Pasión en sepia

Getsemaní cordobés en la Axerquía

  • La jornada es la de las cofradías más jóvenes. La decana del día, la salesiana del Prendimiento, fue fundada en los albores de los años cincuenta del siglo pasado

  • Lunes Santo: La muerte venció a la muerte

La Hermandad del Huerto por las calles de Córdoba.

La Hermandad del Huerto por las calles de Córdoba. / Archivo Cajasur

Es Martes Santo. Se hará extraña la jornada una vez más. Todo está perfectamente dispuesto, pero un día más las cofradías no saldrán a la calle. Córdoba, por segundo año consecutivo, está viviendo una Semana Santa sin vida de cara al exterior. Los hermanos, devotos y el pueblo fiel visitan los templos, donde las distintas hermandades rinden culto a las imágenes de sus titulares. La Semana de Pasión que se está viviendo es tal vez más intima, más interior, más para el espíritu que para el disfrute de los sentidos.

La tarde se torna melancólica. La jornada es la de las cofradías más jóvenes de la Semana Santa de Córdoba. De hecho, la decana del día, la salesiana del Prendimiento, fue fundada en los albores de la década de los años cincuenta del siglo pasado. En nuestro recuerdo están muy presentes los cambios surgidos a raíz de la eclosión de nuevas hermandades a finales del siglo XX. Todo es tan reciente que se recuerda de forma nítida y clara. En San Andrés, el encuentro de Jesús con su Madre es el Buen Suceso de la tarde, mientras en la plaza de la Trinidad, la santa mujer Verónica le enjuga el rostro, tras haber sido despreciado por el pueblo judío en la plaza del Cardenal Toledo, para poco después mostrar las terribles marcas de la pasión por San Rafael y posteriormente de haber agonizado en el barrio del Naranjo. Savia nueva para una Semana Santa que se ha visto cercenada de raíz por la desgracia que nos cubre de dolor y muerte desde hace un año sin ser invitada.

Nuestros recuerdos están presentes, así como nuestra añoranza. En la mesa camilla el humo se eleva de la taza de café y los pestiños y torrijas endulzan la nostalgia. De cuando en cuando por la ventana se cuela el aroma del azahar. Flor blanca cincelada por la primavera cada año y que está inexorablemente asociada a la Semana Santa.

Su fragante olor nos evoca una calle de Córdoba, la de la Feria, como siempre se le conoció y se le conoce. Nos trae recuerdos de decenios ya lejanos en el tiempo. De noches cerradas de Martes Santo, cuando, de la que fuera casa grande de la Orden Franciscana en Córdoba, salía con sus tres pasos la hermandad de la Oración en el Huerto. Cofradía clásica, de raigambre y prestancia en los tiempos de antaño.

Tradicionalmente asociada al gremio de los hortelanos cuando radicaba en la desaparecida iglesia fernandina de San Nicolás de la Axerquía, donde contaban, se exhibía la magnífica imagen del Señor en una urna, dejando al descubierto un pie para ser besado por los fieles, si bien la leyenda urbana nos dice que fue realizado por su escultor en noble competencia con otros artistas de las gubias, raspines y escofinas.

Cofradía de tiempos de esplendor que a principios del siglo XVIII contrató con el maestro retablista Diego Ruiz de Paniagua una cruz guiona en maderas tropicales, carey y plata, hoy desaparecida, posiblemente en los tiempos que la francesada saqueaba iglesias y conventos expoliando el rico patrimonio que en aquellos se conservaban.

Atrás quedaron los Martes Santos donde la cofradía del Huerto, con los hábitos variados de sus cofrades, grises con capa negra en el paso de la Oración y blancas en el Señor de la Columna y Dolores Gozosos, convertía la Axerquía cordobesa en el jardín de Getsemaní de occidente.

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