La Fundación Psicopediatría de Sevilla comenzó su actividad en 1973, constituida por un grupo de familias con hijos con discapacidad intelectual para atender sus necesidades en edad escolar. En 1975, su forma jurídica pasa al de ser una asociación de padres, denominada Asociación Instituto de Psicopediatría. En 2008, se crea la Fundación Psicopediatría de Sevilla como entidad no lucrativa, declarada de utilidad pública, la cual en 2009 subroga los conciertos existentes con la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales y la Consejería de Educación que con la Junta de Andalucía tenía en vigor la Asociación. Su actividad hoy día abarca un Colegio de Educación Especial, un Centro de Día con Terapia Ocupacional, un Centro de Día para personas con discapacidad intelectual y gran dependencia y la Residencia de Gravemente Afectados La Motilla.

Según explica, Elena Blasco, gerente de la Fundación Psicopediatría de Sevilla, entre sus valores destaca la experiencia, la innovación y la calidad en un compromiso constante con la mejora continua. “Nacimos en 1973 y disponemos de una larga trayectoria y de un equipo multidisciplinar competente y profesional que exige formación y conocimiento constante”. Además, subraya su apuesta por la equidad, donde “cada persona es única y le proporcionamos una atención personalizada e integral”, y por la inclusión, “promoviendo la eliminación de barreras sociales, laborales, familiares y educativas”. Toda esta filosofía se plasma en una actividad que demuestra su defensa por la dignidad y los derechos de las personas con discapacidad intelectual, el apoyo a las familias para mejorar sus condiciones de vida y la promoción de la integración escolar, laboral y social de estas personas.

Elena Blasco, gerente de la Fundación Psicopediatría de Sevilla

Por otro lado, trabajan activamente para que la sociedad sevillana conozca el mundo de la discapacidad y, por ello, “hemos creado el programa ‘Mostrando Diversidad’, que favorece la visión hacia el exterior; mostramos las capacidades para fortalecer la socialización con visitas a centros escolares, donde los alumnos de la Fundación explican su día a día y también recibimos visitas a nuestro centro impulsando la convivencia”, explica Blasco, que también es presidenta de la Asociación Provincial de Sevilla a favor de las Personas con Discapacidad Intelectual (Aprose).

Con este tipo de visitas a otros centros han sido pioneros en su ámbito; al igual que en otras iniciativas, como el proyecto desarrollado con el Observatorio de Salud del Ayuntamiento de Sevilla en lo referente a lo afectivo-sexual. “Un tema que ha sido negado o silenciado hasta ahora; la educación en lo emocional y sexual es un derecho de todas las personas tengan o no discapacidad”, subraya. El proyecto cuenta con la participación de una sexóloga especializada. De ahí, surgió un estudio de calidad de vida y sexualidad con el consistorio hispalense. Este estudió se publicó y eso propició la participación como ponentes en las jornadas anuales ‘Yo también siento’. En la misma línea, han sido pioneros en el abordaje de otros aspectos sensibles en este colectivo, como el duelo en las personas con discapacidad.

Carlos, Conchi, Laura, Desiré y Mari Carmen son algunas de las usuarias de Centro de Dia Ocupacional San José.

En los últimos años, la entidad ha desarrollado el proyecto RSCAP, Responsabilidad Social de Capacidades, en un guiño a las siglas de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de las empresas. “El objetivo de este programa es la inclusión social y laboral de las personas usuarias del Centro de Día Ocupacional San José a través de convenios de colaboración con empresas, para participar así activamente en la fase de producción de estas empresas fomentando de manera práctica la sensibilización, visibilidad, normalización y, por tanto, la transformación social tanto en el mercado laboral como en la sociedad en su conjunto”. Todo ello incide en la cohesión, las relaciones, la satisfacción laboral, el trabajo en equipo y la productividad.

Desde el cuidado de una granja avícola, jardinería y huertos; hasta la producción cuidada de tapices en telares, el ensamblaje de piezas o el envasado de guantes, los trabajos realizados por los usuarios de la Fundación son un ejemplo de integración y trabajo profesional.

Maite y David durante la realización de actividades de jardinería.

Sus programas de intervención pasan por la autonomía y el cuidado personal, la mejora en las condiciones físicas y de salud, las habilidades cognitivas y de comunicación, las habilidades domésticas y de la vida diaria y el fomento de las habilidades sociales y de participación en la comunidad.

Un paseo por sus instalaciones muestra de modo cristalino la calidad humana de las personas usuarias y los profesionales que componen esta comunidad. “Es importante que la sociedad cambie su percepción sobre muchas cosas. Hay que concienciar a la sociedad de que somos imprescindibles para muchas personas. Sería importante que los centros de educación especial tuvieran una titulación”, subraya Blasco.

Además de pertenecer a las Federaciones del sector, la entidad realiza convenios y colaboraciones con universidades, pymes y empresas para seguir sumando proyectos y recursos y poder seguir atendiendo a las cerca de 190 familias a las que atienden.