Fecha de caducidad

La tribuna

8820073 2024-09-30
Fecha de caducidad

30 de septiembre 2024 - 03:07

Vivimos tiempos contables o contabilizados, me queda la duda. Todo se cuenta. Y hasta se analiza. Las personas que pasan por tal o cual calle, los usuarios de los autobuses, los asistentes a una manifestación en defensa o protesta por cualquier causa, el público que llena las gradas de un estadio, teatro o lo que sea, o los chavales que se congregan en torno al botellón (ese lote compuesto por una botella de alcohol, hielo y algo de refresco). Contamos incluso lo intangible: cuántos españoles somos felices, cuántos tenemos ansiedad, a qué edad nos estrenamos sexualmente (con otras personas), cuáles son nuestros principales problemas.

El amor no se queda al margen de esta amplia contabilidad social. Hay datos, concretos, de la fecha de caducidad de las parejas en Andalucía: 16,9 años. Eso quiere decir que si nos casamos en enero, que tampoco es un mes muy de bodas, al menos tradicionalmente (es un simple ejemplo, para entendernos), en septiembre de dentro de 16 años estamos buscando un abogado para divorciarnos. Habrá quien considere que casi 17 años con la misma persona es mucho tiempo y habrá quien piense que tampoco es tanto. Qué fue del amor para toda la vida, en la salud y en la enfermedad, tiesos como la mojama o con taco, con arrugas y canas, for ever.

La contabilidad social, también la llaman sociología, nos muestra que el amor se acaba, no es para siempre, y que ya no nos aguantamos tanto, porque según parece lo que hemos hecho siempre ha sido eso: aguantarnos cuando el amor acaba. No creo que haya una frase más triste, el amor acaba, por todo lo que supone, por lo que encierra, por el final de algo que fue bello, hermoso, o así lo creímos mientras estuvimos bajo su influencia.

Pero seamos realistas, que no pesimistas, todos sabemos que esta cifra es inferior porque cuando le ponemos fecha a los legalismos, cuando ya decidimos que la cosa acabe, es porque el amor ya huyó, escapó, mucho antes. Esa estadística sería más sensible, muchos tal vez no la quieran confesar, porque habrá casos, muchos, de amores que nunca fueron. Cariño, roce, entendimiento, pero fuego, lo que se dice fuego, nunca hubo. Y pasaron los días, las semanas, los meses y los años, tal vez, esperando a que las llamas llegasen, y nunca llegaron. Ese incendio en el que todos deseamos abrasarnos, por lo menos una vez en la vida. Arder, aunque solo sea un segundo, un instante, esa sensación.

Sabiendo lo que sabemos, y que todos sabemos, los casi 17 años son bastantes menos de lo que nos señala la estadística, en relación a las rupturas legales. Estas, cuando llegan, lo hacen sobre un páramo de emociones, cuando ya está todo dicho, como en una de de aquellas tristes películas españolas de los 80, que nos mostraban los primeros divorcios como la mayor catástrofe que pudiera llegar a nuestras vidas. En gran medida, toda ruptura tiene mucho de catástrofe, ya evaluaremos los daños y las consecuencias cuando toque. Aunque también pueden venir acompañadas de una inexplicable (y hasta agradable) sensación de liberación. Dejar atrás un tiempo en el que nunca te has llegado a sentir cómodo. Tú mismo, lo que sea.

El yogur, las nueces, las salchichas, la leche, los helados y también el amor tienen fecha de caducidad. Y según señalan las estadísticas, cada vez es más breve esa fecha de caducidad, antes se nos acaba el amor. Como si sus ingredientes fueran muy sensibles, que apenas soportan las inclemencias del exterior. O las inclemencias internas, cualquiera sabe.

No sé si nos encontramos ante una tendencia o ante una normalización. No sé si atravesamos un tiempo de amores pasajeros (o de temporada) o que, sencillamente, estamos convirtiendo en cotidiano lo que tratamos de esconder durante décadas: que el amor se acaba. Y luego vienen otras etapas, otras emociones, pero ya no hay incendio. Ya no hay amor como tal, o eso es lo que creemos sentir, porque consideramos que ha cambiado su significado, su definición. El amor, tan sin sentido como para ponernos a estudiarlo como si fuera una ciencia exacta. Ni ciencia ni exacto, cualquiera sabe lo que es, y en realidad nadie lo sabe. 16,9 años, puede que sea demasiado, o tal vez muy poco. Según.

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