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La temporada del Córdoba solo se puede calificar como sobresaliente. Por el ascenso, obviamente, pero también por las sensaciones e imagen que ha transmitido. Ha sido el único equipo del grupo que le ha mantenido el pulso a un mayúsculo Castellón, con un plantel y presupuesto muy por encima de la categoría en la que jugaba. De hecho, el Córdoba le ha ganado los dos partidos, y eso es una auténtica gesta. Salvo algunos momentos complicados, y previsibles, la fase de ascenso del Córdoba ha sido monumental. No ha perdido ni uno solo de los cuatro partidos, y ha transmitido solvencia, seguridad y unión. Todas estas virtudes hay que adjudicárselas a la plantilla, claro que sí, pero también al entrenador, Iván Ania. Un profesional de pies a cabeza, un tipo de verbo breve pero inteligente, honesto en su trabajo, al que nunca le ha temblado el pulso en los cambios y decisiones que ha tomado. Sobran los motivos para una renovación que estaba cantada. Fue muy emocionante escucharlo afirmar, nada más finalizar el partido decisivo, que el ascenso era muy importante para su vida, porque iba a poder ver más a sus hijos. Mi aplauso, por esa sinceridad. Mi aplauso, igualmente, para el director general de la entidad (lo de CEO y toda esa nomenclatura british de nuevo cuño me provoca acidez mental), Antonio Fernández Monterrubio, pocas pegas en su primer año al frente de la entidad, haciendo de puente con los propietarios, de Bahréin. Ojalá repita más esa imagen emocionada sobre el césped del Arcángel que contemplamos, que entiendo lo define con mayos precisión. Si se siente el cordobesismo, no pasa nada, absolutamente nada, por evidenciarlo, no está para nada reñido con ser un magnífico profesional. No solo es compatible, también saludable.
De nuevo las Tendillas en blanco y verde, como tantos habíamos soñado durante años. De regreso al fútbol profesional, con todo lo que eso significa, para el equipo y la ciudad. Volvimos a tocar el cielo, qué bonito y mágico cuando sucede. Pero en el cielo solo podemos estar un ratito, y hay que volver a pisar el suelo, la realidad, cuando antes, porque queda mucho por hacer. Y hay que hacerlo ahora, ya, porque en primer lugar hay que planificar una plantilla, todo un equipo, para el fútbol profesional, y eso requiere de tiempo y recursos. Aunque ahora los contemplemos como héroes, tenemos algunos muy buenos jugadores, que pueden ser la base del nuevo plantel, pero tenemos que mejorarlo sustancialmente. Es la parte dura del deporte de élite, lo sé, quienes se han dejado la piel en el campo ahora le tienen que dejar su sitio a los que vendrán. Se puede entender hasta casi como una injusticia, pero la competición no entiende de sentimientos y si queremos afianzar el proyecto y no sufrir, hay que fichar, así de simple. Y para fichar refuerzos de garantía hay que gastar dinero. Eso le toca a la propiedad. Han dado estabilidad, bien, pero ahora hay que invertir, y en serio. En Segunda ya sí hay dinero, por multitud de fuentes, y para estar a la altura hay que tirar de cartera. Toca hacerlo, y es ahora, en enero de 2025 será un parche para tratar de corregir lo mal (y lo no) hecho. Es ahora, si realmente pensamos en un proyecto estable y de futuro.
La gloria es un instante, que se saborea intensamente. Un segundo en el cielo, poco más. Y para volver a tocar el cielo hay que pisar mucho el suelo. Hay que currar. No podemos ser conformistas. El Córdoba debe y tiene que ser una entidad acorde con su tiempo. Nunca más esa imagen de web que no funciona e interminables colas para comprar una entrada. No nos lo podemos permitir. Ser profesionales, no solo como un titular, como una definición. Nos encontramos ante un momento único en la historia del Córdoba y podemos hacerlo bien, muy bien si nos lo proponemos. Hay que conjugar realismo, con ambición y profesionalidad, esas son las tres patas de la mesa en blanco y verde. Seguro que los resultados llegarán. La afición ya se encargará del resto. No creo que la haya más agradecida que la del Córdoba, más resistente, más fiel. Lo ha demostrado, y lo va a seguir haciendo. Por eso, por todo, tras volver a tocar el cielo en las Tendillas, a pisar el suelo cuanto antes, y caminar hacia el futuro.
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