La traslación de la política nacional

puerto del calatraveño

Los desencuentros y el malestar entre los partidos en el ámbito nacional se mudan a las instituciones municipales, donde ya es difícil saber quién va con quién y cuáles son las alianzas

Ángel Robles

20 de marzo 2016 - 01:00

LOS encontronazos, los malos modos y el malestar que imperan en la política nacional desde las últimas elecciones generales han empezado a copiarse en el ámbito municipal, donde las estrategias y los entendimientos son cada vez más vaporosos y los desencuentros bailan al son de lo que dictan los líderes nacionales. Ha quedado esta semana más que patente en el Pleno de la Diputación de Córdoba, uno de los más broncos en lo que va de mandato. Incomprensiblemente, porque la mayoría de los puntos, tras el debate, salieron adelante por unanimidad.

Tal y como ha ocurrido en el Congreso de los Diputados entre Ciudadanos y el PP, dos partidos que en principio estaban condenados a entenderse y por los que muchos apostaban para formar gobierno, también en el palacio de la Merced este hermanamiento se ha roto. El único diputado provincial de la formación emergente, David Dorado, escenificó una ruptura con los populares que sorprendió a la corporación. Durante una intervención para debatir, precisamente, el futuro de las diputaciones, Dorado se recreó en todos aquellos tics que la llamada nueva política aborrece de la antigua para justificar la supresión de estas entidades supramunicipales, tal y como defiende el líder de su partido, Albert Rivera.

El catálogo de males es de sobra conocido: falta de transparencia, solapamiento de competencias, colección injustificada de cargos públicos... La diferencia es que Dorado terminó su parlamento con una referencia personal al portavoz del grupo del PP, Andrés Lorite, en un ataque injustificado más propio de la vieja política que de esta nueva que, supuestamente, lucha por el entendimiento y por hallar puntos en común: "Soy ingeniero y si se cierra esto -argumentó Dorado-, yo vuelvo a mi despacho. Y el señor Lorite, ¿qué haría?".

La interrogación quedó flotando en el aire como un incómodo nubarrón gris de primavera. Tanto, que la otra representante de la nueva política, la portavoz de la agrupación de electores Ganemos, María de los Ángeles Aguilera, tuvo problemas para desarrollar su discurso presa del nerviosismo. "Detesto miedo y tensión", acertó a decir.

"Hay un partido que se ha quitado la careta", respondió luego Lorite, que tiró de adjetivos ya oídos en el líder nacional de su partido, Mariano Rajoy, para etiquetar a su adversario. "Ha sido una actitud ruin, mezquina e insolente", respondió a Dorado, a quien acusó de defender su argumento atrapado en la "ignorancia pura". Un ejemplo: "En la Diputación -contraargumentó- no hay falta de transparencia, sino de conocimiento".

Con el PP y Ciudadanos condenados a no entenderse, el PSOE se convirtió también en la Diputación en el nexo de unión para unos y para otros; la diferencia, claro está, es que en el palacio de la Merced cuenta con una holgada mayoría y en el Congreso los números no cuadran. Así, pese a la gresca y las disputas, el equipo de gobierno logró sacar por unanimidad 25 de los 27 puntos puntos debatidos, ejemplo de esa centralidad que ahora reivindica su líder nacional, Pedro Sánchez, a quien unos y otros acusan de querer estar con los opuestos. No tuvo problemas el PSOE provincial para aceptar la comparecencia de la diputada Dolores Amo, que en abril dará explicaciones sobre la actualidad del Consorcio Provincial de Prevención y Extinción de Incendios, como demandaba el principal partido de la oposición; ni, por ejemplo, para reclamar a la Junta de Andalucía la construcción de la autovía A-306. Un entendimiento, por cierto, que debería cundir de ejemplo para lo que ocurre en las altas esferas políticas. Aquí sí que existe una gran diferencia.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último