Tribuna

Javier Castejón

Médico cirujano y profesor de la Facultad de Medicina de Granada

La segunda traición

La segunda traición La segunda traición

La segunda traición / rosell

Primero fue la traición y después el abandono. Tras esto, se intentó el olvido que fue imposible. Últimamente, vuelve la vergüenza cuando se consuma la segunda traición, esta vez protagonizada por el presidente del gobierno español, o quizá solo presidente de sí mismo, Pedro Sánchez.

En 1975 tuvo lugar la primera traición y el pueblo saharaui fue abandonado y traicionado por España, dejando a los habitantes al arbitrio de países vecinos ávidos de riqueza (pesca, petróleo y fosfatos fundamentalmente) que no tardaron en invadirlo, obligándoles a refugiarse en el peor de los desiertos del mundo, llamado por ellos Hamada, que en su lenguaje significa "infierno", dadas las características inhóspitas y áridas de este fragmento de tierra argelina donde no tuvieron mas remedio que ubicarse aquellos que no murieron en los bombardeos propiciados por tropas marroquíes y mauritanas.

Afortunadamente, la presencia de Naciones Unidas consiguió un alto el fuego en 1991, y aunque ello no supuso victoria para nadie, sí impuso la lenta agonía del pueblo saharaui en la Hamada. Al menos, comenzaron a malvivir en la esperanza que le había prometido la ONU en función de los presupuestos básicos del Derecho Internacional: un referéndum de autodeterminación que supondría con toda probabilidad la vuelta a su país. Pero pasaron los años y, argucia tras argucia, se consiguió postergar hasta hoy la realización del referendum, o lo que es lo mismo, la imposición del Derecho Internacional.

El matiz histórico y social importante a destacar es que el Sahara español nunca fue una colonia de nuestro país. Pues a diferencia de otras naciones invadidas o conquistadas por Inglaterra, Bélgica o Francia, a los nativos del desierto se les reconoció la ciudadanía española. Se trataba de una provincia más de España, como lo fueron y son Zaragoza o Sevilla. Y sus habitantes ostentaban la nacionalidad española.

El que suscribe, médico cirujano de profesión, ha estado en numerosas ocasiones en los campamentos de refugiados saharauis en calidad de médico cooperante, de ahí que pueda afirmar, no solo que conoce su historia y devenir, sino que comparte su indignación por la traición de España, que entonces (corría el año 1975 y Franco agonizaba en su lecho de muerte) les negó la protección y amistad que les debía.

No han sido pocos los saharauis, todos de edad avanzada, que he conocido en la Hamada que me enseñaban un carnet de identidad español (viejo y caducado) para hacerme ver que ellos eran españoles reconocidos antes de la traición de 1975. Es más, a fecha de hoy, y según dictamen de Naciones Unidas, España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara, por lo que tiene la obligación de no inhibirse en la cuestión. Sería negligencia política si así lo hiciere.

Pero el tema va más allá. Hoy no es que haya actuado negligentemente en materia de política internacional o derechos humanos; es que además, tras la felonía protagonizada por Pedro Sánchez, se ha constituido en protagonista de la segunda traición.

Las razones de este cambio repentino de la política española dándole la razón y el apoyo al rey de Marruecos no se han establecido con claridad, pero parece que la amenaza de la inmigración desbocada e incontrolable a través de Ceuta, Melilla y Canarias ha tenido su efecto. No son pocos los que, al otro lado de las vallas de Ceuta y Melilla, calculan fríamente el juego de la presión política a base de enviar cientos o miles de compatriotas hacia el hipotético sueño europeo, y no para que sean más felices, sino para que, jugándose la vida en pateras o vallas, consigan plegar la voluntad de este presidente de sí mismo, que es Pedro Sánchez. Este que no duda en desarrollar políticas contra el dictamen de Naciones Unidas, o lo que es lo mismo, contra el Derecho Internacional.

Fue Donald Trump el primer mandatario occidental en afirmar en diciembre de 2020 que la soberanía sobre los terrenos del Sáhara occidental correspondería al Reino de Marruecos. Ahora lo hace Pedro Sánchez, de espaldas a todos los grupos políticos, si no al suyo propio.

Lo terrible no es la cuestión política. Esta quizá sea lo de menos. Lo terrible es que, desde aquella traición de 1975, hoy corroborada en 2022 por Pedro Sánchez, ellos quedaron abandonados por España, y hoy lo están doblemente por esta segunda traición. Y desde entonces sobreviven en campamentos ubicados en el mas atroz de los desiertos, centenares de miles de hombres, mujeres y niños que ven pasar los años a la espera de una solución que no llega. Que no llega porque depende de unos políticos que juegan al ajedrez, olvidando que los peones son seres humanos casi reducidos a polvo de arena por el olvido y la traición de unos pocos. En las decisiones políticas, parece que el ultimo criterio a tener en cuenta es precisamente el ser humano, el mismo que inventó la política.

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