrade en la ciudad. Vienen aires de renovación y el mundo de las cofradías, a pesar de alguna que otra traba, comienza a desperezarse. Hay interés entre la juventud en la Semana Santa. Se fundan algunas corporaciones, se revitalizan otras y otras renacen de sus cenizas. Las cofradías pueden tener momentos de crisis, pero las devociones son tan fuertes que hacen que el cualquier momento, un grupo de fieles y devotos, retome lo que el tiempo, el hastío, o la abulia, hizo perderse.

Hubo tiempos pretéritos de esplendor para muchas cofradías. Algunas, las menos, integraron lo más granado de la sociedad y aristocracia cordobesa, llegando incluso a ostentar el título de realeza por decreto de algún monarca. Con el tiempo, alguna fue perdiendo vigor hasta extinguirse y quedar postrada en el olvido. Solo queda el recuerdo. La corona real, los blasones y la nueva burguesía no fueron capaces de sostener la corporación, pero la devoción se mantenía firme en los cordobeses, que añoraban la figura con la cruz sobre los hombros de Jesús Nazareno.

Conato de revitalizar la corporación a finales de los años treinta. Se celebran en el convento de las Hermanas Hospitalarias, cultos en honor al Señor de los Señores. Destacados predicadores son los encargados de loar a Jesús Nazareno. El rescoldo toma de nuevo vida e incluso la imagen procesiona por las calles de la ciudad desde la fernandina iglesia de San Lorenzo en 1940. El proyecto no acaba de fraguar. La imagen de Jesús deja de hacer estación de penitencia. El culto es mantenido por la religiosa del convento donde se custodia.

El tiempo ha pasado. La devoción al Señor se mantiene intacta. Un grupo de jóvenes pretende revitalizar su culto, aunque el interno se ha mantenido, y volver a salir en procesión por las calles de la ciudad. El engranaje comienza a moverse. La autoridad eclesiástica aprueba sus estatutos y la hermandad recobra de nuevo vida, iniciándose así una nueva etapa. Las religiosas de la Congregación Hospitalaria de Jesús Nazareno han velado por el patrimonio material que tuvo la cofradía, aún así hay que partir prácticamente de cero.

Jesús Nazareno. Jesús Nazareno.

Jesús Nazareno. / Francisco Román

Amanece el Martes Santo. Es final de marzo del año 1972. En el convento, así como en los patios del colegio, hay un movimiento inusual. Todo se ha dispuesto. La efigie de Jesús se encuentra entronizada en su peana de plaza, la misma que labrara Cristóbal Soto en el siglo XVIII. Sobre sus hombros, la cruz, también de argénteo metal, marcada por el punzón de Francisco Parias con contrate de Martos, en el siglo XIX. Viste túnica de terciopelo grana con ricos bordados en oro, salida de las manos de las Hermanas Hospitalarias. Todo está dispuesto sobre el paso que Andrés Valverde ha labrado para la ocasión, combinando el color sobrio de la caoba con los brillos níveos de la plata.

Llegada la hora la cruz de guía inicia el cortejo. Los nazarenos ya no visten de purpura, ni tampoco lucen un pendón de blanco damasco con la Cruz de Jerusalén, todo es más sobrio. En completo silencio las filas de hermanos penitentes, han adoptado el hábito negro con escapulario y ceñidor franciscano. El cirio al cuadril, como la tradición marca en las cofradías de luto. La procesión sube la calle San Pablo de forma ordenada, mística y ceremoniosa, despertando la admiración de cuantos contemplan la escena.

El recuerdo de otras épocas se hace latente, cuando la cofradía era santo y seña entre las devociones de la ciudad. Hoy todo es sobriedad. No hay coronas reales, tampoco blasones. La única corona es el espino que lacera la frente y sienes del Señor, y el blasón es la pesada cruz que porta sobre sus hombros camino del Calvario. Una estampa recuperada para la Semana Santa de Córdoba.

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