Alto Guadalquivir

Homenaje a la última colona fundadora de Algallarín

  • El Ayuntamiento organiza una jornada de convivencia para reivindicar las raíces de la localidad

  • La nonagenaria Francisca Sánchez Rodríguez es la única fundadora superviviente

Francisca Sánchez, entre la alcaldesa, Encarnación Jiménez, y la diputada provincial Salud Navajas.

Francisca Sánchez, entre la alcaldesa, Encarnación Jiménez, y la diputada provincial Salud Navajas. / El Día

“Somos un pueblo pequeño, pero un gran pueblo”, dice Encarnación Jiménez (PSOE), la alcaldesa de Algallarín, un núcleo de 610 habitantes orillado junto al Guadalquivir con Sierra Morena como telón de fondo. Sobre el caserío blanco despunta una iglesia de líneas rectas que delata el origen de este vecindario ideado por el Instituto Nacional de Colonización tras la Guerra Civil, como muchos otros, por la necesidad de efectuar una reforma social y económica de la tierra después de la devastación que supuso la contienda bélica.

Los primeros colonos llegaron en agosto de 1952 para preparar los terrenos. Se instalaron en barracones, entre los animales, con unas condiciones de habitabilidad pésimas, mientras levantaban el pueblo. Y el grueso de la población llegó en 1956, cuando ya estaba prácticamente terminado; procedían de Pedro Abad, Guadalcázar o Córdoba capital, estos últimos agricultores cuyas tierras habían sido expropiadas para construir la nueva Universidad Laboral. En 1958, se constituyó como entidad local menor dependiente de Adamuz, en cuyo término municipal se asienta.

En honor a aquellos primeros pobladores, precisamente, el Ayuntamiento algallarinense ha organizado este sábado un encuentro en el que se homenajeó a Francisca Sánchez Rodríguez, una nonagenaria que es la última colona fundadora superviviente; Ana Herzog, de 100 años, falleció hace pocos días antes de que los vecinos pudieran reconocer sus desvelos por que este municipio se hiciera un lugar en el Sur de la península. Sus familiares recogieron la placa en su honor.

Fotografía antigua de Algallarín. Fotografía antigua de Algallarín.

Fotografía antigua de Algallarín. / Cedida por la Fundación ICO

“Teníamos la necesidad de reivindicar nuestras raíces”, destaca la regidora, que con este gesto intenta poner Algallarín en el mapa y, de camino, intentar abrirse al turismo. Son apenas 20 minutos en coche los que separan a la localidad de Córdoba capital; la mejora de las comunicaciones desde el embalse del Arenoso han ayudado a que el caserío se haya quedado, prácticamente, a pie de autovía. Por lo que tal vez sea el momento de descubrir el municipio, invitó la primera edil.

Una conferencia del profesor de Historia del Arte Pablo Rabasco y una visita guiada a la iglesia de San Felipe y Santiago, obra de Carlos Arniches, fueron la mejor presentación posible de todo lo que Algallarín tiene que ofrecer desde el punto de vista arquitectónico. Como relató el profesor Rabasco, uno de los mayores expertos en municipios de colonización, el proyecto de Algallarín se firmó en Madrid en julio de 1953. El nuevo poblado debía incluir 138 viviendas con corral para labradores; otras cinco para artesanos, la casa del cura, cinco tiendas –abacería, cantina, panadería, herrería y carpintería–, oficina de correos, dispensario médico, Ayuntamiento, escuela y cinco viviendas para maestros y, por último, una iglesia “proporcionada al número de vecinos”.

Arniches diseñó una estructura ortogonal con calles que se cruzan en ángulo recto; un eje este-oeste las atraviesa, lo que genera una suerte de movimientos circulares que parten desde las dos plazas principales. Es la vivienda lo que define el carácter “un tanto abstracto” del poblado, como describe Rabasco, con arcos sencillos y líneas que vuelan configurando pérgolas abiertas. El Ayuntamiento, adaptado al trazado circular de la plaza, servía como puerta de entrada a la localidad, con un “fuerte carácter arquitectónico”. El trazado original y el caserío se mantienen prácticamente intactos.

La singularidad de la iglesia

Capítulo aparte merece la iglesia, con “varios elementos que la convierten en un muy destacado ejemplo de renovación arquitectónica”, como destaca el profesor Rabasco. Arniches, en primer lugar, sorprendió situando el templo en los límites del pueblo y mostrando su cabecera como elemento que define la plaza principal, con un campanario exento; las puertas se sitúan en los laterales. “Pero donde Arniches se muestra especialmente acertado es en el diseño de la planta, con los muros laterales que convergen hacia la cabecera, y en la generación de un espacio interno que demuestra nuevas posibilidades”, destaca Rabasco, que ayer hizo de cicerone para quienes quisieron descubrir esta joya arquitectónica desconocida para el gran público.

Iglesia construida por Carlos Arniches en Algallarín. Iglesia construida por Carlos Arniches en Algallarín.

Iglesia construida por Carlos Arniches en Algallarín. / Cedida por la Fundación ICO

“Esto fue más importante de lo que a primera vista pueda parecer. Se trataba de romper con las formas tradicionales de los edificios religiosos, iniciando un camino que llevó a la asimetría total de la planta y a la descentralización como metáfora dentro del propio templo”, como explicó el profesor.

Algallarín, con apenas 60 años de vida, profundiza ahora en sus raíces en busca de su futuro. “Somos una localidad muy activa”, destaca la alcaldesa. En el Centro de Iniciativa Empresarial (CIE) abierto recientemente ya trabajan nueve emprendedores, un nuevo embarcadero invita a descubrir el entorno natural y el Pleno de Adamuz acaba de aprobar la construcción de 190 viviendas para resolver el problema de espacio que hay actualmente. “Poco a poco vamos dando pasos”, anima la alcaldesa.

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