Francisco J. Ferraro

En manos de Netanyahu

La tribuna

En manos de Netanyahu
En manos de Netanyahu

29 de octubre 2023 - 00:15

El ataque de Hamas y la respuesta del gobierno de Israel, más allá de un nuevo hito en el conflicto de Oriente Medio, está adquiriendo una trascendencia mundial, que puede provocar reajustes geoestratégicos trascendentales.

La violencia y el terror del ataque de los milicianos de Hamas provocó 1.700 muertos y más de 200 secuestrados. Estados Unidos, la Unión Europea y otros muchos países que apoyan a Ucrania en su guerra contra Rusia mostraron su solidaridad y defendieron el derecho de Israel a defenderse. A ellos se sumaron algunos países, como India, fortaleciendo el eje democrático en el mundo frente a las autocracias.

El ataque de Hamas no solo se produjo como respuesta a la ocupación a la que están sometidos los palestinos en la Franja de Gaza, sino también a los intereses de Irán, enemigo irreconciliable de Israel y tradicional soporte de las milicias de Hamas, que observa con preocupación los acuerdos de algunos países árabes con Israel (Marruecos, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán) y, particularmente, el anunciado acuerdo con Arabia Saudita, por lo que el enfrentamiento bélico palestino-israelí pondría en un brete a los países musulmanes. También Rusia, a la que Irán suministra armamento, está interesada en un conflicto en Oriente Medio porque puede socavar la unidad de los países occidentales, reducir el apoyo a Ucrania y aumentar los precios del petróleo. Y China “apoya la justa causa palestina”, considera que Israel se ha excedido en la “autodefensa”, y también le interesa que Estados Unidos se complique en la región y debilite su liderazgo en el mundo.

La respuesta militar del gobierno de Israel al ataque de Hamas fue inmediata, bombardeando la Franja de Gaza, cerrando sus fronteras y cortando todo tipo de suministros, lo que provocó de inmediato la solidaridad del mundo árabe con los gazaties. Y la intensificación de los bombardeos, con la muerte de miles de civiles y la angustiosa limitación de suministros han ido provocando un creciente rechazo en la opinión pública mundial por la desproporcionada respuesta israelí. Algunos políticos reclamaron el alto el fuego, lo que el gobierno israelí interpretó como apoyo a los terroristas, y el Consejo de Seguridad de la ONU no pudo aprobar una resolución de alto el fuego por el veto de Estados Unidos, ni otras posteriores.

El pasado día 25 el Secretario General de la ONU, António Guterres, condenó “los horribles actos de terror sin precedentes perpetrados por Hamas”, pero también señaló que “los palestinos viven una ocupación sofocante desde hace 56 años”, por lo que reiteró su llamada a un alto el fuego humanitario y la solución de dos estados como única alternativa posible. Estas manifestaciones provocaron un gran malestar en el gobierno israelí, que pidió la dimisión de Guterres por mostrar “comprensión por la campaña de asesinatos masivos de niños, mujeres y ancianos”, y decidió bloquear los visados del personal de la ONU.

Mientras tanto, EEUU ha enviado una potente fuerza militar a la zona de conflicto, líderes de Hezbollah, Hamas y la Yihad Islámica se reunían para coordinarse, Rusia, China, Turquía, Irán, Indonesia y otros países se alineaban en apoyo de la causa palestina, y la Unión Europea, tras horas de debate semántico, solo alcanzaba a acordar una petición de “pausas humanitarias” a los bombardeos.

El futuro es incierto, y el único que tendría capacidad para influir en el conflicto es EEUU, pero el lobby judío es muy poderoso y la elección del trumpista Mike Johnson como líder de la Cámara de Representantes dificulta aún más la maniobrabilidad de Joe Biden que, en cualquier caso, tendría que doblegar a Benjamin Netanyahu, tarea difícil tras una historia de consentimientos. Israel es un país admirable por su capacidad de superación, por su desarrollo científico, tecnológico, económico y en múltiples campos del pensamiento y las artes, pero que, con el 0,13% de la población mundial y un PIB que representa el 0,53% del mundo, viene manteniendo una tensión en Oriente Medio que limita las posibilidades de desarrollo de su entorno, y que con sus actuación en la Franja de Gaza está poniendo en jaque al mundo democrático pudiendo provocar desequilibrios geoestratégicos de gran trascendencia.

Y al frente del país, Benjamín Netanyahu, un personaje que en su larga historia política ha radicalizado la posición de Israel frente a los palestinos alejando la posibilidad de desarrollar el Acuerdo de Oslo. Un político procesado por corrupción, que ha promovido una polémica reforma limitadora de la capacidad de la Corte Suprema para controlar al ejecutivo, por lo que se han venido produciendo manifestaciones multitudinarias de rechazo, y cuya popularidad ha caído en picado entre sus propios votantes. En sus manos están decisiones que afectarán a toda la humanidad.

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