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La localidad cordobesa de Montoro, asentada sobre un meandro del Guadalquivir, ha batido el récord de temperaturas de España con los 47,2 grados centígrados registrados este sábado. La ola de calor bautizada en Italia como 'Lucifer' parece rivalizar así con la popular Diablilla, un personaje ancestral entre los montoreños que cada año, en la víspera de San Bartolomé (23 de agosto), se afana en asustar a niños y mayores, aunque la realidad es que nada da más terror que pasar una siesta de agosto en la plaza de España del municipio. Lo recorremos en esta galería gráfica.
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Si Écija es la sartén, Montoro es el fogón de Andalucía. La afirmación la certifican los datos oficiales que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) recopila verano a verano. Llega San Juan y puede decirse que los elementos de la naturaleza se confabulan en este municipio del Alto Guadalquivir cordobés próximo a los 10.000 habitantes: un cielo azul y limpio coronado por un sol que ciega y que eleva los termómetros por encima de los 40 grados casi a diario, alcanzando con frecuencia la máxima de toda la península. Este sábado, 14 de agosto, se ha batido el récord: 47,2 grados. En la fotografía, el sol, como una bola de fuego, sobre la calle Antonio Garijo.
El Charco y la plaza de España son los dos ventrículos del corazón que hace latir la localidad. Los une la calle Corredera, en la imagen, arteria comercial y vital, cubierta estos días por unos toldos de lona. A primera hora de la mañana los montoreños pasean con tranquilidad, siempre buscando las sombras, hacen cola en los bancos, van al mercado, charlan en las terrazas. Y conforme avanza la jornada llegan las prisas, los carros de la compra avanzan a trompicones, las mascarillas dejan asomar las narices, las puertas se cierran y las persianas caen. Pese al calor, hay fachadas cubiertas de macetas. Parece un milagro.
En el número 73 de la calle Corredera, hay un comercio en el que detenerse. Lo regenta desde no se sabe bien cuándo Alfonso Hidalgo, que presume de dos cosas: es uno de los últimos esparteros de España y en su comercio no hay aire acondicioando ni calefacción. Alfonso cuenta que su local se refresca mediante la corriente que hace la puerta de entrada con otra opuesta que da al río Guadalquivir, como antaño se aireaban las casas.
El reloj de San Bartolomé da las doce y una bocanada de aire caliente desemboca en la plaza de España, donde confluyen la casa consistorial, la parroquia, los asuntos de importancia y más de 40 grados centígrados. El sol brilla sobre los cogotes y unos jubilados se levantan a cámara lenta de un banco de forja en lo que parece un movimiento de huida. Los montoreños bromean con que un mediodía de verano en este punto puede cauterizar unas hemorroides: si Montoro es un fogón, aquí deben estar los quemadores. A la cabeza se vienen todas las hipérboles posibles porque el CALOR aquí se escribe y se pronuncia con letras mayúsculas aunque apenas se levante la voz.
Cruzando el Puente Mayor, en el barrio del Retamar, el bar Sol Zapatilla extiende los manteles. Desde el comedor, el casco antiguo se precipita sobre el Guadalquivir como una cascada de casas blancas sobre las que asoma la torre rojiza de San Bartolomé, una aguja incandescente. Hay que mirar varias veces: no es una fata morgana, aunque podría serlo. Desde el otro lado de la barra, Manuel Cabrera, el propietario, explica que fue su padre quien nombró “Sol” al negocio por razones obvias. “Aquí el solano da fuerte”, dice sin extenderse, porque no hace falta justificarlo en este rincón de Andalucía. Más tarde, lo apellidó “Zapatilla”, como la familia se conoce entre los parroquianos.
“El Ayuntamiento lleva años trabajando para hacer una ciudad más habitable. En colaboración con el centro comercial abierto, se han instalado toldos para que el paseo de los vecinos sea más agradable. Y estamos inmersos en un programa de plantación de arbolado”, explica la alcaldesa, Ana María Romero (PSOE). En la imagen, otra perspectiva de la calle Corredera.
Dan las cuatro y los aparatos de aire acondicionado zumban como reactores en balcones y azoteas. Las calles se quedan vacías, solo transitadas por algún vehículo ocasional y por el calor, que adquiere a la hora de la siesta una entidad con peso y que es como un vecino vocinglero al que se le cierran las puertas. En Cantones o Don Lorenzo, incluso hay gruesas cortinas estampadas en las fachadas que sirven de parapeto contra la flama. En la imagen, vecinas de la calle Antonio Garijo.
Una carretera secundaria que desemboca en otra carretera secundaria se retuerce antes de llegar a la central hidroeléctrica de la Vega Armijo, propiedad de Endesa, donde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) tiene instalado el pequeño observatorio automático que certifica que la zona soporta un calor de récord. A 163 metros sobre el nivel del mar y a orillas del Guadalquivir, la instalación que ha hecho dudar a los expertos, como la propia Aemet reconoce, se ubica en el término de Montoro, aunque el acceso es más fácil desde la vecina Villa del Río, ya en el límite con Jaén. En la imagen, un repartidor a primera hora de la mañana en la plaza San Miguel.
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