Subbética

Coronavirus hasta en los hornazos

Un hornazo de gallina con mascarilla.

Un hornazo de gallina con mascarilla. / El Día

Un hornazo de coronavirus, un nazareno con mascarilla, una gallina con un equipo de protección personal o un lagarto que podría ser un pangolín. El SARS-Cov-2 protagoniza este año, incluso, los hornazos con los que en muchos municipios de Córdoba se celebra la Pascua. Y en Almedinilla, donde el Ayuntamiento ha convocado su primer concurso para animar el confinamiento, los vecinos han tirado de imaginación y los resultados son una mezcla de fobias, deseos y sueños esculpidos en masa de panadero sin levadura.

El ganador simula el ansiado trono de hierro de Juego de Tronos, una verdadera filigrana con un huevo duro como vencedor de la última batalla, obra de Curro y Constanza Hernández. “La calidad de la ejecución ha sido altísima, y hay muchos que perfectamente podrían haber sido los ganadores”, valora el concejal de Cultura, Francisco Vicente (PSOE), sorprendido por las destrezas de sus paisanos. Salido del horno de Rubén Reina, el segundo premio es un lagarto, aunque por sus aspecto escamado podría ser el pangolín desencadenante de la pandemia global que nos mantiene en casa. Y el tercero, de Ana Belén Chica, lleva por título El hornazo de Petruska.

Desbordados por la calidad, la Concejalía de Cultura ha otorgado dos cuartos premios: un coronavirus, obra de los hermanos Erik e Isaac Ariza, y Todo saldrá bien, de Eva Ramírez, un delirio sanitario con mascarilla incluida. “Como era imposible probarlos, hemos valorado exclusivamente la originalidad”, destaca el concejal. La galería gráfica que acompaña a estas líneas permite introducirse en las cocinas de Almedinilla, localidad de 2.400 habitantes de la Subbética que cada verano se vuelca con Festum, el festival que reivindica su cultura romana y que es, pese al calor, una de las citas imprescindibles del agosto cordobés.

El hornazo ganador. El hornazo ganador.

El hornazo ganador.

Todo tiene algo de ensoñación en este municipio de 2.400 habitantes que ahora ve pasar los días enclaustrado al ritmo que marca el reloj de su torre. Los vecinos observan desde las azoteas cómo la primavera explota en los cerros circundantes, desde donde el río Caicena baja ruidoso tras despertarlo las últimas lluvias, y en el Museo Histórico-Arqueológico Somnus, el dios grecorromano del sueño, cuenta ahora con más tiempo que nunca para sus divagaciones. No podría ser de otra manera, y el Hypnos, como también se le llama, encarna uno de los hornazos presentado al certamen. Aunque, lejos de las proporciones hercúleas de la conmovedora escultura original, el resultado panadero es rechoncho y achaparrado, como arrancado de un capítulo de Nailed It, la serie de Netflix que premia a los reposteros menos desastrosos.

La tradición en Almedinilla, cuenta el concejal, es que Jesús Nazareno bendiga todos los hornazos, ya sean bonitos o feos, al final de la procesión. Ni el Nazareno ni los almedinillenses han tenido la oportunidad de salir este año, pero sus hornazos, más esmerados que nunca, sí han entrado y salido de los hornos y en las fotografías lucen brillantes y lustrosos, tostados y crujientes. Más de 60 se han presentado a concurso. Están las típicas gallinas que incuban huevos, ballenas y pulpos cabezones, fauna inenarrable imaginada por un bestiario medieval, pasos de Semana Santa, nazarenos con mascarilla, micrófonos de karaoke o una alucinación con muñecos de Playmobil. Son los sueños y las pesadillas, las ilusiones y los anhelos de esta primavera extraña.

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