Tribuna

alberto barciela

Periodista

El moderno destino de la vieja Europa

París y Berlín han mostrado su solidaridad en un momento difícil. La UE responde frente a las erráticas políticas de Pekín, Washington o Moscú

El moderno destino de la vieja Europa El moderno destino de la vieja Europa

El moderno destino de la vieja Europa / rosell

Ignoras que tu esposo es el gran Júpiter; //No llores, y aprende a llevar tu suerte; //La mitad de la tierra será llamada con tu nombre.", Horacio (65 a. C.-8 a. C.), el principal poeta lírico y satírico en lengua latina, se refería así al mito de Europa en sus Odas.

Somos clásicos incluso en nuestras predicciones. Conformamos una historia de agregaciones de pueblos y culturas, de integraciones paulatinas en la civilización de los bárbaros en lo pretérito, de entendimientos superadores de guerras, confrontaciones, sucesión de imperios. Ahora, el referente necesario es unívoco, está en nosotros mismos, en nuestra esencia democrática y convivencial, pues sabemos que en esto reside la superación de las dificultades, por graves que estas resulten. El Viejo Continente hace valer sus heridas, sus galones y sus canas.

Es el momento de Europa, de las instituciones de velocidad acomodada siempre a las circunstancias, quizás lenta para algunos pero segura. Cada día tiene su afán y el sentido de la oportunidad ha de nacer de la serenidad del análisis, de la disparidad equilibrada, del establecimiento de estrategias que miren más allá del corto plazo. A veces, la teórica distancia de los centros neurálgicos se convierte en una ventaja para las decisiones, pero lo cierto es que, pese a que esta circunstancia se reitera en los análisis, la UE y sus instituciones palpitan con sus ciudadanos, vivan en donde vivan y sea cual sea su circunstancia. En cada anhelo particular, personal, regional o de Estado se encuentra el pegamento que fortalece un propósito ejemplar de 27 naciones y más de 500 millones de personas.

Las instituciones europeas, Consejo, Comisión, Parlamento, etc., son el meeting poing, el punto de encuentro, el eje dinamizador de la tercera economía del mundo, que se desarrolla sobre el segundo continente más pequeño en términos de superficie. Esa fortaleza refleja la competitividad de una economía capaz de responder con eficacia a una crisis económica como la derivada el Covid-19, con la misma eficacia con que antes se atemperó la crisis del 2008 o superaron circunstancias negativas de la más diversa índole.

Europa hace caso al bardo y, lejos de llorar, actúa. Hasta ahora cada resultado, basado en realidades de éxito ejemplares como la que representa Portugal, ha permitido mantener un optimismo prudente en la atención al siguiente conflicto. En cada resolución se justifica la eficacia de la unidad en lo que realmente importa. Esa eficacia es la que ahora necesitan Italia o España o la que pueden requerir otros países de nuestro entorno. París y Berlín han mostrado su solidaridad en un momento difícil también para ellos. La UE responde desde la exigencia y el control, analiza la crisis con sentido de oportunidad para ir un poco más allá y construir un mercado más fuerte, consciente de que todavía puede controlar su futuro frente a las erráticas y complejas políticas de Pekín, Washington o Moscú.

Los principales retos del ahora son sanitario y económico. Pero también subsisten asuntos de envergadura a la que la inteligencia del conjunto ha de dar respuesta para bien profundizar en la política común o bien seguir respondiendo a la Defensa de los Derechos Humanos en cualquier parte del mundo. En la agenda están la seguridad -terrorismo, etc.-, las mafias, la igualdad, la implicación humanitaria -conflictos armados, refugiados, lucha contra el hambre y la sed-, calidad democrática, demografía, el maltrato, la soledad, el paro, el consumismo, la manipulación, las dictaduras, las mafias, el racismo, la esclavitud, la explotación infantil, la corrupción, el cambio climático o las catástrofes naturales.

Hay también un tema transversal, especialmente denso, complejo y urgente: encontrar una respuesta europea al mundo digital. Es parte sustancial de la nueva economía, de la fortaleza política, de la imagen, pero también de la seguridad y de la libertad. Incide en el desarrollo industrial y en la cultura. Hay que estimular la creación de contenidos, luchar contra las verdades construidas o defender a las lenguas minoritarias. Todo ello ha de reflejarse en una estrategia de vanguardia, que recupere cuanto hemos aportado al mundo desde hace milenios y contribuya a diseñar el futuro. Hemos de aprender a llevar nuestra suerte para que sea la suerte global. Solo Europa, Madre y Señora, puede garantizar que sus semillas sigan germinando en paz por el bien común de la humanidad. Ese es nuestro destino.

Horacio ya lo sabía.

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