Semana Santa

Entusiasta espíritu trinitario

  • La Hermandad de la Santa Faz realiza su estación de penitencia al completo después de tres años en los que la lluvia la frustró

EL espíritu trinitario flotaba en los alrededores de la calle Lope de Hoces ante la salida de la Hermandad de la Santa Faz mientras la Agrupación Musical Virgen de las Lágrimas de San Fernando (Cádiz) tocaba una pegadiza melodía que para los menos flamencos era desconocida. La leyenda del tiempo, de Camarón, preparaba el ambiente para el sueño cofrade que se iba a hacer realidad unos minutos después: el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su encuentro con la Santa Mujer Verónica cruzaba el arco de la puerta lateral de la iglesia de la Trinidad tras dos años sin poder realizar su estación de penitencia por la lluvia. A esto hay que añadir un tercer año en el que la hermandad tuvo que suspender su paso por la Catedral debido al mal tiempo y modificar su recorrido de regreso.

El tiempo, siempre el tiempo... El tiempo, que incluso hace que los desconocidos comenten entre sí las previsiones meteorológicas y "la sabiduría de la gente del campo con las cabañuelas".

Pero por fin las campanas repicaron de entusiasmo, el sol salió -y vaya si salió- haciéndose paso entre las nubes, y cordobeses y turistas pudieron disfrutar de las imágenes de esta cofradía. Una escasa lluvia caída por la mañana hizo temer lo peor, pero finalmente los cofrades pudieron gozar del Martes Santo en todo su esplendor.

En la puerta de la iglesia de la Trinidad no cabía un alfiler, sobre todo con muchos jóvenes vinculados a la hermandad. También esperaban por la zona muchos jóvenes costaleros y muchos jóvenes nazarenos, nueva sabia para la cofradía de la Santa Faz, una de las que más atrae a la juventud. Un futuro que se vislumbra desde los numerosos niños de esclavina y los bebés que acompañan a sus padres costaleros a lo largo del recorrido.

Al llegar el momento de la salida del Misterio -con canastilla barroca de caoba-, la multitud calla y el Nazareno se va acercando poco a poco hasta el dintel. Con mesura y suavidad, logra salir al exterior y, una vez allí, los costaleros lo levantan a pulso, luciéndolo mientras un intenso sol resplandece en sus potencias.

Tras él sale María Santísima de la Trinidad, vestida con saya de tisú de plata y con su palio -con crespón negro en un varal- adornado con rosas y alhelíes blancos, y con su típica cruz trinitaria sobre la bambalina frontal.

Milímetro a milímetro, los costaleros consiguen sacar el palio de la Virgen, casi arrastrándose, para después levantarlo también a pulso y acabar de montar su estructura. Entonces el espíritu trinitario vive su esplendor. "No hay Dios sin Trinidad", grita el capataz a los hermanos costaleros. Y justo antes de tocar el llamador para encaminarse hacia la Judería los anima: "¡Vamos a defender el espíritu trinitario!".

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