Leo que beber gazpacho todos los días es una fuente de salud. Se puede beber todos los días. Mucho mejor el que hacemos en casa. Que como las croquetas, la tortilla de patatas y el salmorejo en cada casa tiene su propio sabor. Y hablamos de nuestras madres, de esos sabores que se mantienen en nuestro interior, más allá del paladar. No admitimos comparaciones, ni discusiones, como el salmorejo de mi madre, ninguno. El salmorejo, como el gazpacho y los aliños, me cita con el verano. Al igual que con la playa. Aunque la playa está ahí siempre, pero yo solo la asocio al verano. A los días largos, a una bebida fría en la orilla, o lo más cerca posible. Al salitre y a las camisas estampadas.
El lunes estuve haciendo revisión de mis camisas estampadas. Vistas desde la distancia, hay más colores y formas que cuando Carmen prepara sus vestidos de faralaes para la Feria. La primera data de 2001, 24 años cumple, y me la sigo poniendo. Al final no tiré ni una camisa, ni tan siquiera esa que sus botones están a punto de saltar por los aires. Hay que tener alguna camisa de esas, que empiezan siendo un plan, un reto, y acaban siendo una utopía. Cuando empecé con mis camisas estampadas de verano se comentaban y miraban mucho, y lo cierto es que me costaba encontrarlas en las tiendas. Hoy, lo difícil, es encontrar una lisa, de un solo color, y de corte clásico. Las camisas estampadas veraniegas son la versión moda del gazpacho, o de los aliños. Cualquier combinación es posible.
En 2002 compré una camisa guayabera, sahariana o como se quiera llamar, en La Habana. Me costó 10 euros. Ha perdido algo de su blanco, ha amarilleado, pero me la sigo poniendo. Cada año menos, la verdad, sobre todo desde que han vuelto a estar de moda y ya no las relacionamos con las camisas de nuestros abuelos. Aunque algunas firmas han tratado de modernizarlas, en lo básico siguen siendo como fueron. Es curioso, pero algunos de los que se mofaban de mis camisas, o de mi guayabera, años atrás, hoy las usan, y hasta en actos selectos, que parece estar permitida la prenda cubana, como un sport de nuevo cuño. El signo de los tiempos, como cantaba Prince.
Espero que no sean signos de este tiempo los actos ocurridos en Torre Pacheco. Ese tomarse la justicia por la mano, esas concentraciones y movilizaciones en torno a la violencia, nos hacen más pequeños y feos como sociedad. Esos que llamamos moros, negros, panchitos y similar están realizando trabajos que a los españoles de bien ya no nos gustan. Los veo en las fincas de fruta, en los bares, y también paseando a nuestros mayores dependientes. Sin ellos, nuestra economía se fracturaría, al igual que nuestro mercado laboral. Porque la inmensa mayoría vienen a eso, a currar. Y por supuesto que habrá delincuentes, como en todos sitios, como esos “españoles” que se quieren tomar la justicia por su mano, pero no representan a la mayoría. Ni unos ni otros.
Por un momento pensé en escribir sobre el cumpleaños de Lamine Yamal, en plan monotema. Cada cual puede hacer con su dinero lo que le apetezca, está claro, pero también nosotros podemos expresar nuestra opinión. Más de lo mismo, no será la última celebración bochornosa de un futbolista harto de millones y gloria de juventud. Y espero que como muchos de esos anteriores no acabe en la ruina moral y deportiva.
También me gustaría que tuviera en cuenta que hay muchos niños que quieren ser Lamine Yamal, y, seguramente, lo acaben asociando con lo visto en esta extravagante celebración. Y que el éxito reside en un collar chabacano de medio millón de euros. No quiero que esto enturbie mi verano de aliños y gazpachos, y también de cuscús, esa comida “mora” tan rica y que tanto comemos en casa. Que bien sienta ahora en verano.