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Se está hablando últimamente mucho, y no bien en algunos casos, de las energías renovables. Hay quien las responsabiliza directamente del apagón que padecimos el pasado 28 de abril. Ese lunes fundido en negro, en el que recuperamos los transistores de pilas, las velas y, una vez más, el papel higiénico (que alguien me tiene que explicar). Durante unas horas, cundió el pánico, y arrasamos los supermercados como si fuéramos los protagonistas de una distopía apocalíptica. Algunos de sintieron como Negan, me temo, y hasta buscaron un bate para recrear con mayor verosimilitud el personaje. Y como siempre los bulos, que no falten, se ha ido la luz en Alemania, y en Finlandia, y en Turquía, y el chino del chino de la esquina me ha dicho que en su país también se han quedado a oscuras, y en Italia, y también en Suiza. Todo eso escuchamos y leímos cuando aún teníamos cobertura. Somos así, no podemos evitarlo.
Durante horas se habló de un ciberataque, y ya creímos ver al Anonymous de turno pidiendo una morterá de dinero para no volver dejarnos a oscuras. Mil millones de euros, dos mil, lo que sea, que los nuevos piratas ya no se embarcan en galeones, ni deben cubrir sus rostros y ni siquiera tienen pistola. Y no tardaron en adjudicarle la responsabilidad del apagón a las renovables. A una sobresaturación que mandó al traste a todo el sistema, eso es lo que empezaron a esgrimir los tertulianos. Esos mismos que un día son especialistas en pesca de altura, al siguiente en deportes de riesgo, y una semana después pueden impartir un máster de agricultura ecológica. Los sabios de nuestro tiempo. Todo es ponerse. Y a pesar de no contar con todos los datos, que son muchísimos, muchísimos, ya había quien tenía claro como el agua lo que realmente había pasado.
Asistimos a un cambio histórico en cuanto a nuestro consumo energético. Más lentamente de lo que se merece y necesita nuestro planeta, estamos reduciendo el uso de las energías procedentes de los fósiles, carbón y petróleo fundamentalmente, para acudir a las renovables. Solar, eólica, hidrógeno, biometano, biogás, etc. Diferencias sustanciales entre ambas energías, pero una que no deberíamos pasar de largo. Las fósiles son sucias, muy sucias, de hecho son las grandes responsables de la alarmante contaminación que padece nuestro planeta. A ellas les debemos buena parte de los males que nos aquejan, en forma de enfermedades o padeciendo un cambio climático de consecuencias nefastas.
Las energías renovables son, básicamente, limpias, sostenibles y económicas. Pero me temo que esto último juega en su contra, a diferencia de lo que sucede con todos los derivados del petróleo. Unos pocos ganan mucho dinero con ellos, y mientras queden reservas van a hacer todo lo posible por seguir haciendo caja. España es una potencia mundial en energías renovables. Y más allá de nuestro enclave geográfico, con muchas horas de sol y no escaso el viento, porque hemos apostado por este nuevo modelo de energía desde ya hace algunos años. Y empezamos a ver los frutos. Teniendo una de las facturas de electricidad más bajas de Europa, o reduciendo considerablemente nuestras emisiones de Co2. Eso es mucho, más de lo que imaginamos. Vamos por el buen camino.
No sabemos todavía si las energías renovables fueron las responsables del apagón del pasado 28 de abril. Tampoco me extrañaría. Hablamos de un cambio de modelo muy profundo y radical y es normal que en este tipo de procesos haya errores, desconexiones, fallos en definitiva. Pero eso no debe hacernos dudar en nuestra apuesta por las energías renovables, que son las únicas que garantizan la salud de nuestro planeta.
Y los terraplanistas, los conspiranoícos, los que niegan el cambio climático y los antivacunas, porque siempre son los mismos, que digan lo que quieran. La ciencia y el progreso no confirman ninguna de sus teorías, sino todo lo contrario. Han puesto en su objetivo, en el centro de la diana, a las energías renovables. Y no es por casualidad, me temo.
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