Juan Carlos Rodríguez Ibarra

¿De verdad viene el lobo?

La tribuna

Si es verdadero el temor a la ultraderecha o a la ultraizquierda, PSOE y PP estarían obligados a tender un cordón sanitario al estilo de lo que ocurre en otros países

¿De verdad viene el lobo?
¿De verdad viene el lobo?

15 de junio 2023 - 00:15

El sentido común y el afán de supervivencia conduce a los ciudadanos a tratar de evitar peligros que pueden ser esquivados cuando, además, no hay necesidad de correrlos. Si alguien circula con su vehículo por una carretera de dos carriles y percibe que un camión abandona el suyo para dirigirse frontalmente contra el que circula por el carril contrario, el instinto de supervivencia aconseja dar un volantazo para evitar ser arrollado por el camión. Sería absurdo o un acto suicida mantenerse en el sitio sin hacer nada para esquivar el peligro.

Si de verdad la izquierda y los progresistas temen a Vox por lo que significa para el Estado de Bienestar y para los derechos humanos que se han ido conquistando a lo largo de las últimas cuatro décadas, parece lógico que se haga todo lo posible por evitar ese peligro. Vox se ha situado en la pista porque así lo han querido cientos de miles de ciudadanos. La democracia es el único sistema que permite sumarse a la carrera a todos aquellos partidos o coaliciones que hayan obtenido la confianza de un determinado número de ciudadanos.

Es cierto que algunos partidos tratan de circular en sentido contrario al del que llevan el resto de formaciones políticas. Vox ya no es un Vespino débil y con poca velocidad. Es un partido que en cada elección se hace más fuerte y veloz. Las declaraciones de sus dirigentes indican que o se les frena o arrollarán el tipo de país que hemos construido en la Transición y que dibuja la Constitución española.

Cuando escucho a dirigentes del Partido Socialista Obrero Español o de Unidas Podemos hablar sobre los peligros que acechan a nuestra democracia si Vox consigue entrar o modular los gobiernos que encabece el Partido Popular, no puedo evitar pensar en el ejemplo del coche y el camión. Si de verdad se ve venir el peligro; si se teme que finalmente el Partido Popular acabe formando gobierno o pactando con Vox, parece que lo sensato y lo aconsejable sería evitarlo dando un volantazo que impida ese maridaje. Cuando el PSOE no sea capaz de formar gobierno en los ayuntamientos, en las Comunidades Autónomas o en el Gobierno Central, la mejor manera de evitar que el PP caiga en manos de Vox será garantizando la investidura del candidato del PP a cambio del compromiso escrito de que el PP no apoyará ni una sola iniciativa que vaya firmada por Vox, salvo que vayan avaladas por los grupos popular y socialista. Lo mismo debería ocurrir si es el PSOE el obligado a pactar con la extrema izquierda. Si es verdadero el temor a la ultraderecha o a la ultraizquierda y no es solo un ardid para excitar el voto de ciudadanos que se sienten desmotivados por coaliciones poco comprensibles, PSOE y PP estarían obligados a tender un cordón sanitario al estilo de lo que ocurre en otros países con más tradición democrática que la nuestra.

Quienes tuvimos la suerte de participar en las primeras campañas electorales de los años setenta sabemos que la derecha actual tienen poco que ver con la derecha de esos años que representaban entonces Manuel Fraga y los denominados Siete Magníficos. El debate en las elecciones de 1977 y 1979 se basaba en la defensa de una España plural y diversa y democrática. A trancas y barrancas esa derecha se fue transformando hasta llegar al PP actual. Esa derecha popular no consiguió llevar a la izquierda a sus posiciones. Fue la izquierda la que consiguió hacer irreversibles determinados derechos, incluso cuando el PP gobernó con Aznar o con Rajoy. La izquierda debería llevar con orgullo esas conquistas ya irreversibles y que ahora, salvadas algunas diferencias con el PP actual, los dos partidos estatales deberían aliarse para la defensa de lo que les une: el sistema del 78 y la Constitución española. Solo una colaboración de ese tipo –que no conlleva la gran coalición– puede evitar el condicionamiento de cualquier gobierno futuro del PSOE o del PP por parte de populistas, independentistas o comunistas por mucho que se disfracen de lagarteranas en cada proceso electoral.

El silencio de quienes ven peligrar la calidad de nuestra democracia a manos de los extremos se ha mantenido para evitar la acusación de “tonto útil de la derecha”. Las últimas elecciones han demostrado que los ciudadanos no están dispuestos a salvar el sistema con su voto. El ciudadano vota individualmente sin ponerse de acuerdo con nadie. El surgimiento de los diferentes populismos es consecuencia directa de los errores cometidos por los dos grandes partidos estatales. Es a ellos a los que corresponde resolver el puzzle para que las piezas encajen adecuadamente.

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