Alto Guadiato
  • El Ayuntamiento plantea construir unos baños árabes y un museo del agua en el recinto, aún desconocido hasta para los propios vecinos

Los desconocidos depósitos de agua de Belmez que han permanecido ocultos más de un siglo

Depósitos de la Compañía de Andaluces en Belmez. Depósitos de la Compañía de Andaluces en Belmez.

Depósitos de la Compañía de Andaluces en Belmez. / Javier Pastoriza

Escrito por

· Ángel Robles

Redactor

Ocultos en la ladera del Castillo de Belmez durante décadas, hace unos años, sin saber muy bien cómo ni por qué, alguien rompió uno de los muros y la sorpresa fue mayúscula: los más que centenarios depósitos de agua de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces, una reliquia de argamasa monumental, recuerdo del floreciente pasado industrial del Alto Guadiato, permanecían intactos, sepultados bajo la memoria y bajo una espesa capa de olvido. Y, prácticamente, tal y como se concibieron en 1883 se mantienen: dos estructuras gemelas, de 700 metros cuadrados cada una, con gruesos pilares y cubiertas abovedadas, un monumento prácticamente sin par en todo el Sur de España.

Siguen cerrados, accesibles únicamente por el "boquete" que se abrió en uno de los muros, como explica el alcalde belmezano, José Porras (PSOE), quien aspira ahora a recuperarlos con fines turísticos. Uno de ellos podría convertirse en un museo del agua y otro, en unos peculiarísimos baños árabes, desvela Porras a El Día. El Ayuntamiento, de hecho, mantiene conversaciones con la Empresa Provincial de Aguas de Córdoba (Emproacsa), dependiente de la Diputación de Córdoba, para impulsar el centro museístico, y solicitará alguna ayuda europea para construir los baños árabes.

"El pasado industrial de Belmez está muy ligado al agua, y no hay nadie que sepa más de este asunto que Empraocsa, que suministra a la mayoría de hogares de Córdoba", explica Porras. Los museos del agua son un género en sí mismo, y hay ejemplos en Alicante, Albacete, Murcia, Palencia o Álava. También son un atractivo en ciudades británicas de pasado industrial, como es el caso de Belmez.

En cuanto al hamam, el Ayuntamiento ya cuenta con el proyecto, que supondría una inversión aproximada de 800.000 euros, que confía en reunir con alguna de las convocatorias de fondos europeos actualmente disponibles. "Nuestro castillo tiene raíces árabes, así que desarrollar este proyecto supondría relacionar ambos recintos patrimoniales", explica Porras, quien recuerda que el Ayuntamiento ha hecho una apuesta importante por el turismo como motor económico, por ejemplo, con la puesta en valor de la vía verde de La Maquinilla o la reapertura del Museo Histórico y del Territorio Minero. 

Para los propios belmezanos, los antiguos depósitos de agua son un tesoro patrimonial totalmente desconocido. El estudioso de la historia local José Antonio Torquemada los fotografió por primera vez en 2018, poco después de su redescubrimiento, aunque muchos no han sabido de ellos hasta este verano gracias a las llamadas rutas del agua organizadas por el Ayuntamiento para reivindicar el desconocido patrimonio hídrico del municipio. La sorpresa ha sido mayúscula, y la última ruta reunió a alrededor de 300 vecinos atraídas por las fotos que empezaron a circular en las redes.

Sesión fotográfica, con luz de velas. Sesión fotográfica, con luz de velas.

Sesión fotográfica, con luz de velas. / Javier Pastoriza

En las imágenes, los depósitos se muestran oscuros, amplios, monumentales, como una puerta que de pronto se abre a un pasado intacto y no tan lejano en que Belmez era una de las locomotoras del desarrollo del Sur de España. A finales del siglo XIX, en la localidad del Alto Guadiato vivían 2.000 vecinos -ahora son unos 2.900-. "Una de las principales preocupaciones de las grandes compañías mineras durante el siglo XIX era suministrarse de agua suficiente para que pudieran funcionar las máquinas de vapor que utilizaban en minas, fábricas, talleres y locomotoras. En 1882, por falta de agua la propia compañía de Andaluces tuvo que parar el trabajo en la mina Santa Elisa durante cinco meses", narra a El Día el propio Torquemada. 

Para solucionar el problema, la compañía planeó establecer dos grandes tomas de agua en el río Guadiato, una en la Vega, junto a la estación de Cabeza de Vaca, y otra en la huerta del Carrascal, a apenas un kilómetro de Belmez. La reacción de los vecinos no se hizo esperar. Y, temerosos porque la empresa dejara sin agua al ganado y pusiera en riesgo el consumo humano, ya que tal volumen de agua podría secar el río en los meses de verano, forzaron la intervención del Ayuntamiento.

La institución municipal y la compañía alcanzaron un acuerdo beneficioso para todos. Así, a cambio de la concesión para extraer agua del río, acordaron la construcción de los depósitos de agua potable que, con una capacidad de 6.500 metros cúbicos, garantizaban el consumo de la población durante los tres meses de sequía del verano. Además, la compañía debía instalar dos pilares públicos y establecer la red de agua potable en todo el pueblo, narra Torquemada. 

Corría 1883 y Belmez se convertía en uno de los primeros municipios de la provincia de Córdoba en contar con agua potable. No solo eso. El acuerdo entre el Consistorio y la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces establecía que el suministro para los incendios se daría gratis, así como el suministro para la cárcel y para el riego del parque municipal Vicente Sánchez, que en aquel momento se empezaba a construir. Y, como curiosidad, tanto Belmez como Peñarroya-Pueblonuevo desarrollaron una segunda red de suministro hídrico, la llamada agua mala, industrial, sin potabilizar, que hasta bien entrado el siglo XX regaba los jardines y llegaba a empresas o talleres. Aunque, como destaca Torquemada, lo más relevante fue la construcción de los depósitos. 

Con una superficie de más de 1.400 metros cuadrados, estuvieron en uso durante más de cien años, hasta bien entrada la década de los 90 del pasado siglo XX. "En la última gran sequía del 95 estaban preparados para llenarse, aunque finalmente no hubo que usarlos", dice Torquemada. En 2018 se redescubren y, por primera vez desde su construcción con una argamasa de piedra y carbonilla, se conoce su forma monumental, escondida en la ladera del Castillo. Hace un año, con el beneplácito del Consistorio, empezaron las rutas guiadas: a la primera acudieron siete personas y la última, el pasado agosto, reunió a 300 personas. El Ayuntamiento espera que pronto sean muchas más.

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