Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

La flor del rayo

Juan Manuel Gil regresa a las librerías con una novela fastuosa en la que usa sus armas más afiladas y certeras

La flor del rayo La flor del rayo

La flor del rayo

Lo confieso, soy uno de esos lectores que no finaliza la lectura de todos los libros que comienza. Y no es por una simple cuestión de calidad, que también, en muchos casos es porque no conecto, o me incomoda lo que leo, o no me interesa lo que me cuentan o yo qué sé, la verdad es que puede ser por cualquier motivo, cargado o no de razón. Y lo mismo me sucede con las series y las películas. La vida es breve, el tiempo es oro, hay mucho que ver y leer, escoja cualquiera de estas posibilidades o todas a la vez, y acertará. Este no acabar los libros me sucede hasta con mis autores favoritos, no se vayan a creer. Cuando me siento defraudado, por lo que sea, los penalizo y estoy un tiempo sin leerlos, aunque casi siempre vuelvo a perdonarlos (según así haya sido el chasco penalizador), y les doy una nueva oportunidad, que aprovechan o no, según mi estado emocional o mi nivel de exigencia en ese momento.

Paul Auster es un magnífico ejemplo. A un autor que me ha regalado tanta magia, no le puedo permitir pladur y mampostería. ¿Tiene lógica este comportamiento mío? Pues la verdad es que no, pero nunca me he planteado modificarlo, también lo tengo claro. Con este método es muy complicado que cuente con autores a los que le haya leído toda su obra, absolutamente toda. Pero los hay, afortunadamente. Pocos, ciertamente, pero los hay. Y uno de ellos es Juan Manuel Gil. Con este escritor almeriense he tenido, además, la oportunidad, yo también hablaría de privilegio, de descubrirlo desde sus primeros pasos, que no fueron precisamente narrativos, ya que se inició en este mundo con un libro de poesía, Guía inútil de un naufragio, producto de su paso por la Fundación Antonio Gala. Un poemario que ya apunta hacia dónde se dirige su mundo, y que sigue estando vigente en su escritura.

La verdad es que ha sido una delicia, una maravillosa revelación, un acontecimiento incluso, seguir la evolución de este escritor, que lo único que ha hecho, título tras título, es dar pasos de gigante. Un narrador inconformista, puede que como resultado de ser un lector voraz y amplio -no le cierra la puerta a ningún o género-, que ha sabido como pocos construir su propia narrativa, su propia voz. Ese siempre será el gran éxito de Juanma Gil, o el de cualquier autor: poseer su propia voz. No es necesario leer más de cinco líneas para saber que un texto es de su autoría. En una cata a ciegas, simulando a lo que hacen con el vino, yo siempre acertaría con su trabajo, porque sólo él es capaz de ofrecerlo. Muchos lectores conocieron a Juanma cuando ganó el prestigioso y legendario Biblioteca Breve con Trigo limpio. Una fábula descarnada y sincera de la infancia y juventud, un juego de malabares con lo real y lo ficticio, que le valió un amplio y merecido reconocimiento. Pero Juanma ya tenía lectores de antes, a los que había conquistado con su memorable Mi padre y yo. Un western, con la intensa Las islas vertebradas o con la monumental Un hombre bajo la lluvia, que aún me sigue sacudiendo por dentro cuando la recuerdo.

Regresa a las librerías Juanma con La flor del rayo, una novela que yo me atrevo a definir con una sola palabra: fastuosa. En estos tiempos de autoficción acomodaticia, de contar supuestas vidas que interesan muy poco, hasta convertir la narrativa en un selfi literario sin valor alguno, Juan Manuel Gil nos demuestra que el terreno de la ficción se extiende hasta los más remotos confines, incluyendo nuestra propia vida, las ajenas, los sueños, lo cierto y lo imaginado.

Y lo hace empleando sus armas más afiladas y certeras. Un humor inteligente que es el gran déficit de la narrativa española, la ironía, la incertidumbre, los retratos más exactos de los personajes y unos diálogos, entre el delirio y la iluminación, que hasta el mismísimo Woody Allen podría incorporar a sus películas. Siempre es un placer, un encuentro con la mejor literatura, una fiesta del talento, leer a Juanma Gil, pero lo es muy especialmente en La flor del rayo. Sí, la acabé, y hasta estoy tentado de leerla de nuevo, pero esta vez con lupa y cámara, a la caza de ese truco, de esa magia, que sólo es posible cuando el talento (y el trabajo) asoma, y que tanto se disfruta, por su rareza o fulgor.

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