La tribuna

Momentos

Momentos

Si tuviera que quedarme con uno de los momentos que he vivido durante este verano, con toda seguridad escogería el de esa tarde que paseé por la playa, junto a mi familia, durante varias horas. Hicimos tiempo para contemplar el atardecer, rutilante, imponente, hermoso, como una llamarada. Hablamos mucho, de todo un poco, reímos. Lloré durante un buen rato, me alejé para que no me vieran. Lloré de felicidad, porque meses atrás no se me habría ocurrido poder vivir esa escena. Ni esa, ni ninguna. Ha sido y está siendo un buen verano, de reencontrarme con situaciones y sensaciones que creí imposibles, justo el verano anterior.

Los llamamos momentos, y suelen ser breves, hasta instantáneos, pero se dejan sentir a pesar de su duración. Espero seguir acumulando más de estos momentos en el futuro, no quiero coleccionar nada más. El resto de colecciones me parecen superfluas, horteras e insustanciales. Coleccionista de momentos, que hasta queda bien como título de una novela, que podría ser de cualquier género. De la intriga al amor, del suspense al humor, del terror a la fantasía. Un poco como son nuestras vidas, que no son planas, hasta las más dramáticas tienen sus momentos de comedia.

Hemos padecido, y seguimos padeciendo, la furia abrasadora del fuego. Ha sido un mal verano, trágico. Pero es que hemos tenido una verano especialmente caluroso. Sí, son los efectos, evidentes, del cambio climático. Que existe, que ya está aquí, que es una realidad concreta, por muchos que algunos se empeñen en obviarlo. No es una ideología, es un fenómeno avalado por la ciencia. Momentos largos y trágicos los que nos está deparando el fuego, que no merecen ser coleccionados, pero tampoco olvidados.

Porque hay que dar respuestas, convincentes y certeras, cuando el calor no nos amenaza. Se trata de prevenir y de asumir una nueva realidad que cuenta con sus propias exigencias. Ampliemos temporalmente el dicho, no es solo cada día el que requiere su afán, cada tiempo nos lo demanda. Y cada sociedad, que muta, cambia, puede que involucione en ocasiones, pero que requiere y demanda nuevas atenciones y respuestas. Cada momento tiene su afán, o para llegar a disfrutar de algunos momentos, buenos momentos, tenemos que afanarnos mucho.

No me canso de repetirlo, todo lo que merece la pena, ya sea una relación, un trabajo, una novela o una casa, cuesta trabajo. Es difícil, y debemos desconfiar de lo fácil, que raramente merece la pena.

Hace unos días recibí una fotografía de la que fue mi casa durante más de treinta años. Treinta años, se dice pronto. Y no solo son muchos años, son esos años tan trascendentales, de infancia y juventud (que nos construyen). Calle Buen Suceso, entre San Agustín, el Realejo y San Lorenzo, junto a la bodega El Gallo, Córdoba esencial. Me costó ver la foto, apenas pude. Una casa, cuando es un hogar, es mucho más que ladrillos, tejados, habitaciones y metros cuadrados. Eres tú, somos nosotros.

No imagino a nadie que no sean mis padres o hermanos en esa casa. Esa casa en la que tanto y tanto viví. Esa casa que, a pesar de los reformas y de las catalogaciones, ahora es un “piso turístico”, alberga una colección de momentos que se traducen en esa imagen que contemplo cada vez que me enfrento al espejo. Somos los momentos vividos, los buenos y los malos. Todos forman parte de la colección. Dicen que septiembre es tiempo de cambios, de propósitos de enmienda, pues eso me pido y exijo: seguir coleccionando momentos, sean del tipo de sean. Una colección bien grande, no me preocupa el tamaño, que ya le encontraré hueco.

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