Los Pedroches

Las monjas internautas de Santa Clara de la Columna

  • La comunidad de diez monjas, que se dedican a la oración y viven de la repostería, muestra su día a día en Twitter y Facebook, en un blog y en su cuenta de Instagram

  • "No queremos seguir y ya está", explica la madre abadesa sobre el rechazo a renovar el convenio de uso de espacios con el Ayuntamiento

  • Más información: Las clarisas de Belalcázar 'rompen' con el Ayuntamiento

Foto tomada de Facebook de la celebración del Día del Dulce Conventual.

Foto tomada de Facebook de la celebración del Día del Dulce Conventual. / El Día

La comunidad de clarisas de Belalcázar ha encontrado en internet una ventana por la que asomarse al mundo. O por la que permitir que el mundo penetre en el convento. La clausura, desde luego, ya no es como antaño, y las religiosas tienen cuenta de Twitter y Facebook, blog y hasta perfil de Instagram, la red social preferida por los más jóvenes y, habitualmente, llena de veleidades y estampas superfluas. "Se encarga personalmente una hermana. Así intentamos que se nos conozca un poco mejor", invita a seguirlas la madre abadesa, sor Isabel Cobo Jiménez, ejemplo de que las relaciones interpersonales han cambiado en todos los ámbitos con la irrupción de las nuevas tecnologías. También en los cenobios.

A las monjas, en internet, se las ve laboriosas y permanentemente ocupadas, suben vídeos en los que cantan, rezan y cocinan sin las poses exageradas del común de los perfiles. Y pese a ello coleccionan me gustas y corazones.

La comunidad, formada por diez religiosas, se dedica a la oración y vive del turismo y de la repostería, un arte en el que son verdaderas maestras. Hay quien recorre cientos de kilómetros en busca de un poco de tranquilidad y, al mismo tiempo, a la caza del placer de los repelaos de almendra, los dulces típicos del monasterio y que podría decirse que ayudan a alcanzar el cielo tanto como podría hacerlo un ave maría, aunque de forma absolutamente mundana.

Inquietas y animadas por la comunidad internauta, porque la clausura no significa estar ajeno a lo que ocurre en el mundo, en los fogones no paran de innovar. Y en 2019 lanzaron una nueva línea de mermeladas y confituras. Están las típicas de frutas, como la de naranja y la de melocotón, aunque también hay sabores más arriesgados, como el tomate y el pimiento, con materia prima que cultivan en sus propias huertas, anima a probar.

"Internet es una manera de estar presentes, de mostrar que en el convento hay vida", se explica la madre abadesa, natural de la localidad jiennense de Arjona y que llegó al cenobio belalcazareño hace casi 15 años. Entonces eran siete hermanas, y ahora son diez de todas las edades, explica. En internet están sus retratos y sus ocupaciones.

Hace 35 años, la comunidad de clarisas firmó un convenio que al Ayuntamiento le ha permitido usar determinados espacios del apabullante complejo religioso durante décadas, obra maestra del gótico Reyes Católicos y un trocito de Castilla en Los Pedroches. Las administraciones invirtieron en restauraciones y la cercanía con el municipio aumentó. Santa Clara de la Columna se convirtió así en escenario de El halcón y la columna, que debería regresar en 2021 al patio de la Huerta, y el Consistorio, incluso, había ideado un museo arqueológico y otro de usos y costumbres populares que, en el arranque de 2020 y como si hubiera recibido un bofetón, se ha visto obligado a replantear.

Porque las religiosas que debían renovar el acuerdo de colaboración ahora no son las de 1984 y a las nuevas, básicamente, ya no les interesa: "No queremos seguir y ya está", dice somera sor Isabel Cobo Jiménez sobre este asunto. "Ha llegado el tiempo y la comunidad ha decidido", responde a la repregunta la religiosa, que sostiene no obstante que la relación con el Ayuntamiento "sigue siendo buena". La villeta de Santa Clara, a un kilómetro apenas del casco urbano de Belalcázar y plantada en un llano, aislada por un muro de piedra como mandan los cánones constructivos monacales, parece de pronto alejarse un mundo, como el adolescente que se encierra en su dormitorio y se relaciona por webcam. Cosas de la clausura. Y de la era de internet.

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