El olivar como atractivo mundial
puertodelcalatraveño
¿Es compatible la declaración del paisaje de olivar como Patrimonio de la Humanidad con el desarrollo de los municipios y la construcción de infraestructuras? Las dudas están ahí
Allá donde llega la vista, se extienden los olivares. Los cultivos rectilíneos dibujan figuras geométricas en los cerros y abrazan pueblos de casas bajas. A veces una construcción blanca motea el horizonte; hay caminos que zigzaguean entre lomas pintadas a pinceladas de verde oscuro y se pierden en la lejanía; las parcelas irregulares se suceden, una veces un rectángulo perfecto, otras trapecios que encajan como un puzzle gigante, siempre líneas paralelas de árboles que parecen no querer tocarse. La descripción puede corresponder a la Subbética, el Guadajoz, el Valle del Guadalquivir o Sierra Morena, porque el aceite de oliva se ha convertido en asidero de la economía de los municipios cordobeses. Y ahora, además, opta a ser reconocido como Patrimonio Mundial por parte de la Unesco por su singularidad paisajística.
El entorno de Zuheros, con el antiguo Tren del Aceite, y los olivares del Piedemonte, en la Subbética, y el ámbito de Montoro y el molino de San Fernando, en el término municipal de El Carpio, son los sitios de la provincia destacados en el expediente cerrado esta semana por parte de la Diputación de Jaén. El dossier se encuentra ya en manos de la Junta de Andalucía, que previsiblemente lo entregará en los próximos días al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, para que a su vez lo eleve a la Unesco.
Córdoba, en concreto, aspira a proteger 10.993 hectáreas de paisaje, ampliado a 101.100 si se tiene en cuenta la zona de amortiguamiento. Los municipios incluidos en la provincia son Luque, Zuheros, Cabra, Doña Mencía, Lucena, Carcabuey, Priego de Córdoba, Almedinilla, Montoro, Adamuz, Pozoblanco y El Carpio. La aspiración, no obstante, es mucho mayor, y abarca buena parte del territorio de Jaén y parte de Granada, Málaga, Cádiz y Sevilla. El presidente de la Diputación de Jaén, el socialista Francisco Reyes, que lidera el proyecto, se refirió el miércoles de hecho al recorrido "geográfico y cronológico" que presenta el expediente: los acebuchales de Cádiz; los olivares vetustos y milenarios de Álora y Periana en Málaga; el olivar nazarí del Valle de Lecrín en Granada; el patrimonio arqueológico y productivo que se representa en ciudades medias cordobesas como Lucena, Priego de Córdoba y Cabra; el olivar de montaña y en terrazas y la piedra seca de Sierra Mágina; el de las haciendas sevillanas, vinculado a la aceituna de mesa; el más reciente y de regadío en la Hacienda La Laguna de Baeza, o el protagonismo del Guadalquivir, desde el olivar de Montoro y El Carpio, hasta la Sierra Morena en Adamuz o Pozoblanco.
Para la Unesco, el término "paisaje cultural" abarca una diversidad de manifestaciones de la interacción entre el hombre y su medio ambiente natural. Los paisajes culturales reflejan con frecuencia técnicas específicas de uso sostenible de la tierra, y toman en consideración las características y límites del entorno natural en el que están establecidas, y una "relación espiritual específica" con la naturaleza. De este modo, la protección de los paisajes culturales puede contribuir a las técnicas modernas de uso sostenible de la tierra y a mantener o incrementar los valores naturales del paisaje. Bajo estos argumentos, la Unesco considera que la protección de los paisajes culturales tradicionales es, por lo tanto, útil para el mantenimiento de la diversidad biológica. En la actualidad, España cuenta con distintos paisajes declarados Patrimonio de la Humanidad, como el es el caso del Paisaje Cultural de Aranjuez, el Paisaje Cultural de la Sierra de Tramontana (Mallorca), Las Médulas (León), el Monte Perdido (Pirineos) o el Palmeral de Elche. El olivar superaría en extensión a todos estos.
Y es ahí dónde surgen las dudas. ¿Tiene todo el paisaje de olivar propuesto para su declaración como Patrimonio Mundial la misma valía? ¿Defienden todas las prácticas el respecto a la biodiversidad que propugna la Unesco? ¿Resulta útil, en última instancia, la protección de tan amplia superficie de terreno? ¿Supondrá esto un freno a la concesión de licencias, por ejemplo, para la ampliación o reforma de almazaras e infraestructuras agroindustriales? Y, por último, ¿es compatible esta etiqueta con el desarrollo de infraestructuras tan demandadas como la Autovía del Olivar o el desdoble de la carretera a Jaén desde El Carpio? Hay que pensarlo.
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