Cabra, la otra Guernica que España quiso olvidar

El bombardeo de Cabra del 7 de noviembre de 1938 dejó cicatrices que la historia apenas recuerda, pero que la memoria no olvida

Cabra descubre una placa en recuerdo a "todas" las víctimas de la Guerra Civil y la posguerra

Daños causados durante el bombardeo de Cabra / E. D. C.

Cuando comparamos la cueldad del bombardeo de Cabra y su escasa repercusión nacional y casi nula proyección internacional con el acontecido en Guernica en 1937, se evidencia cómo las técnicas propagandísticas moldean la memoria histórica.

La historiografía integró esos relatos, admitiendo la barbarie del bombardeo de Guernica como símbolo universal del terror aéreo moderno. Desde un contexto histórico, la posición del autor, George Steer, corresponsal de guerra de The Times, generó controversias históricas. En su libro El árbol de Guernica contribuyó a darle una dimensión internacional, en la que primó el mito y el relato construido sobre la tragedia.

Estos relatos fueron alimentados por el célebre cuadro Guernica de Picasso, que prodigó la difusión en Europa y América, asegurando la inmortalidad alegórica de aquel bombardeo. Hasta tal punto que el Guernica de Picasso pasó a ser el símbolo universal de las víctimas de todas las guerras y fue el elemento histórico elegido por Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, para despertar la conciencia y la empatía de todos los países.

Esta comparación permite advertir cómo la memoria de la violencia durante la Guerra Civil Española fue asimétrica y polarizada desde sus inicios. El testimonio de Steer se reprodujo globalmente y convirtió a Guernica en sinónimo del terror aéreo, mientras que meses después el bombardeo de Cabra, en la Subbética cordobesa, quedó relegado al olvido. ¿Fue este un ataque de represalia? ¿Sería que Cabra no tiene un Guernica?

La cuestión permanece abierta en los estudios históricos, pero lo cierto es que el 7 de noviembre de 1938, Cabra sufrió uno de los ataques más devastadores de la guerra. Tres aviones republicanos de origen soviético Tupolev SB‑2, conocidos como Katiuskas, lanzaron bombas sobre la población civil, destruyendo casas, vaciando calles y dejando cuerpos que la ciudad aún recuerda en silencio. Se estima que murieron unas 109 personas y resultaron heridas alrededor de 200.

En escasos minutos, varias toneladas de bombas cayeron sobre el mercado de abastos, en pleno día de mercado semanal, alcanzando también la Plaza Vieja, donde esperaban jornaleros para ser contratados, y en el humilde barrio de la Villa. Desde la perspectiva médica, la tragedia de Cabra no se limitaba a números ni estrategias militares; se trataba de salvar vidas, ayudar a los heridos y reconstruir la dignidad de quienes lo habían perdido todo. Los archivos hospitalarios nos cuentan historias de personal sanitario que arriesgó sus vidas para atender a víctimas mientras las bombas caían.

La obra literaria de Antonio Arrabal El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética se apoya en fuentes bibliográficas, hemerográficas, orales y archivísticas, con una consulta exhaustiva en los archivos de Ávila y Villaviciosa de Odón. El libro presenta tres partes. La primera describe el bombardeo y la actividad de la aviación republicana sobre Andalucía. La segunda analiza por qué se atacó una población sin objetivos militares. Y la tercera lo contrasta con el bombardeo de Guernica, mostrando cómo han sido tratados ambos de manera tan diferente por historiadores y propagandistas.

Arrabal, en su libro, ha escuchado los testimonios de los supervivientes para comprender la dimensión humana del desastre. Pero la memoria histórica de Cabra muestra cómo los traumas psicológicos permanecieron invisibles durante décadas.

Sin embargo, lo más frustrante para estas víctimas fue, y sigue siendo, caer en el olvido, una omisión que marca una discriminación evidente. En 2022, el Gobierno, en Consejo de Ministros, aprobó una declaración institucional de reconocimiento a las víctimas del bombardeo de Gernika y de condena de ataques a la población civil, coincidiendo con el 84 aniversario de aquella masacre. Iñigo Urkullu, lehendakari del Gobierno Vasco, consideró un “gesto de justicia restaurativa” la designación de Gernika como primer lugar de memoria en España. Cabra, en cambio, no fue incluida. 

El silencio que rodea al bombardeo de Cabra contrasta con la fama de Guernica. La ausencia de memoriales y la escasez de elementos escritos hacen que la tragedia permanezca en la sombra de la historia.

Hoy, 87 años después, la historia de Cabra sigue vigente. Los hospitales locales han cambiado, las calles se han reconstruido, pero la huella del bombardeo permanece en la narrativa de quienes lo vivieron y en la enseñanza que nos deja: la guerra no solo mata cuerpos, también hiere almas.

Desde el punto de vista de la dignidad de las víctimas, se sigue cometiendo una injusticia epistémica en la que valen más unos relatos que otros, impidiendo la exhumación oficial con financiación pública. La legislación, el reconocimiento oficial y los memoriales, al priorizar unas víctimas sobre otras, ponen de manifiesto claramente esta desigualdad. En palabras de Antonio Arrabal: “El bombardeo de Cabra pone en evidencia una ley revisionista de buenos y malos”.

Estos acontecimientos nos recuerdan que cada víctima, sea del bando que sea, tiene rostro, historia y memoria, cuestiones inseparables de la justicia y la compasión.

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