El día que murió David Lynch

La tribuna

10612884 2025-01-26
El día que murió David Lynch

26 de enero 2025 - 03:09

Uu amigo me dijo hace unos años que no le gustaba el cine de David Lynch, porque no lo entendía. Me quedé un tiempo pensando en el argumento de mi amigo, que yo tampoco entendía (de la misma manera que él no entendía el cine de Lynch). A veces percibo una cierta querencia, tendencia, y hasta obsesión, por querer entenderlo todo, como si se tratara de un requisito inexorable. Indispensable. Aunque me lo han explicar (varias veces), yo no sé por qué los aviones vuelan, no me entra en la cabeza. Tampoco puedo comprender que un trasatlántico de hierro, de hierro, flote. Y jamás podré entender cómo la televisión navega a través del aire, se cuela por una antena, y se transforma en imágenes en nuestras pantallas. O la radio, cómo diablos nos conectamos a la radio. Y qué me dicen de la aguja de un tocadiscos, que dejamos caer sobre un microsurco y podemos escuchar música en alta fidelidad. Yo todo eso, y mucho más, la mayoría de las cosas relacionadas con la ciencia, no las entiendo, pero por eso no dejo de disfrutarlas y hasta de admirarlas.

Algo parecido me está sucediendo con el último disco de Bad Bunny, que seguramente estoy disfrutando tanto porque lo considero un misterio en sí mismo. No lo entiendo. Pero es que no hay que entenderlo todo. Yo tampoco entiendo a Donald Trump, no entiendo a quien lo vota, pero por eso no deja de ser el presidente de Estados Unidos, elegido democráticamente. David Lynch murió unos días antes de que Trump volviese a la Casa Blanca, dejando tras de sí un buen número de películas que no entiendo, pero que me siguen fascinando a pesar de eso, o precisamente por eso.

El día que murió David Lynch repasé toda su filmografía. Me sorprendí a mí mismo cuando descubrí que había visto todas sus películas, de la primera a la última (incluida Dune). Y también sus series, incluida la que creó en colaboración con Playboy, Inside out… erotic tales of the unexpected. Sigo sin comprender Mulholland Drive, que muchos consideran su gran obra maestra. Sigo sin comprender Twin Peaks, no sé quién asesinó a Laura Palmer, pero eso no impidió que la disfrutara en su momento. Como un poema de Sharon Olds, como una pintura de Rothko, como una novela de Thomas Pynchon o una canción de Tom Waits (o de Bad Bunny).

En esa incomprensión encuentro un mundo fascinante que me seduce y atrapa, que me hipnotiza. Además, tengamos en cuenta que el arte es como una cebolla, cada obra está cubierta por diferentes capas, y no hay que llegar a todas ellas para disfrutarla. Hay quien le basta con la primera capa para emocionarse, que debe ser el fin primero y último de cualquier manifestación artística. Trump no es cebolla, no es arte, es simple, básico, en su mensaje y en sus actuaciones. Con toda la seguridad no recordó ninguna película de David Lynch (el día que murió) ni sabrá quién es Laura Palmer, a pesar de haber podido ser, junto a Melania, protagonista de algunas de sus películas. Qué cosas.

Los protagonistas del asalto al Capitolio, aquellos seguidores enfurecidos de Trump, cornúpetas y estrambóticamente maquillados, también podrían haber aparecido en una película de David Lynch. Yo los imagino en Carretera perdida, o tal vez en Corazón salvaje, aunque puede que el director fallecido les hubiera dedicado una película. Ya están indultados, amnistiados; así por las buenas, fue una de las primeras medidas de Trump, que firmó miles de decretos bajo la atenta (y escondida) mirada de su esposa Melania, con ese sombrero de ala ancha que ya ha quedado para la historia. Y lo aplaudieron aquellos que se movilizan, y movilizan, contra las amnistías, aunque pasen por el Parlamento. Los Trump, Donald con unas botas de piel de serpiente y Melania ajustada en cuero, la cintura rodeada por una cartuchera con un buen revólver. Esa secuencia soñada que Lynch nunca pudo filmar. O que está filmando ahora, desde cualquier lugar, sin necesidad de haber escrito el guion.

stats