La tribuna

Perla

Perla

Yseguimos con Rosalía, vaya, y es que su nuevo disco, Lux, está dando mucho juego, y no solo musicalmente. También en cuanto a las letras, al uso que hace de las palabras, y no me refiero a esa torre de Babel que construye cantando en 13 idiomas, desde lo rutinario. En el tema titulado La perla nos encontramos con una Rosalía despechada, sedienta de venganza, tras sufrir un desengaño amoroso, y se despacha a gusto con el causante (en eso no entremos, aunque tal vez ahí radique el morbo y éxito de la canción de marras).

Lo llama “campo de minas para mi sensibilidad”, “mayor desastre mundial”, “estrella de la sinrazón”, “decepción total” o “terrorista emocional”, que vaya cómo debe ser el destinatario, para merecer tales dedicatorias. Aparte de las frases que encontramos en la susodicha canción, a mí lo que me gusta y me llama la atención es el título, La perla, por todo lo que esconde. Y es que es muy español ese juego de la contradicción, el de emplear una palabra para utilizarla en su significado contrario, justamente. Porque el perla de La perla es lo inverso a lo que es una perla, y tal vez deberían calificarlo como chatarra o como excremento, pero no como perla, precisamente. Pero ahí es donde radica la gracias, obviamente. Y este manejo, tan nuestro, suelo ir acompañado de su propia escenografía y pronunciación para que sea entendido por completo. Todo forma parte del juego.

Una perla es algo lujoso, bello, exclusivo, hermoso, pero el “eres un perla” es todo lo contrario, en la canción y en nuestra dialéctica diaria. Todos hemos conocido a uno o una, que brilla y destaca por cualidades muy diferentes a las que le adjudicamos a la perla. Pero vayamos con otras palabras que empleamos de semejante manera. Yo siento predilección por artista. Que en su sentido literal es aquel que vive o trabaja en el arte, en lo artístico, pero que en su modo irónico es aquel (o aquella) que tiene curiosas habilidades, pero extrañamente homologables con aquello que consideramos arte. El artista, el “eres un artista”, se aplica con frecuencia al habilidoso, al listo de calle, al que con poco es capaz de conseguir mucho, o aparentar mucho, que no siempre es lo mismo (y hasta no es ni remotamente parecido, ya puestos). Estos artistas no han agarrado nunca un pincel ni han compuesto una canción, tampoco escrito una novela o rodado una película, pero cuentan con la capacidad de destacar por sus peculiares habilidades. Y puede que habilidad tampoco sea la palabra más acertada, o sí, si extendemos y ampliamos todas sus posibles acepciones, hasta el infinito, estimo. Sabemos de lo que hablamos.

Pero sigamos con palabras que empleamos en sus antagónicos significados. Otra que me encanta: fenómeno. Y es que ese “eres un fenómeno” según se pronuncie, pues eso, que cambia mucho la cosa. El fenómeno ya no es tan fenómeno, ya no es tan raramente capaz de lo que sea, si no todo lo contrario. Recuerdo un fenómeno aplicado a un futbolista que representaba justamente lo contrario, ya que con el balón en los pies era más bien torpe y lento, y desde la grada se repetía lo del “qué fenómeno”, pero con una sonrisa en los labios. Y algo parecido sucede con especial, y sobre todo con el diminutivo, especialito. Y es que si te catalogan de especialito es que eres más bien malaje, huraño, tirando a rarito, todos nos entendemos. “Mi cuñado es que es especialito en todo”, nos basta para tener una primera visión, bastante aproximada, del referido. No es exactamente complicado, es jodido, y seguro que me estoy explicando. Juegos de palabras, que también forman parte del éxito del nuevo trabajo de Rosalía, porque todos los entendemos y utilizamos.

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