Un punto de peregrinación al lugar donde se inició en el siglo XVI la reforma del clero español
Le prohibieron viajar a América y mantuvo relación con varios grandes santos españoles
La localidad de Montilla cuenta en su haber con dos santos que trascienden las meras fronteras locales, algo que no es muy habitual. De una parte está San Francisco Solano, cuyo año jubilar está a punto de empezar, y con legión de devotos en hispanoamérica, donde es patrón de varias localidades.
De otra parte, está la figura de San Juan de Ávila, una de las más importantes en la historia de la iglesia del siglo XVI. Este manchego de Almodóvar del Campo (Ciudad Real) recaló en Córdoba tras formarse en leyes en Salamanca e intentar embarcarse en Sevilla camino de las Indias, algo que le prohibió el arzobispo hispalense.
Frustrado en su intento, inició una carrera eclesiástica que se basó en la fuerza de la predicación y en el intento de reformar la situación del clero en España. San Juan de Ávila, que está en puertas de ser declarado por la Santa Sede Doctor de la Iglesia, está considerado como todo un maestro de santos.
Predicó en el entierro en Granada de la emperatriz Isabel de Portugal y la homilía debió ser de tal calado que el duque de Gandía, encargado del traslado del cadáver, decidió cambiar de vida y "servir a un Señor al que no se comen los gusanos". Con el paso del tiempo sería conocido como San Francisco de Borja.
San Juan de Ávila tuvo también estrecha relación con San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila, fray Luis de Granada y San Pedro de Alcántara. San Juan de Dios solía visitarlo mucho en Montilla, aunque no se atrevía a entrar en el pueblo y lo esperaba en el lugar que actualmente se conoce como el Llanete de la Cruz.
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