Medio Ambiente

Córdoba, un paraíso menguante para las grullas

Una bandada de grullas vuela sobre el anochecer de Los Pedroches.

Una bandada de grullas vuela sobre el anochecer de Los Pedroches. / Juan Manuel Sánchez

El Norte de Córdoba ha sido siempre un paraíso invernal para la grulla común. Miles de ejemplares recorren cada año los 3.000 kilómetros que distan de los países nórdicos en busca de las verdes dehesas y los paisajes acuosos de Los Pedroches y el Alto Guadiato. Y sigue siendo así, al menos aparentemente, porque la realidad es que cada invierno llegan menos grullas a la provincia. Mientras que en la década de los 80 del pasado siglo Córdoba y Badajoz constituían la principal área de invernada para esta especie, con el 15% de las grullas peninsulares en las comarcas cordobesas, ahora solo elige estos territorios el 1% de la población de grulla que cruza los Pirineos.

Lo ratifica un reciente estudio de la Sociedad Cordobesa de Historia Natural, el más completo realizado hasta el momento sobre este fenómeno migratorio. Uno de sus autores, el naturalista Juan Manuel Sánchez, coordinador de la II Jornada Nacional sobre la Grulla que acogerá Añora entre los días 7 y 9 de febrero, sitúa en el 1,47% el decrecimiento interanual de la población de esta ave en la provincia. Y advierte que teniendo en cuenta las importantes fluctuaciones que sufre la invernada de esta especie dependiendo de la meteorología, el descenso real podría ser “más acusado”.

De hecho, Marruecos ha perdido valor como lugar de destino, mientras que han aparecido otras áreas destacadas en el Norte de España, Francia e incluso Alemania. Aparte de la suavización del clima del invierno, lo que podría estar relacionado directamente con el cambio climático, los expertos apuntan a otras causas que explicarían este proceso, como una mayor disponibilidad de alimento antes de sortear Sierra Morena. Y es que en las últimas décadas en el área central de Badajoz se han implantado miles de hectáreas de regadío, muchas de ellas arrozales, en torno a los cuales se han incrementado notablemente los efectivos invernantes, según el informe de la Sociedad Cordobesa de Historia Natural, que junto a Sánchez firman Diego García y José Cañas. Estas zonas podrían haber absorbido pare del contingente que llegaba a Córdoba, como probaría que al principio del invierno se realiza lectura de grullas anilladas en la provincia pacense y, más tarde, una vez que los recursos han mermado, estos animales anillados son observados en Córdoba.

También ha influido la protección y conservación de humedales de Castilla La Mancha en décadas recientes, que ahora estarían atrayendo a las grullas en detrimento de áreas tradicionales del Norte de Córdoba. La recuperación de estos ecosistemas parece clave: Toledo recibía el 2,5% de las grullas peninsulares en 1987, y ahora es destino del 10%.

Desplazamiento en uve sobre el cielo pedrocheño. Desplazamiento en uve sobre el cielo pedrocheño.

Desplazamiento en uve sobre el cielo pedrocheño. / Juan Manuel Sánchez

El área de distribución invernal de la grulla en la provincia coincide con el Alto Guadiato y el Oeste de Los Pedroches, aunque también se observan ejemplares de forma esporádica en el Valle del Guadalquivir (Palma del Río, Fuente Palmera o Villafranca), en la Campiña Sur (Aguilar de la Frontera) y el Guadajoz (Baena). Lo cierto es que las zonas seleccionadas se caracterizan, a grandes rasgos, por ser zonas adehesadas donde se combinan el aprovechamiento ganadero y agrícola, pues estas aves tienen como principal recurso alimenticio el fruto de las encinas que en esta época cae al suelo, recuerda Sánchez.

En cuando a los dormideros, ligados a medios acuáticos, varían cada año dependiendo de las precipitaciones: los otoños lluviosos propician el encharcamiento de lagunas temporales, mientras que en años secos la invernada se concentra en las colas de los embalses. Generalmente, las primeras grullas se detectan en Córdoba a mediados de octubre y las últimas, a finales de febrero; las mayores concentraciones tienen lugar entre finales de diciembre y el término de enero, por lo que en estos días la actividad es máxima y es cuando los naturalistas y los aficionados a la ornitología aprovechan para hacer sus avistamientos.

La evolución del censo

El primer dato de invernada de grulla en Córdoba data de 1979-80, cuando se contabilizaron 2.528 ejemplares, aunque el trabajo de la Sociedad Cordobesa de Historia Natural se centra en el periodo más reciente, entre 1991 y 2018, sobre un total de 15 invernadas. La media anual es de 5.900 individuos, un récord de 10.090 ejemplares en 2006, un mínimo de 2.548 en 2018 y un decrecimiento interanual del 1,47%. Fueron años malos el 95-96, con 3.129 aves, o 2010-2011, con 2.688. Por el contrario, los censos mayores se registraron en 2011-2012, con 7.724, o 2017-2018, con 9.403.

Un ejemplar de 'Grus grus', en un cultivo. Un ejemplar de 'Grus grus', en un cultivo.

Un ejemplar de 'Grus grus', en un cultivo. / Juan Manuel Sánchez

Para la Sociedad Cordobesa de Historia Natural, los años en los que el número de grullas es inusualmente alto coinciden con los otoños más fríos. Esto plantea la hipótesis de que cuanto más rigurosos sean octubre y noviembre las bandadas se desplazarán más al Sur del continente para escapar de las zonas de heladas y nevadas que hacen más complicado encontrar alimento en las siembras de cereal y en las dehesas del Norte. Los expertos, además, observan cómo en los otoños secos las grullas se concentran en los embalses, mientras que en los húmedos los dormideros son más variados.

En el caso concreto de Córdoba, estos dormideros han variados a lo largo de los años y la construcción del embalse de La Colada, en el término municipal de El Viso, ha provocado un verdadero impacto. De esta forma, el principal dormidero histórico de toda Andalucía, que se ubicaba en la Solana del Guadamatilla, en Belalcázar, con hasta 7.000 individuos, ha perdido su importancia, hasta el punto de que en inviernos recientes no se han detectado grullas.

Las molestias también producen cambios, advierte el informe. La transformación del entorno del embalse de Navalespino, en Fuente Obejuna, donde se ha plantado una gran superficie de olivar en régimen intensivo, limita su utilización como zona de descanso. De manera similar, la laguna de Peña la Zorra, en La Granjuela, presenta un canal de drenaje que la mantiene seca. Además, en algunos dormideros y zonas de alimentación, como el embalse de Sierra Boyera, entre Belmez, Peñarroya-Pueblonuevo y Fuente Obejuna, se utilizan “descargas de carburos” para espantar a las grullas con el fin de evitar daños en los cultivos. La Sociedad Cordobesa de Historia Natural recuerda que esto hecho está penalizado por la normativa comunitaria y nacional.

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