La tribuna

Pura ‘Lux’

Pura ‘Lux’

Mucho se ha escrito, comentado y opinado sobre el último trabajo de Rosalía, Lux. Los tópicos ríos de tinta se han transformado en todo un océano. Mi opinión vale muy poco, ante lo dicho por los grandes gurús musicales, si es que queda alguno. Se analizan sus palabras, sus indumentarias, todos los objetos que aparecen en sus videoclips, como si se tratara de un insecto que se disecciona desde el microscopio. Y soy consciente de que muchos consideran que se está hablando demasiado de Lux y Rosalía, y yo pienso que es una auténtica bendición que esté sucediendo.

Porque tras tantas horas dedicadas a los mazones, los familiares sospechosos, los chantajes de Junts, los premios desvirtuados, las memorias desmemoriadas en el exilio o los índices de las audiencias, el que una obra cultural, cultural, insisto, se cuele en la actualidad, en los debates, en las charletas de las barras, me parece, como poco, colosal. Y tengamos en cuenta que, a pesar de los trece idiomas que se pueden escuchar, es una obra en español (esto sí es Marca España), que ha batido todos los registros de debut de un álbum en una plataforma tan global como es Spotify.

De Lux me gusta y me sorprende todo, de principio a fin. En primer lugar, que tratándose de una propuesta que no es nada comercial, o no lo es como hasta ahora entendíamos lo comercial, haya calado de esta manera. Porque Lux le gusta al cani, al reguetonero, al indy (entrado o no en canas), al flamenco, a la poppy y a los críticos más exigentes y prestigiosos del planeta. Está sucediendo, tal cual.

Que Rosalía es muy habilidosa en venderse (lo mismo prepara un bizcocho que reconoce que sigue recibiendo clases de canto), que cuenta con un equipo que maneja la mercadotecnia de maravilla, indiscutiblemente, ¿y cuál es el problema cuando lo que “se vende” es una obra tan descomunal? Eso debe entenderse como una virtud, porque lo que no se conoce no se puede disfrutar o amar.

Me fascina Lux porque Rosalía se atreve con todo. Si en Motomami deconstruía los géneros, en este nuevo trabajo construye su propio recreo sonoro. Y lo hace acudiendo al pop, al reguetón, a la ranchera, a la tarantella, al fado, al techno, a la rave incluso, a la clásica y, sobre todo, al flamenco.

Porque Lux es su álbum más flamenco desde Los Ángeles, su ópera prima. Pero también hay referencias literarias, y así es fácil encontrar los dogmas de Pedro G. Romero o las lúcidas reflexiones de la filósofa Simon Weil. Así como algunas frases maravillosas, como las despechadas de La perla, “un terrorista emocional”, o la maravillosa “no soy una santa pero estoy blessed” de Reliquia, que actualiza el “antes muerta que sencilla”, y refuerza su empoderamiento, su feminismo, como ya hizo anteriormente, especialmente en Motomami. Porque Rosalía, toda ella, no solo su música, tiene mucho de expresión política; a pesar de su sonrisa permanente, no es una artista neutra, se postula y muestra.

Debemos alegrarnos de que también contemos en la música con una referencia musical que está marcando un nuevo camino, creando sus propios parámetros, en todo el mundo. Y hay que alegrarse, también, que se hable de ella, de su Lux, que es una emoción en forma de canciones, que te atrapa e hipnotiza.

Por una vez, dejemos de “ser españoles” y disfrutemos del prodigio que es Rosalía, esa que luce lo mismo con un Balmain, aporreando la barra de aluminio de un bar, que escuchando a un coro de niños. Además de ser un ejemplo, ya que acumuló varios “no” en sus inicios, que no lo impidieron seguir creyendo en ella misma. Yo también creo en ella, desde la admiración, y casi desde la hipnosis. Pura Lux.

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