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Iznájar desciende a mínimos históricos similares a los de la sequía de 1995

  • El mayor embalse de Andalucía apenas alcanza el 16% de su capacidad · La CHG insiste en que al menos el suministro de agua a la población está garantizado durante el próximo año

En estos días de intenso calor, los mayores de Iznájar discuten sobre quién y cuándo ha visto el pantano más vacío. Relacionan las fechas con momentos clave en sus vidas: una operación, un nacimiento, una muerte. Pero todos coinciden en que desde 1995 "no se había visto tan cerca la cola del pantano".

Asomarse al pantano siempre da vértigo. Cuando está lleno, su tamaño gigantesco impresiona, una inmensidad de agua bajo un mar de olivos. Ahora que está casi vacío, el vértigo es similar a asomarse a una piscina vacía de 100 metros de profundidad.

Iznájar, el pantano más grande de Andalucía, también es el embalse que más ha sufrido el azote de los cuatro años de sequía que han azotado al centro de la región. A día de hoy, el pantano está a algo menos del 16% de su capacidad, unos cuatro puntos menos que hace un año y 21 puntos menos que la media de la última década. Pese a todo, en Iznájar queda agua más de que de sobra para abastecer a todos los pueblos del Sur de Córdoba durante más de un año.

"Iznájar al 16% es como el Guadalmellato [el embalse que da de beber a Córdoba capital] a rebosar", explica el director gerente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) en Córdoba, Antonio Ramón Guinea. Ahora mismo, y aunque el embalse parezca una gigantesca piscina vacía, en Iznájar existe una reserva de 156 hectómetros cúbicos de agua, es decir, un 23,5% de todo el líquido que retienen los 12 embalses de la provincia.

Pese a su inmenso déficit hídrico, el pantano no deja de rendir a pleno rendimiento. Cada día, por sus compuertas salen unos 600.000 metros cúbicos de agua (un hectómetro es un millón de metros cúbicos). La mayor parte de este desembalse, unos 554.000 metros cúbicos, alimenta los riegos del Genil y mantiene el caudal ecológico de este río. Sólo 52.000 metros cúbicos tienen como destino abastecer a todos los pueblos del Sur de Córdoba. Además, al día se suelen evaporar unos 45.000 metros cúbicos de agua. A pesar de desembalsar tanta agua, Iznájar también recibe unos 127.000 metros cúbicos al día, casi todos procedentes del cada vez más escaso deshielo de Sierra Nevada. Esta gran diferencia entre las aportaciones y las pérdidas es lo que ha provocado que recorrer hoy los 118 kilómetros de costa de Iznájar sea un difícil laberinto poblado de grietas de tierra sedienta.

La situación del pantano no es caótica, el abastecimiento a los pueblos no peligra y de momento se están salvando los riegos. Pero su aspecto es sobrecogedor. Como espectros del pasado, de las aguas emergen las ruinas de antiguas fábricas, el asfalto descarnado de la histórica carretera a Loja, los troncos agrietados y henchidos de la vegetación que escoltaba el cauce del Genil, y las primeras piedras de lo que hasta hace 40 años era un pueblo en el que vivían 2.000 personas.

El descenso de las agua del embalse ha sido tan pronunciado que la cola del pantano está a muchos kilómetros de la provincia de Granada. Cuando está lleno, las aguas del embalse llegan hasta Loja, a unos 30 kilómetros del pie de presa. Ahora, una fina capa de agua sólo dista unos cinco kilómetros de una gruesa barrera de hormigón de 122 metros de altura que fue inaugurada por Franco en 1969.

Poco a poco, han ido emergiendo islas, barrancos, yacimientos arqueológicos, basura y peces muertos. El pueblo de Iznájar ya no está rodeado por las aguas. El puente de la carretera de Rute supera un cauce seco de rocas afiladas y blanqueadas por la erosión. La playa de Valdearenas -la única de la provincia- ha sido semi abandonada por los bañistas. Apenas media docena de personas se atreven a zambullirse en unas aguas que huelen, que cada vez que bajan unos metros más descubren troncones de olivos centenarios, antiguos carteles que prohibían el baño en el Genil -hace más de 40 años- y cadáveres de truchas y carpas que se han quedado sin agua para nadar ni respirar.

Pero todavía hay margen. El director gerente de la CHG en Córdoba explicó que Iznájar debe estar por debajo del 5% o incluso menos para que se den problemas de oxidación en las aguas y que "exista una mortandad generalizada" entre su población de peces. Y eso ha ocurrido muy pocas veces a lo largo de la historia del pantano. Desde 1969, Iznájar ha pasado crisis terribles. La peor, a principios de los 80, cuando en la presa sólo quedaron 1,6 hectómetros cúbicos de agua (para una capacidad total de 978). Entonces se vivieron momentos dramáticos. A mediados y finales de los 80, el embalse se recuperó, pero nunca se llenó. Por eso, cuando comenzó la sequía de los 90, la reserva de agua siempre estuvo por debajo de los 200 hectómetros cúbicos de agua, a unos niveles similares a los actuales. Pero llegó la lluvia, y en 1997, en 1999 y en 2005 el pantano se llenó.

Pero ahora, Iznájar tiene ahora un problema con el que nunca se contó: la contaminación. En estos 40 años, al embalse no sólo ha llegado agua. Las escorrentías han arrastrado también restos de fertilizantes y abonos que no se han degradado y que se han acumulado en el fondo del vaso del embalse. Cuando el pantano está lleno, estos restos de contaminación no suponen ningún problema, ya que se diluyen en el agua y sus niveles apenas si son perceptibles hasta en los laboratorios. Sin embargo, cuando el nivel de las aguas desciende de forma tan dramática como ahora, la presencia de restos contaminantes como nitratos (más comunes) tiene que hacer que los gestores del agua pongan a tope su maquinaria para que lo que salga por el grifo de unas 200.000 personas sea potable.

En 2005, el corte de agua que sufrió todo el Sur de Córdoba durante cinco días fue provocado por un descenso inesperado del pantano. Aumentó la concentración de agentes contaminantes sin que se contara con medios para combatirlos, como el famoso carbón activo. Ahora, el problema se ha solucionado a corto plazo, pero irá a más y provocará un aumento exagerado en los costes de depuración. Eso sí, siempre que el nivel del embalse sea tan bajo como ahora. Habrá que esperar a que llueva, y mucho, pues como mínimo Iznájar necesita dos años para llenarse.

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