Puerto del Calatraveño

Ahora somos muchos menos

  • Termina 2019 y es momento de hacer recuento de qué ha ido bien y qué mal; por lo pronto, el padrón ha determinado que en Córdoba somos 21.000 personas menos que hace diez años

Unos mayores pasean por un municipio cordobés.

Unos mayores pasean por un municipio cordobés. / El Día

El año 2019 termina y nos hemos recontado. En Córdoba somos ahora 782.979 personas, como determinaba esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE) en base a la actualización del padrón. Muchos vivimos en la capital pero somos de pueblo. Y otros que son de la capital no han tenido más remedio que irse a pueblos cercanos huyendo de los altos precios de la vivienda. Cosas de la vida moderna. Lo cierto es que hace una década en la provincia éramos muchos más, tantos como 803.998; por mucho que se recuente, faltan 21.019 personas.

Es como si en Palma del Río solo quedaran los naranjales y las huertas sin nadie que los cultivara, como si la localidad de la Vega hubiera desaparecido al completo. O como si en Priego de Córdoba solo sobreviviera la población de las aldeas que, paradójicamente, es la más afectada por todo este fenómeno del siglo XXI, tanto como los vuelos baratos, las compras por internet o el máster de fin de grado.

Paradójico que al tiempo que llega el AVE low cost, los vecinos de Camponubes, El CañueloEl Tarajal tengan dificultades para llegar al centro de salud. O que las entidades bancarias huyan de estos núcleos por falta de rentabilidad y los jubilados no tengan más remedio que desplazarse unos cuantos kilómetros para cobrar la pensión. O que el correo postal tarde cada vez más en llegar, que no haya pescado fresco y que el pan del día solo se vea en la televisión. Eso es el siglo XXI.

Todo eso viene en el padrón, aunque parezcan solo datos numéricos. La estadística certifica, como ya se preveía, que lo más preocupante está en el Norte de la provincia, donde la Sierra Morena cordobesa se repliega contra Castilla-La Mancha y Extremadura formando una frontera natural y anímica. Allí arriba, en Conquista y Santa Eufemia, son un 21% menos de vecinos que hace diez años. Posiblemente ellos sepan los nombres y apellidos de quienes faltan, dónde están las casas cerradas, qué oficios han dejado de existir, y tal vez Google maps señale tiendas ahora cerradas y bares que ya no sirven el café por falta de clientes.

Las heridas que más sangran son las que se abren en los sitios más inaccesibles del cuerpo. Y difícil suturar un tajo si la aguja no tiene hilo. Esto es, pueblos que permanecen en lugares a la sombra de las conexiones de más alta capacidad; carreteras secundarias que alargan los itinerarios y espantan a los inversores; jóvenes que salen a estudiar y ya no vuelven. Todo eso lo certifica el padrón con solo unos datos, justo cuando el año 2019 está a punto de extinguirse y toca hacer recuento de qué ha pasado desde el mes de enero y qué podemos hacer a partir del miércoles para mejorarlo.

Que somos menos es un triste titular para cerrar ciclo, no cabe duda. Que la sangría de vidas continúa en la N-432 sin que el Gobierno central se decida a aportar una solución tampoco es positivo. Y hay más. Que el Cercanías ni está ni se le espera, para desesperación de los vecinos de la Vega del Guadalquivir. Que el precio del aceite de oliva sigue a la baja. Que la desertización avanza en el campo sin que los mandatarios de máximo nivel que deben solucionarlo se pongan de acuerdo.

Que cuatro mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas en la provincia en el último año. Que la política sigue a la gresca, y debate incluso si esto es violencia de género o intrafamiliar. Que aceptamos el lince en nuestros campos pero nos oponemos a abrir un debate sobre el futuro del lobo en Sierra Morena. Que el parque agroalimentario de Aguilar de la Frontera ha sido definitivamente enterrado por las administraciones tras años de vaivenes. Que la ampliación de la Autovía del Olivar sigue sobre el papel. Que los colegios públicos siguen cerrando aulas.

Los pantanos, al menos, empiezan a llenarse tras un largo periodo de sequía persistente, que ya es algo. Ahora Córdoba tiene tres playas donde zambullirse para espantar el calor de verano. Y a nuestros olivares, según se ha sabido esta misma semana, empiezan a regresar lechuzas y mochuelos gracias a un programa desarrollado por SEO/Birdlife con fondos europeos. Somos menos pero, eso sí, más diversos. Algo es algo. Así acaba 2019. Feliz 2020.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios