Jaime Batlle

La soberanía cambia de bando

La tribuna

La soberanía cambia de bando
La soberanía cambia de bando

Entra dentro de lo probable una regresión democrática en nuestro país de la que se deriven consecuencias irreparables, alejadas del concepto “democracia” y en consecuencia del rol del poder sobre el conjunto de la sociedad y la adaptación de ésta a la forma en que recibe ese poder.

Las razones esgrimidas por el TC para justificar la constiucionalidad de la amnistía a los políticos independentistas catalanes, suponen un cambio flagrante de la ubicación de la soberanía, que pasa del escenario popular al parlamento y cuando eso sucede, la democracia simplemente deja de existir, porque su fundamento y esencia es que la soberanía resida en la “demos” el pueblo y es ahí en ese preciso escenario, donde la independencia de la justicia cobra sentido “para el pueblo” porque en él reside la soberanía.

Ahora sí entiendo por qué hace justamente once años escuché a un parlamentario indepe catalán decir que el parlamento era soberano. Cosa que me hizo ruido al oído, pero que ahora entiendo con claridad meridiana.

La democracia que nos dimos en el 78 la comenzó a destruir Felipe Gonzalez, contribuyó a su deterioro una derecha sin proyecto, acomplejada y miope y la han acabado rematando Zapatero y Pedro Sánchez, a través de la destrucción del sistema educativo surgido del tardo-franquismo ¡qué paradoja!, incompatible con una dictadura y difícil de asimilar en una dictablanda como lo son todos los regímenes parlamentaristas. Que el dictando sea blando o duro, solo depende de dónde se ubique la soberanía. La constitución china, por ejemplo, sitúa la soberanía en el Partido Comunista Chino, con dos cojones, que por otra parte ha sido siempre una expresión muy usada y practicada por las dictaduras.

Le dijo una vez Franco a José María Pemán que hiciera como él, que no se metiera en política, y el mismo dictador le preguntó a Adolfo Suárez si era inevitable ir a elecciones algún día. ¡Cómo hemos cambiado! A peor. Qué profunda tristeza queda en quienes aún conservamos la memoria de lo que quisimos ser y la oportunidad perdida. La vejez, nuestra vejez consciente y con memoria –no la histórica sino la real porque no nos la contaron, la hemos vivido–, la pasaremos a lomos del dolor de la melancolía. Lo intentamos y perdimos. Perdimos porque nos lo dejamos arrebatar de las manos. Nos queda el consuelo de que no nos pueden engañar. Somos hijos de lo que quieren borrar de la historia y la memoria. ¡Perdimos!

Es el mundo que quieren. Miro a mis nietos con pena, pero serán inconscientes de lo que se pierden porque las pantallas habrán sustituido al papel y las pizarras, donde la imaginación que genera pensamiento es libre y no atrapada.

El consuelo –y no es baladí– consiste en identificar la disimulada burla que acepta el necio como verdad absoluta, porque no la entiende. “Que cree lo que dice el legislador sobre el interés general de la amnistía”, dice para justificar la sentencia el TC. Está frase es el epitafio, el clavo y el martillo de lo que alumbró el 78 español.

¡Qué necios!

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